Había sido criada por la vengativa Juno bajo un roble, junto a la fuente Amimone, sólo para servir de provocación a Hércules. Matarla parecía imposible. Cada una de las cien cabezas, una vez cortada renace con igual ímpetu. Y la cabeza central ni siquiera puede ser destruida: es inmortal.
Mitología griega
Cerdos: La simbología desde Orwell, Waters,
Angry Birds hasta Flores Schroeder
Fue cuestión de cuatro horas atrapado en la lectura apasionante de la última novela publicada por Antonio Flores Schroeder. Esas cuatro horas se convirtieron en muchas más, pues el relato trajo a mi mente diversas analogías. Esto me hizo rememorar mi ópera prima, un estudio cultural sobre Angry Birds y el análisis de los cerdos como enemigos consustanciales de las aves. Al día de hoy no deja de perseguirme mucho de lo encontrado en el relato del juarense, con los sucesos cotidianos, con ese constante juego de poder presente en todas las estructuras existentes.
Hay algo que hoy punza mi mente de forma persistente: en Angry Birds 2, después de cierto número de niveles, se llega a uno llamado “Nivel de jefe”. En estos episodios la consigna es derrotar cuatro o cinco subcapítulos con construcciones antes de llegar a donde habita el cerdo jefe. Este cerdo es al menos cinco veces más grande que los comunes y se representa en tres variedades: el Chef, cuyo atuendo lo define; Bigotes, con su tupido mostacho, y el Rey, cuya alegoría es una corona. Una vez derrotados estos cerdos en los niveles de jefe, el jugador pasa a una nueva misión en un territorio distinto. Sin embargo, cada vez que se vence a un jefe, al finalizar el episodio, otro cerdo jefe se carcajea y huye en un barco volador, llevando consigo los huevos que han sido hurtados a las aves.
Lo descrito ocurre de forma cíclica, y los juegos adquieren un grado cada vez mayor de dificultad. Con esto podríamos emular los cambios que ha sufrido el poder hegemónico desde los imperios romanos y griegos, a través de las diversas formas que ha tomado el despojo y la desigualdad, hasta arribar a la oprobiosa suerte llamada neoliberalismo: la piratería del poder, el abismo que separa a la humanidad en el reparto de la riqueza. Lo mismo sucede cuando las cabezas de los cárteles criminales caen; su caída fortalece las estructuras, las vuelve más violentas y difíciles de derrotar. Así podemos observar un fortalecimiento de poderes que parecen extinguirse, pero que resurgen con mayor fuerza, ya sea dentro de una misma estructura o bajo un nombre distinto.
El juego Angry Birds parece infinito. Si alguna vez se llega al final, en cuestión de días un mecanismo de la aplicación devolverá vida y poder eterno a estos cerdos inmortales mediante las actualizaciones digitales. De esto también nos habla la novela del escritor juarense, solo que desde la óptica del periodismo y el análisis cultural de los juegos de poder en distintos ámbitos. Su narrativa es tan perturbadora que no deja un momento en que no desees continuar con el relato, formándote a la par diversas hipótesis, como lo harían los propios personajes. No está en mi ánimo revelar el argumento de Tony Flores; dejo esto solo como invitación para quien se acerque a una narrativa tan intensa, que deja mucho al arbitrio de quien la lea con la sospecha de que debe tener continuidad.
Por otra parte, me permito continuar con el análisis de por qué se fortalece el rey cerdo cada vez que supuestamente ha caído. Podemos encontrar en el renacimiento de los cerdos jefes una analogía al cumplimiento de un deseo, pues cuando este llega a satisfacerse, es reemplazado de forma inmediata por otro, y así, infinitamente. Esto da lugar a una insatisfacción permanente y recuerda el mito de Sísifo. El jugador de ajedrez, una vez vencido un rival, busca otro mayor; de forma gradual se enfrenta a batallas más feroces, a enemigos más audaces. Lo mismo sucede con el jugador empedernido: su motivación no es el deseo de ganancias pecuniarias, sino la simple necesidad de derrotar rivales, humanos o máquinas.
Lo anterior encuentra sustento en la exposición de Freud:
“La ilusión sustentada por un deseo insatisfecho ha sido ya señalada por nosotros como fenómeno característico de la psicología de la neurosis. Hallamos, en efecto, que para el neurótico no presenta valor alguno la realidad objetiva y sí, únicamente, la realidad psíquica. Un síntoma histérico se funda en una fantasía y no en una reproducción de algo verdaderamente vivido.”
(Freud, 1992, pág. 76).
La novela del periodista juarense da pie a un análisis psicoanalítico muy diverso. Quizá luego podamos tener alguna charla o artículo vertebrado por alguno de sus personajes. Si, como se deduce de la lectura, el deseo es insatisfecho, estaríamos en el supuesto presentado por Freud. Aquí encontramos síntomas neuróticos en el jugador del videojuego, encarecidamente dispuesto a derrotar a los cerdos jefes, aun cuando la lógica le marque que es imposible. Del mismo modo, el consumismo ha llevado a la sociedad a un estado de neurosis permanente, pues el capitalismo, en su afán de mercado, tiene como sello el deseo insatisfecho del comprador cautivo.
