Fotografía
Tu rostro parece que es cierto.
Sí.
¿Son ciertos también tus ojos
que no encuentran el camino
porque ellos son el camino?
¿Son frescas mis letras
porque te hacen el retrato del día,
o porque retratan mi corazón que te mira?
¿Cómo puede uno verse hacia dentro
si los perros del amanecer
están tan contentos hoy?
Cuando la risa es de dos,
¿es la misma risa?
Ahora que duermes,
deberías responderme.
Bulevar
A donde llegas en tu espacio solitario
una casa y un sillón que te recibe
donde un vaso con agua que te mira
y el piso está muy sucio el día de hoy
Tu silencio que es mi idioma y mi paisaje
hoy y siempre te acompaña a ras del mundo
y vuelve aquí el mismo fantasma de los lunes
lleno de flores ya marchitas en sus brazos
Recuerdo
La palabra recuerdo
tiene cuatro patas
y un cuerpo espantoso
Por eso la aplasté
con una chancla
y apagué la luz
Cuando mi mujer
Cuando mi mujer se hizo trotamundos, desapareció y por tres años no supe de ella. Ni un correo.
Cuando mi mujer se hizo zapatista, se largó a la selva y tardó meses en regresar.
Cuando mi mujer se hizo pintora, no salía de casa y no quería ser interrumpida ni para comer.
Cuando mi mujer se hizo feminista, sólo veía películas con sus amigas y organizaba manifestaciones en la calle Morelos. Ella leía mucho y yo fui el prototipo de machista. También tardó meses en regresar.
Cuando mi mujer se hizo terapeuta, empezó a actuar como si mi contrincante, y permanecía callada, me contestaba con otra pregunta, luego también se fue por meses de la casa.
Cuando mi mujer se hizo traductora, aprendí a esperar en otro idioma. Algún abrazo y un beso con palabras que nunca entendí.
Cuando mi mujer se hizo repostera, le indignaba mi analfabetismo gastronómico. Yo me zampaba los pasteles en silencio frente a la tele y ella se largó, sola, por meses, a la cocina.
Cuando mi mujer estuvo en el siquiátrico, sólo podía tener diálogos del tipo Palabras elefantes camiones hasta dónde, por qué no así pero más quedo, que me sujeto a la alfombra y tú parado. También fueron varios meses.
Cuando mi mujer se hizo ―guerrera del arcoiris‖, la casa se llenó de panfletos y uno que otr@ amig@ sediento de emociones.
Siempre me verán barriendo la calle.
Hablando solo.
Soliloquio
Nos quedamos a mitad de la calle
Esta ciudad metálica
no se apropió de los recuerdos
Imaginé por un momento que estabas conmigo
a mitad de la calle
¿Por qué no vuelves y me dejas en paz?
Canción de la ciudad
Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena,
la desgracia verdosa
de los hombres del alba
Efraín Huerta.
Sobre mi nube
techo
sobre mi lluvia
tinaco
sobre mi asfalto
paloma
sobre mi aire
aleteo.
Entre la ventana y el polvo
los hertz de la FM
entre el tedio y la tos
prisa y minifalda
entre una semana y su gemela
un termómetro exangüe.
Bajo mi encaje
estrechez
bajo el suceso
olvido
bajo mi corbata
angustia
bajo mi suelo
gente.
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Gerardo Ortega, (Monterrey, NL, 1972) Editor, poeta y promotor cultural. Ha obtenido premios universitarios en el Certamen de Literatura de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Fue becario del Centro de Escritores de Nuevo León en la generación 96–97. Egresó de la Licenciatura en Letras Españolas de la UANL. Fue redactor de noticias en Televisa Monterrey y editor de la sección cultural del periódico Milenio Diario de Monterrey. En 1995 publicó en edición de autor el cuaderno de poesía De lunes a diciembre y en el 2008 la UANL y editorial Diáfora publicaron otra edición con el mismo nombre. Su más reciente libro de poesía es Por qué no vuelves y me dejas en paz. Ha dirigido publicaciones independientes y ha editado revistas de universidades privadas. Dirige la editorial Urbanario y coordina la Colección Postkarte. Actualmente edita la hoja literaria Portuaria y dirige el suplemento “La Brújula”, del periódico El Vigía, en Ensenada, B. C.