La mayoría prianista en el Congreso de Chihuahua ha recibido una noticia que, sin duda, les ha amargado el día. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) les ha recordado algo que parecían haber olvidado: que el derecho a ser votado no es una concesión graciable, sino una garantía constitucional.
El 28 de febrero, con la misma naturalidad con la que un grupo de especuladores decide el precio de la canasta básica, la Junta de Coordinación Política del Congreso de Chihuahua, controlada por el PAN, decidió que 94 aspirantes a magistraturas judiciales simplemente debían desaparecer del proceso de elección en el Poder Judicial de Chihuahua. Sin necesidad de explicaciones convincentes, con la ligereza con la que se barajan cartas marcadas, la mayoría legislativa excluyó a estos aspirantes, asegurando que no eran aptos para la contienda del 1 de junio.
Pero el truco no salió según lo planeado. El TEPJF echó por tierra esta maniobra, concluyendo que la eliminación de aspirantes sin justificación viola flagrantemente los derechos político-electorales de los afectados. Porque, aunque en Chihuahua el derecho parece negociarse en mesas discretas, el Tribunal decidió que al menos en esta ocasión, la ley debía prevalecer.
La magistrada presidenta de la Sala Superior, Mónica Aralí Soto Fregoso, expuso que el Congreso atentó contra el derecho de los aspirantes a ser votados. Explicó que el procedimiento establecido en la ley demandaba que el listado de candidatos fuera sometido a votación de manera íntegra. Pero, ¡oh, sorpresa!, la mayoría panista optó por ignorar este pequeño detalle. No vaya a ser que un aspirante sin el visto bueno del Ejecutivo lograra infiltrarse en el Poder Judicial y, peor aún, intentara ejercer su independencia.
Los argumentos oficiales del PAN y sus aliados fueron, por decirlo suavemente, enternecedores. Alegaron que algunos perfiles estaban “demasiado politizados” o, peor aún, eran cercanos al exgobernador Javier Corral. En otras palabras, la politización es inaceptable si el aspirante es crítico del régimen, pero perfectamente normal si se alinea con los intereses de la gobernadora María Eugenia Campos Galván. Qué conveniente.
La decisión del Tribunal fue un golpe para el prianismo chihuahuense, que ya se frotaba las manos con la idea de tener un Poder Judicial a la medida de sus necesidades. La Sala Superior ordenó que los candidatos excluidos fueran reincorporados en el proceso y que el Instituto Estatal Electoral (IEE) reconociera su derecho a participar. Como un niño atrapado con la mano en el tarro de galletas, el Congreso no tuvo más remedio que fingir sorpresa y acatar la decisión.
Este episodio evidencia que en Chihuahua la democracia es un guion escrito en Palacio de Gobierno y ejecutado con la diligencia de un grupo bien organizado. La manera en que el Congreso intentó manipular el proceso de selección de magistrados demuestra que el prianismo no busca gobernar, sino perpetuarse. Controlar el Poder Judicial es un paso esencial en esa estrategia.
La mayoría panista sabía perfectamente lo que hacía al eliminar a los 94 candidatos. Con esta jugada, garantizaban que los magistrados seleccionados fueran aquellos con la venia del Ejecutivo. No vaya a ser que alguien con criterio propio llegara al Tribunal y decidiera impartir justicia sin consultar primero en Palacio. Eso sí que sería un problema.
El PAN y sus aliados han demostrado una vez más que la democracia y la justicia les resultan conceptos molestos cuando no juegan a su favor. Su estrategia era simple: manipular la selección de jueces para asegurarse de que el sistema judicial siga siendo un simple brazo de la gobernadora Campos Galván. Pero esta vez, el TEPJF no se prestó al juego.
Claro que este es solo un capítulo más en la larga historia de la manipulación política en Chihuahua. Falta ver cuál será la próxima jugada. La oposición puede celebrar una victoria, pero la verdadera batalla está en el ejercicio del poder. Y si algo ha dejado claro la gobernadora y su mayoría legislativa, es que están dispuestos a todo para no perderlo.