Podemos coincidir también en que la realidad psíquica es inherente a la realidad material u objetiva, como se señala en el texto: una es consecuencia de la otra y viceversa. Los síntomas histéricos y, dadas las condiciones actuales, el acceso ilimitado a dispositivos electrónicos, provocan una fusión imperceptible entre realidad y fantasía. La realidad psíquica se vuelve apenas diferenciable del mundo material, sirviendo al individuo como método de sublimación, donde la distinción deja de ser preponderante debido a la función de equilibrio y descarga de energía libidinal.
Por otro lado, si buscamos realizar una alegoría de la caída que sufre el jefe cerdo y su inmediata suplantación por otro más fortalecido, podemos hacer una inmersión en la vida pública. Diversos personajes, incluidos los capos del crimen, muestran que su voracidad va en aumento: pareciera que quien más daña a los ciudadanos es considerado el mejor en el arte de la estafa. De ahí nace el adagio popular: “Político pobre, pobre político”. Así lo han culturizado en sus círculos, haciéndolo motivo de mofa. La experiencia dicta que, cuando un poderoso cae, quien lo sustituye llega recargado y aumentado. Lo mismo sucede en la mayoría de quienes ostentan poder, sea legítimo o ilegítimo, en el ámbito público, privado o de los llamados giros negros.
Aplicando la lógica vertida en estas líneas, es necesario definir la concepción de la palabra “cerdo” y algunas de sus simbologías. Para ello, sirven los siguientes ejemplos:
- En la melodía War Pigs (Black Sabbath, 1970), cuyo título alude a los cerdos, la alegoría recae en los políticos: “Los políticos se ocultan lejos; ellos solo empezaron la guerra, ¿por qué debían salir a luchar? Ese papel lo dejan para los pobres… No más cerdos de la guerra en el poder.”
- En Rebelión en la granja de George Orwell, se ha conjeturado que la novela es una sátira del régimen de Stalin. Los puercos representan la clase política del totalitarismo, el poder hegemónico de la extinta Unión Soviética.
- Pink Floyd inmortalizó una melodía titulada Pigs (Waters, 1976). Para el escritor y líder de la banda, los cerdos encarnan la burguesía: la clase privilegiada que toma el poder gracias a la manipulación del resto. “Hombre grande, hombre cerdo, ja, ja, farsa que son… Y cuando su mano sobre su corazón, estás muy cerca de una buena risa… Con la cabeza abajo en la cabeza de cerdo, diciendo que seguir cavando.” Waters ha reafirmado recientemente cómo aún visualiza a los cerdos como símbolo de desafío al poder mundial.
- “Ese marrano come cacahuates pide pizarrín pero no invita a sus cuates.” (Molotov, Cerdo, 1996). En esta letra, el término alude a quien acumula sin compartir con sus iguales.
- La concepción de Flores Schroeder la dejo al aire, para no contarles todo sobre la reciente obra literaria.
No podemos sino coincidir en que quienes han sido influenciados por esta música, por la novela de Orwell o por la obra de Antonio, han hecho del cerdo una alegoría de diversos personajes de los ámbitos más insospechados: la obsesión por la autoridad, el apetito voraz y, no pocas veces, la corrupción. En mi experiencia, confieso que suelo usar este adjetivo, incluso mentalmente, para describir a todo personaje de la vida pública o privada que aprovecha su posición para acaparar lo que a todos pertenece.
El cerdo alude también al desenfreno de la actividad pulsional primaria: la gula, la suciedad y la descarga desmedida de los apetitos sexuales. En términos psicoanalíticos, podríamos identificarlo con la actividad pulsional del Ello.
En Angry Birds, tanto en los juegos como en la cinta y los cartoons, abundan los simbolismos. Red, el personaje principal —cuyo nombre significa “rojo”—, remite de inmediato a los llamados “rojillos”. Este color alude siempre a la rebeldía, cuyo simbolismo se gesta desde la Revolución de Octubre que permitió la transición de la antigua Rusia hacia la experiencia socialista de 1917. No es casual, entonces, que el protagonista sea Red, y que el pájaro más fuerte y devastador, Terence, comparta el mismo color.
En una parte del videojuego, al cargar el contenido, aparecen las aves iracundas portando una bandera roja con borde amarillo y, en su centro, una resortera. El simbolismo es evidente: la bandera semeja la del ejército rojo, el de obreros y campesinos, cuyo estandarte portaba la hoz y el martillo. Mientras el símbolo soviético alude a la unión de fuerzas, la resortera representa el impulso que las aves necesitan para volar y destruir a sus enemigos. Angry Birds posee, entonces, una maraña tremenda de simbolismos. Cada actualización conlleva nuevas alusiones, y sus constantes versiones invitan siempre al análisis.

