• Skip to primary navigation
  • Skip to main content
  • Skip to primary sidebar
  • Skip to footer
Poetripiados

Poetripiados

LETRAS Y MÚSICA PARA VOLAR

  • La Carpa
  • Poder
  • Paradiso
  • Videos
  • Por la libre
  • Ruido Azul
  • Pensar
  • Brevísimo
  • Mi vecina y yo
  • Boletín

El sol atraviesa la transparencia del agua

MUERTES FUTURAS Teníamos el paisaje al frente, todo para nosotros.Cuesta arriba, en donde no había más límite queel lugar en el que cielo y asfalto se tocan o pareceque se tocan. Como ciertas partículas que nuncase tocan y sólo se separan —así el cuchillo, en realidadno corta, sólo separa— sentimos el golpe, no el futuro.Nada […]

Antes de esto queríamos ser estatuas

Por Juan Antonio Alfaro / 31 de mayo de 2025

MUERTES FUTURAS

Teníamos el paisaje al frente, todo para nosotros.
Cuesta arriba, en donde no había más límite que
el lugar en el que cielo y asfalto se tocan o parece
que se tocan. Como ciertas partículas que nunca
se tocan y sólo se separan —así el cuchillo, en realidad
no corta, sólo separa— sentimos el golpe, no el futuro.
Nada nos cortó, sólo nos separamos. Como la muerte
no corta, sólo separa. Nosotros nacimos en la época
correcta porque no estamos preparados para el futuro.

MAR

(el rugido
ensordecedor
del mar
se interpone
entre
las dos)

yo le digo:
creo
que estamos
ahogadas

ella responde:
no
No estamos
ahogadas

yo le digo:
yacemos
a la par
en el fondo
del mar

ella responde
no
Estamos
de pie
en la orilla

yo le digo:
de verdad
creo
que ya
nos ahogamos

ella responde:
no
Estamos
respirando
muy bien

yo le digo:
a mí
no
me entra
aire

ella responde:
yo tengo
aire
para
las dos

María Auxiliadora Álvarez.

***

Estamos hundidos en el fondo del mar.
Ya sé lo que dirás con solo ver el movimiento
que hacen tus manos al golpear el agua,
al atravesar el agua como si estuvieras

en lo más profundo de la jungla. Sin embargo,
estamos en lo más profundo del mar.
No sabemos si es el fondo el último sitio
que tocaremos. No sabemos si volveremos
a tocarnos. No sabemos si la resistencia
del agua será demasiado grande como para
impedir que crucemos de una orilla a la otra.
El sol atraviesa la transparencia del agua
y trata de llegar al fondo pero se pierde.
El tiempo debajo del agua también se pierde.
No tenemos nada que nos indique nuestra hora.
No tenemos reloj. Somos impermeables
lo dice nuestra piel. En un giro de trama
de pronto arriba es abajo y abajo es arriba.
Alguien me dijo que cuando estás en el fondo
lo único que queda por hacer es ir arriba.
Comienzo a ir hacia la superficie. Comienzo
a subir. Papá, me gritas, no estás nadando,
estás cayendo (el rugido ensordecedor
del mar se interpone entre los dos). Quisiera
decirte que tengo oxígeno para los dos. Pero ahí,
en lo alto, a donde ahora perteneces, no necesitas
oxígeno ni piel ni reloj ni agua. No necesitas
saber nadar. No necesitas aprender a caer.

MARTE NO DEBERÍA DE QUEDAR TAN LEJOS

En ocasiones miro a través de las cosas. Cierro mi mano
y no te veo. Luego abro mis dedos y se dibuja tu rostro
como si fuera el amanecer. Acaricio el lomo negro de
nuestro pit bull. Él vive en el patio trasero y nos mira
fijamente cuando comemos. Sé que nos ve. Y te ve.
Lo sé porque él también ve a través de las cosas. Ve
a través de mí. Nos ve reír a través de la ventana. Vela
mis sueños desde lo oscuro y me vigila. Basta un ladrido
para recordarme que ahí está. Que aquí estamos. Que aquí
estás. Basta una mirada para hacerte aparecer en esta
silla vacía, en este comedor inmenso, de esta casa vacía.
Es difícil imaginar de qué lado las cosas se ven más
claras. De qué lado del vidrio se ve más nítido. Desde
qué estrella se ve más profundo y alto el espacio. Marte
no debería de quedar tan lejos ni tu cuerpo tan arriba.

COWBOYS DE LA TIERRA HUECA

En otro sueño una escena nos muestra a un hombre
hablando de la tierra plana y tú dices que no, que
se llama Tierra Hueca y que has podido verla varias
veces en tus pesadillas. Mencionas que en tu espalda
llevas impreso un mapa con la ubicación de todos
los titanes que la habitan. Dices que el Sol sale al
revés y que el cielo es un mar que deja caer sus aguas
cuando la noche se pone, lo que hace que una criatura
arbórea se lo coma. Ahí encontramos una huella
de pata ensangrentada en las paredes de piedra
que según tú pretende ser un llamado a la guerra:
un arma oculta en una biblia hueca. Vamos cabalgando
un caballo (somos el caballo de los dos) negro que nos
acompaña en un cementerio de huesos y recuerdos
rotos. El único ruido que nos sigue (más rápido
que nuestra propia sombra: ahora me ves, ahora no me
ves) parece ser el golpeteo de las pezuñas de nuestro
caballo. No te lo digo, pero desde el otro lado de la
cama, únicamente percibo el triste palpitar de nuestros
corazones. O tal vez sea algo más que no es lo evidente.

RODANDO COMO FANTASMAS EN LA BASE DE UNA CIMA

En 1984, con 49 años, Richard Brautigan se instaló en Bolinas, California. Vivió solo en una
casa grande y vieja. Allí murió debido a las heridas que él mismo se causó al dispararse en
la cabeza con un revólver .44 Magnum. Se desconoce la fecha exacta de su muerte ya que el
cadáver, descompuesto, no fue descubierto hasta el 25 de octubre de 1984. Lo halló el
investigador privado Robert Yench. El cuerpo de Brautigan estaba en la sala, frente a una
gran ventana que miraba hacia el océano Pacífico. Se calcula que la muerte de Brautigan
se produjo un mes antes, quizá el 14 de septiembre, tras haber hablado por teléfono con su
exnovia Marcia Clay.

***

Antes de esto queríamos ser estatuas,
polvo de estrellas japonés en la vía láctea.
Solo pudimos ser considerados niños grandes,
estatuas de hielo, guardianes de lo congelado.
Inmóviles por más de tres semanas, acumulamos
cielos en un cuarto oscuro. Inmóviles por más de
tres semanas, dejamos la sombra en el suelo
para que alguien más la encontrara. Frente a una
gran ventana que mira hacia el océano Pacífico,
hablarán de nosotros al vernos caer como la nieve. 

——



Juan Antonio Alfaro (San Luis Potosí, 1991). Forma parte del consejo editorial de la revista
Los Testigos de Madigan. Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos
2018, por el libro (cápsulas, venados) (ICA, 2019). Premio Nacional de Poesía Joven Elías
Nandino 2022, por el libro Cadáver Perlongher (FCE, 2023).

Primary Sidebar

Leer + te hace - güey…

Dos minicuentos de José Emilio Pacheco

Jinetes del aire altísimo

Maru Campos se ausenta mientras el estado colapsa

La “cazadora de migrantes” vuelve al acecho

Footer

| SÍGUENOS EN REDES SOCIALES |

Directorio | Contactanos | Aviso de Privacidad

Copyright © 2025 · Poetripiados.com