Toda persona que se inicia en la literatura y, además, disfruta de la música debería saber que El rey criollo, del escritor Parménides García Saldaña, es un libro de cuentos en el que cada historia está precedida por una canción de los Rolling Stones. Esta obra narrativa es una feroz crítica a la clase media mexicana y forma parte de la llamada Literatura de la Onda, junto a De perfil de José Agustín y Gazapo de Gustavo Sainz.
Parménides, quien falleció el 19 de septiembre de 1982, es considerado por muchos escritores como un autor subvalorado, a pesar de su gran aporte a la literatura mexicana con su breve pero delirante obra. Elena Poniatowska, por ejemplo, le dedica una parte significativa de su libro ¡Ay vida, no me mereces!, en el que resalta su alegre, desenfadada, libre y, en muchas ocasiones, atropellada forma de vivir. En el libro, Poniatowska menciona la admiración que Chuck Berry y Mick Jagger generaban en el autor de El rey criollo, así como la influencia de Parménides en grupos de rock como El Tri.
El rey criollo, según el especialista en lengua y literatura Javier González Gimbernat, está plagado de citas musicales e incorpora una gran cantidad de referencias culturales que borran las fronteras entre alta cultura y cultura popular. Asimismo, aborda sin inhibiciones temas como las drogas, la vida sexual de los adolescentes y el aborto.
Por su parte, el escritor José Agustín, recientemente fallecido, afirma en el epílogo del libro que este es un álbum de imágenes en el que el autor “retrata y critica profundamente a la clase media idiota de la Ciudad de México de los años sesenta”. Parménides no mitifica a sus personajes, algunos de ellos representaciones de sí mismo, sino que, con ironía amarga, los muestra con toda su bárbara inconsciencia, su indigencia cultural, sus prejuicios y convencionalismos: racismo, machismo y clasismo.
De lo mejor del libro está “Stranger in Paradise”, relato que abre la obra y está precedido por “Sittin’ on a Fence”, incluida en el álbum “Flowers”. El cuento narra la historia de Jaime, quien intenta infructuosamente encontrar el amor de una bella adolescente. Al principio, ella acepta bailar con él, pero luego lo rechaza para regresar con su ex. Como consecuencia, Jaime regresa a casa caminando por calles oscuras, llenas de postes y bajo un cielo nublado.
Otro relato de calidad es “Goodbye Belinda”, donde Belinda, una extraña mujer, busca huir de su casa. Para lograrlo, engaña a un ingenuo adolescente con una serie de mentiras. El cuento está precedido por la canción “Under My Thumb”, del disco “Aftermath”.
Del mismo nivel se encuentra “La espera”, introducido por la letra de “Ruby Tuesday”, del álbum “Between the Buttons”. El relato sigue la relación tensa y confusa de Elena y Aníbal. En una ocasión, después de tener relaciones, ella le pregunta: “¿Verdad que nos vamos a querer siempre?”. Aníbal responde: “Sí… siempre”, seguido de un silencio incómodo, hasta que él agrega: “O, cuando menos, no te olvidaré”.
No puede omitirse el cuento “Aquí en la playa”, donde Pablo, un clasemediero, viaja con sus amigos de vacaciones a Acapulco. Durante una escala en la zona roja del puerto, se siente atraído por Silvia, una joven prostituta, a quien intenta rescatar de su vida pecaminosa, lo que provoca la burla y el abandono de sus amigos. Al final, Pablo comprende que no hay oportunidad de redención, por lo que decide regresar al lugar al que pertenece, donde abundan las “personas decentes”. Este relato está precedido por la canción “Honky Tonk Women”, nada mal.
Finalmente, «El rey criollo», cuento que da título al libro, relata el revuelo que causó en los cines de la capital el estreno de «King Creole», la película protagonizada por Elvis Presley. El texto, con diálogos bien logrados y un manejo interesante del lenguaje, captura de manera clara la rebeldía juvenil, la violencia y el machismo presentes en la clase media de los años sesenta.
José Agustín, quien mantuvo una gran amistad con García Saldaña, narra con entusiasmo en su libro La contracultura en México los inicios de Parménides en el rock y la literatura, destacando la influencia de autores como Scott Fitzgerald, Hemingway, Mailer y Salinger, pero especialmente la de Ginsberg, Kerouac y Burroughs. También describe cómo Parménides cayó en la adicción a ciertas drogas y cómo esto lo llevó a ser ingresado en varios hospitales psiquiátricos.
Elena Poniatowska cuenta que en una ocasión encontró a Parménides García Saldaña en una fiesta, empapado en sudor, aún vestido con camisa blanca y corbata, bailando solo de manera descoyuntada y acrobática, lo que la sorprendió. En otra ocasión, se enteró de que Parménides insultó al escritor José Luis Martínez, desafiándolo a bajar a la calle para «romperse la madre» con él. Aquella noche, los vecinos salieron a ver el espectáculo. Fueron noches frenéticas para Parménides, distorsionadas por peleas, moretones y escándalos. En una ocasión, lanzó los muebles de su “aburguesada” sala por la ventana y, cuando su madre intentó intervenir, intentó tirarla a ella también, como si fuera otro mueble estorboso. Ese mismo año, durante una reunión del Partido Socialista Unificado de México (PSUM), tuvo que ser sacado a empujones tras comenzar, delirante, a insultar a los asistentes, gritándoles: “¡Traidores, traidores, habéis traicionado la memoria del camarada Stalin!”, según relata Poniatowska.
