Son las 6:00 de la mañana. La Ciudad de México despierta con un murmullo inconfundible, un clamor que va creciendo a medida que el sol asoma tímidamente. Cientos, miles de personas, caminan rumbo a su cita con la historia, la reunión de este 6 de diciembre es tan importante para la izquierda mexicana, que parece destinada a ser memorada en los anales de la 4T.

El Zócalo, el corazón palpitante de la metrópoli, se prepara para recibir a sus hijos, esos fieles seguidores que han cruzado ríos y montañas para celebrar la llegada de la Cuarta Transformación al poder.

Las calles son un torrente humano. En el cruce de Reforma y avenida Juárez, el ambiente se electriza. Grupos de músicos, con sus acordes efervescentes, relucen en el aire. Los comerciantes, entusiastas, ofrecen a la muchedumbre gorras, banderas, calendarios y curiosidades que, sin duda, llevarán consigo como objetos de un culto renovador. Cada gorra con la imagen de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum es un estandarte de esperanza.

A las 7:30, la plancha del Zócalo es un mar de personas: al menos un 75% llena. Cientos de miles se congregan en el primer cuadro del Centro Histórico, arribaba de cada rincón del país, testigos ansiosos de un mensaje esperanzador.

Algunos acudieron vestidos de luchadores, como si se fueran a encontrar a Alejandro Moreno, el presidente del PRI al que ya nadie le cree, o a Ricardo Salinas Pliego, por si les toca cobrarle su adeudo millonario al SAT.

Largas filas serpentean por Venustiano Carranza, 16 de Septiembre, y otras calles colindantes. El aire se anima con gritos de entusiasmo, mientras familias enteras, como la de Cristina, que llegó desde Taxco, Guerrero, articulan su maravilla: “Nunca había visto esto tan lleno”.

En la periferia de la gran plancha de concreto, una botarga del ex presidente Léopez Obrador da vueltas, mientras adultos mayores que sostienen orgullosamente las banderas de México se suman al jolgorio. La risa de los niños que gritan “¡Sheinbaum!” se mezcla con porras que resuenan en el aire.

Este ambiente bullicioso, esta comunidad efervescente, es retrato fiel del México que se siente vivo, vibrante y lleno de expectativas.

La presidenta Claudia Sheinbaum emerge por fin, y el Zócalo estalla. Gritos de «¡no estás sola!» reverberan en el aire, una manifestación de apoyo que interrumpe las palabras de la mandataria. “Como debe ser, todas y todos los mexicanos debemos cumplir con nuestras responsabilidades ante la ley”, dice, mientras el sol sigue su camino y el calor se hace presente.

Alrededor, el folclor mexicano se manifiesta en formas inesperadas. La venta de agua y nieve se convierte en un negocio próspero, y los comerciantes saben que están alimentando no solo cuerpos, sino también una pasión política. Más de 600 mil almas han colmado el Zócalo; quizás un número superior al conteo oficial, pero eso ya no importa.

El sentido de pertenencia trasciende la cifra, se siente en el aire, al final del día, en cada abrazo, en cada mirada compartida.

Sheinbaum habla de un gobierno sincero, un anhelo de modernidad que debe surgir de las bases. “No se puede regresar al tiempo de los privilegios”, sentencia, y las palabras caen como un torrente refrescante sobre un pueblo sediento de justicia y equidad. “El gobierno está para servir al pueblo de México”, sostiene, y su voz se eleva, acompañada por el murmullo de la multitud.

En ese instante, se confirman las palabras de la presidenta. La realidad de un México genuinamente transformado surge frente a los ojos de todos.

Este Zócalo colmado, con su diversidad, su carga simbólica, representa una manifestación palpable de la lucha del pueblo. Aquí, figurantes y líderes, jóvenes y adultos mayores, artistas y trabajadores, todos encuentran su lugar.

La celebración es además de un acto festivo, un grito de vida, un mensaje al mundo que recuerda que la Cuarta Transformación no es una simple promesa, sino un proceso tangible y en marcha. Desde las entrañas más profundas de esta capital, los ecos siguieron resonando: “La izquierda está más viva que nunca”. Un grito, una realidad compartida, una historia que se escribe con la pluma de un renovado México.
Así, mientras el sol se estacional sobre el Zócalo, el Centro Histéorico es un sitio de encuentro, es un símbolo, una declaración de principios, un refugio para aquellos que creen que juntos, por fin, es posible construir un futuro justo y sin exclusiones. La 4T está aquí, y con ella, un México dispuesta a resurgir, orgullosamente.

