I
El pasado febrero se cumplieron cincuenta años de que el mundo de la cultura se cimbró a raíz de una conspiración internacional que amenazó con reducir a cenizas todos los libros existentes. Las bibliotecas de Londres, París y Roma desaparecieron, y poco después fueron incendiadas las de Moscú y Tokio.
El primero en pronunciarse fue el escritor italiano Alberto Moravia, quien, consternado, afirmó que se trataba de “una conjura fascista, pero imposible de saber quién la dirigía”.
Más tarde, Julio Cortázar, autor de Rayuela, advirtió que al principio los editores celebraban con entusiasmo, viendo un gran negocio en la reedición de libros; “pero el gozo se les fue al pozo cuando recibieron anónimos amenazadores: morirían en caso de querer sustituir las ediciones quemadas”, señaló.
Desde México, Octavio Paz reveló que “ya no se encuentra un solo ejemplar de Fuentes, Yáñez, Rulfo y Arreola” y, en tono alarmado, denunció que un grupo de desconocidos había intentado incendiar su casa.
Finalmente, la escritora estadounidense Susan Sontag, desde la cama de un hospital, relató haber sido víctima de un atentado tras ignorar los anónimos que le prohibían publicar reportajes condenando la ola de terrorismo cultural.
Todo lo anterior formó parte del número 201 de la historieta mexicana Fantomas, La Amenaza Elegante, con argumento de Gonzalo Martré, publicada por la editorial Novaro en febrero de 1975. En dicho cómic, titulado La Inteligencia en Llamas, aparecen, con nombre y apellidos, los rostros dibujados de Moravia, Cortázar, Paz y Sontag.

La historieta, como ya se ha mencionado, aborda de forma fantástica la historia de una organización criminal que, mediante una poderosa tecnología, destruye bibliotecas y amenaza a escritores de todo el mundo. Ante ello, los intelectuales recurren a Fantomas, el superhéroe reinventado en México a partir de un folletín francés de inicios del siglo pasado, quien, tras una minuciosa investigación, logra conjurar la amenaza.

Es importante destacar que, en su versión mexicana, Fantomas es un héroe singular. Según César Castañón, especialista en cómics, cine y televisión, “Fantomas les roba a los ricos o a otros criminales, respeta la vida y, sobre todo, apoya las causas sociales (…) es millonario y disfruta de la buena vida, critica al sistema aprovechándose de él”. Adinerado y elegante, posee un vasto conocimiento del arte y la literatura, lo que le permite relacionarse estrechamente con figuras como Hitchcock y García Márquez, además de mantener apasionados romances con actrices famosas como Jane Fonda, Brooke Shields y Bo Derek.

II
Entrevistado por la televisión española, Cortázar explicó cómo surgió su relación con Fantomas:
“Me llegó de México un cómic que me enviaba un amigo. Me decía: ‘Mira, cuando un escritor aparece como personaje en un cómic, eso ya es la celebridad mundial’. Lo decía en tono de broma, pero empecé a leer Las aventuras de Fantomas, que se publicaba en México. Fantomas, originalmente un personaje francés, había sido ‘aztequizado’, si se puede decir así: lo habían vuelto mexicano.
En esa historieta, Fantomas se enfrentaba a un loco que, armado con una especie de rayo láser, había decidido destruir la cultura: quemaba bibliotecas. Los escritores, desesperados ante ese genocidio cultural, recurrían a Fantomas, el único superhombre capaz de enfrentar a un superasesino. En el cómic se veía a Octavio Paz telefoneando a Fantomas y diciéndole: ‘Tienes que hacer algo, tienes que salvarnos’. Aparecían también Alberto Moravia, Susan Sontag y yo mismo, llamando a Fantomas y diciéndole: ‘Confiamos en ti’. Entonces Fantomas sacaba pecho, se lanzaba volando —porque Fantomas vuela— y finalmente encontraba a ese maniático y lo liquidaba, como en todo buen cómic.
Recibí aquello y me hizo mucha gracia verme convertido en personaje de una historieta. Pero luego lo pensé mejor y me dije: si ellos me han utilizado como personaje sin pedirme permiso, ¿por qué no puedo yo usar parte de su cómic sin pedírselo a ellos? Creo que tengo ganado el derecho moral”.

III
Como consecuencia de lo anterior, Cortázar retomó fragmentos del cómic y reescribió la historia para dar origen a Fantomas contra los vampiros multinacionales, una versión profundamente politizada en la que se combate el imperialismo estadounidense. En palabras del propio autor: “Hace todo lo que puede para asimilarnos a su estilo de vida, a su manera de pensar y, en última instancia, a su American Way of Life, a su manera de entender el mundo, que es un sistema capitalista e imperialista, y que no es mi sistema ideal ni la vía que, a mi juicio, debe seguir América Latina”.
El interés de Cortázar por Fantomas estaba directamente vinculado con su participación en la defensa de los derechos humanos dentro del Tribunal Bertrand Russell, el cual cuestionaba la violencia ejercida por los regímenes de extrema derecha en América Latina, sostenidos en alianza con el gobierno estadounidense. Poco antes, dicho tribunal había emitido una sentencia que condenaba las prácticas de tortura implementadas por los gobiernos de Brasil, Chile y Uruguay. Sin embargo, explicaba Cortázar: “…el bloqueo informativo en América Latina, perfectamente manipulado, hizo que inmensas masas de la población no tuvieran la menor noticia de lo que el tribunal había hecho. Y el tribunal no podía impedirlo, porque no dispone de medios, no puede luchar contra el Pentágono ni contra los dólares, por lo que se veía obligado a limitarse a una difusión lo más eficaz posible, aunque muy restringida”. En otras palabras, existía la necesidad urgente de dar a conocer al mundo aquella sentencia condenatoria.
Con el apoyo de Julio Scherer y la editorial de Excélsior, Fantomas contra los vampiros multinacionales logró publicarse en formato de novela gráfica en junio de 1975. En lugar de distribuirse en librerías, como era habitual, se vendió en los quioscos. Gracias a ello, 60 mil personas leyeron la historieta en un breve lapso de dos meses, de manera paralela a la publicación de la sentencia del Tribunal Russell, incluida como apéndice. Así, el cómic se convirtió, en palabras del propio Cortázar, en un vehículo sumamente eficaz para la difusión de ideas.