En otra ocasión, Parménides llegó a media madrugada a la casa de la escritora, pateando la puerta y vociferando: «¡Pinche Elena, Guillermo cabrón!». Gritó hasta quedarse sin fuerzas, pero nadie le abrió. Al retirarse, lleno de frustración, pateó con violencia las cubetas de los trabajadores que lavaban los carros. Cuando uno de ellos se atrevió a preguntarle qué le ocurría, Parménides sacó una punta y lo amenazó con matarlo. Lo vieron alejarse caminando por el centro de la calle, cojeando (años antes, un camión lo había atropellado). Mientras se alejaba, sus gritos resonaban en todo el vecindario: «¡Pinches burgueses consumidores, culeros de mierda!». Según relata Poniatowska, el autor de El rey criollo regresó a los pocos días para pedirle dinero prestado. Le sonrió, y fue entonces cuando ella notó que le faltaba un diente: se lo habían tumbado en una pelea.
José Agustín, quien conoció de cerca a Parménides, revela en La contracultura en México las dificultades que este tenía para entablar relaciones serias con mujeres, y cómo esto afectaba profundamente su estado emocional. El exceso del reventón, la intensidad de la psicodelia y la nostalgia por las mujeres le afectaban profundamente. En varias ocasiones rompió los cristales, cables y todo lo que encontraba en las casas de Emmanuel Carballo, Ricardo Vinós, Juan Tovar y hasta en la de sus propios padres, quienes eventualmente lo internaron en un hospital psiquiátrico. José Agustín comenta: «Salió más descontrolado y caótico. Probó el LSD y se sumergió en una experiencia terrible que apenas pudo soportar. Con una copa, un par de cervezas o unos cuantos toques, se prendía rapidísimo, y como era hábil robando botellas de los supermercados, nunca le faltaba qué beber. Aterrorizaba en los cócteles literarios, a los que llegaba con su pandilla de la Narvarte. En una ocasión, le propinaron una golpiza brutal a Juan Vicente Melo. El famoso cóctel de Carlos Fuentes en La Ópera, en 1969, terminó con una pelea de Parménides contra Gironella y Severo Mirón. Luego vino el altercado con Octavio Paz, quien había encargado a Ignacio Solares y a Esther Seligson una antología de jóvenes escritores para su revista Plural. Como no lo incluyeron, Parménides se enfureció y se lanzó hacia las oficinas de Plural con la intención de armarle un escándalo a Paz. Solares lo detuvo justo antes de que llegara, lo que permitió que el poeta se escondiera en el baño. Entonces, Parménides procedió a golpear a Solares, hasta que el hijo de Álvarez del Villar, junto con Solares, le dieron una golpiza. Unos días después, Parménides se emborrachó con Eduardo Deschamps en el Sanborns del María Isabel, armaron un escándalo monumental y ambos acabaron en la cárcel. Detestaba a las autoridades y solía insultar a los policías. ‘Chinga tu madre, pinche tira naco, pendejo, culero, ¿quién eres tú? Un pobre pendejo’, les decía. ‘En cambio, yo he leído a Mailer, a Cortázar, a Revueltas'».
Por esa época, Parménides se hizo gran amigo de Alejandro Lora y de Fito de la Parra, baterista de Canned Heat, quien lo invitó varias veces a Los Ángeles, donde consumieron cantidades industriales de drogas. A mediados de los setenta, la editorial Joaquín Mortiz le publicó el libro Mediodía, pero los ingresos a los manicomios continuaron. Cuentan que, en ocasiones, recuperaba algo de sensatez e intentaba escribir más, trabajar y ganar algún dinero. Sin embargo, un día sufrió un ataque de violencia y destruyó todo lo que pudo en la casa de sus padres; cuando su madre trató de contenerlo, Parménides intentó matarla. Harto de tanto escándalo, su padre lo envió a la cárcel, pero su tía, Magdalena Saldaña, logró sacarlo. Lo primero que hizo al salir fue regresar a casa con la intención de acabar con su madre. Fue nuevamente enviado a prisión, esta vez al Reclusorio Norte. Cuando salió, ya no se recuperó.
Vivía en un cuarto que le rentaba su padre, soportando las constantes quejas de los vecinos. Escribía de manera irregular. En 1982 murió de pulmonía, solo, en su cuarto. Tenía 38 años.
A pesar del desdén de cierta crítica hacia la obra de García Saldaña, ha surgido todo un mito alrededor del escritor nacido en Orizaba, Veracruz. Por ello, a pocos días de su aniversario luctuoso, es importante recomendar a quienes se inician en la literatura, y a los amantes de la buena música, la lectura de El rey criollo de Parménides García Saldaña. No se arrepentirán.