Sucedió el 26 de agosto de 1981, cuando la televisión mexicana otorgaba espacios a la literatura con programas conducidos por escritores que en ese entonces tenían mucha influencia dentro de los círculos de poder.
Faltaban todavía nueve años para que el autor de El Laberinto de la Soledad fuera reconocido con el Nobel de Literatura. La grabación se realizó en Palacio de Minería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mientras Jorge Luis Borges se encontraba de viaje en México. Lo que se sabe es que el argentino aceptó la invitación de Octavio Paz para el programa La poesía en nuestro tiempo.
El mexicano se encontraba en el centro, vestido con un pantalón azul oscuro, una camisa azul marino, corbata y un saco café. A su lado izquierdo el más joven de los tres, Salvador Elizondo, de traje gris y corbata, y frente al autor mexicano, con una tranquilidad absoluta, el sudamericano, quien se sostenía sobre su elegante bastón.
Para esa fecha, Borges ya había perdido la vista por completo, pero continuaba con sus presentaciones, conferencias y lecturas alrededor del mundo.
El tema elegido fue la poesía y el tiempo. Durante la charla de más de una hora hablaron del tiempo como problema poético, las diferentes temporalidades y algunos escritores.
Paz comenzó con una reflexión que había pensado en su camino rumbo a Palacio de Minería.
“En cierto modo, nuestro tiempo, es decir el presente, supone la existencia de un tiempo más basto que contiene al presente, un tiempo que contiene a nuestro tiempo. Pensé entonces que las relaciones de la poesía con el tiempo eran singulares. A veces he pensando, que la poesía, es sobre todo la memoria y que resucita el pasado. Es la resurección del pasado”, dijo.
El tiempo y su condición irreversible y unidireccional constituyó una de las obsesiones más fuertes de Borges a lo largo de su inventiva.
“El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego», escribió el argentino en el famoso texto Nueva refutación del tiempo (Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 2, p. 146).
Y ese tigre que era Borges, lo reafirmó durante toda la plática.
“Si sabemos qué es el tiempo, sabemos qué es este mundo y quiénes somos, creo que es el único problema realmente. Es que uno puede imaginar un universo sin espacio, pero no sin tiempo. Yo he pensado mucho sobre el tiempo, al igual que otros han pensado por mí, y no he llegado a ninguna conclusión, lo cual conviene, son más interesantes los enigmas que las respuestas, pero sigo pensando que el tiempo es el problema, el enigma, y en el tiempo está, desde luego, el hecho de que el tiempo pasa y se pierde, y sin embargo seguimos siendo… de un modo incomprensible para nosotros”, manifestó el argentino.
Salvador Elizondo tenía 49 años, era mucho menor que Paz y Borges, y también el tiempo era una de sus obsesiones. Habían pasado 16 años de la publicación de su gran novela Farabeuf o la crónica de un instante, una historia que rompe con la temporalidad, en la que irrumpen uno tras otro instante en el tiempo de la memoria, así que conocía y disfrutaba tratar a fondo ese tema.
“El tiempo es la dimensión fundamental del arte y que admite todo un sentido de la poesía, que es conjetural, que se ocupa de las posiblidades que el tiempo mismo nos propone”, dijo el escritor mexicano nacido en la Ciudad de México en 1932 y fallecido en esa misma urbe en 2006.
Luego Elizondo puso como ejemplo a algunos poetas del siglo XX, a quienes catalogó como líricos y épicos. Cuando nombró al estadounidense Ezra Pound y sus 120 cantos, la mirada de Paz se agitó.
Mientras Salvador se adentraba en la explicación, algunas tomas televisivas evidencian unos ojos de Paz algo incómodos, al mismo tiempo que el poeta comenzaba a enredarse con sus palabras.
Apenas llevaba unos minutos de su participación, en el momento en que Paz lo interrumpió:
“La épica en general nos presenta una idea clara del pasado y el mundo de Pound, no es el mundo histórico tal como nos lo presentó la antigua poesía épica, sino más bien es un pasado de un erudito, que además tiene ideas políticas equivocadas”, soltó de tajo el autor de Tiempo nublado.
Elizondo, uno de los escritores mexicanos más importantes de la historia, no quiso rebatirle a quien era el encargado de conducir no sólo el programa televisivo, sino la política literaria en el centro del país.
—Bueno —fue las respuesta que decidió dar Salvador.
Después vino el turno de Borges, quien le puso frialdad a la escena, en la que se observa a Elizondo frotándose las manos con el rostro enrojecido.
El autor de El Aleph evadió con una genialidad la nube de la confusión abstracta iniciada con la pregunta de Octavio Paz, sobre qué era el tiempo. Borges prefirió platicar sobre versos y poemas específicos y propuso comentar “luna, espejo del tiempo”, la “metáfora persa” que describió en su libro Siete noches.
“Yo siento eso como poético, ahora quiero saber si ustedes comparten ese sentimiento. Creo que es fácil porque es un ejemplo muy breve, cuatro palabras, pero no se relaciona con lo que usted, Paz, dijo sobre el tiempo y su importancia esencial”, agregó el argentino.
-¿Usted lo siente como poético? —preguntó Borges.
Después vino la respuesta del Paz, Elizondo recompuso el camino al citar al poeta francés Paul Valéry y su gran poema El cementerio marino, y a partir de ahí se desarrolla una conversación muy interesante sobre la invención y el tiempo en la literatura.
Poetripiados te presenta a continuación el video completo de esa histórica charla.