Con el reciente lanzamiento del tráiler de la nueva película del Joker, protagonizada por Joaquin Phoenix, es relevante destacar el impacto que la primera cinta tuvo en el público. Este personaje icónico ha logrado capturar el interés no solo de los cinéfilos y televidentes, sino también de los analistas y estudiosos. Desde una perspectiva psicológica, es interesante examinar aspectos como la identificación desde la percepción epistemológica del psicoanálisis.
Para esta tarea, me referiré a algunas lecturas sobre Batman, como la presentada por Slavoj Žižek (2012) en su análisis de la trilogía de Batman dirigida por Christopher Nolan. Žižek resalta aspectos que no son tan visibles para el público general. Un antecedente clave es la aceptación de los villanos en el universo de Gotham, basada en la idea de que Batman, o Bruce Wayne, protege los intereses de la clase dominante. En contraste, los villanos buscan el bien común y la emancipación de las masas, desafiando la lógica imperante.
Un elemento que a menudo escapa a los análisis es la identificación que el espectador forma con los personajes principales de estos filmes. Para profundizar en este tema, es necesario recurrir a los argumentos teóricos de la identificación.
Comencemos analizando las apreciaciones que hace al respecto el padre del psicoanálisis:
El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El varoncito manifiesta un particular interés hacia el padre; querrá crecer y ser como él, hacer sus veces en todos los terrenos. Digamos, simplemente, que toma al padre como su ideal. Esta conducta nada tiene que ver con una actitud pasiva o femenina hacia el padre (y hacia el varón en general); al contrario, es masculina por excelencia. Se concilia muy bien con el complejo de Edipo, al que contribuye a preparar (Freud, 1992, pág. 99).
Si bien la identificación se da en una primera instancia con la figura de los padres o una figura cercana al menor, ésta va mutando conforme la persona crece. Suponiendo que en gran parte los niños, jóvenes y adultos de hoy han crecido fuertemente influenciados por el cine, la televisión y los videojuegos, tenemos que esta identificación también se da en el plano simbólico. Es en este plano que tanto niños como adultos hacen descargas de energía psíquica mediante la sublimación.
Es común ver hoy niños cuyo principal atuendo diario es un disfraz de tal o cual personaje. El niño se está identificando ya con él, si entendemos que la realidad del niño se conforma por lo real, así como por lo imaginario y lo simbólico. El Yo se va configurando también con todas las identificaciones del menor. En palabras de Freud: “Sólo se discierne que la identificación aspira a configurar el Yo propio a semejanza del otro, tomado como [modelo]” (Freud, 1992, pág. 100).
Bruno Bettelheim (1994) ha realizado una investigación bastante interesante, en la que supone la superación de etapas de manera inconsciente mediante la lectura de cuentos de hadas. Queda expuesto que el niño debe identificarse con el personaje para lograr su cometido. Una vez que haya superado esta etapa, de forma inconsciente, la identificación con el personaje fenecerá.
Analicemos estas afirmaciones que realiza el psicoanalista al narrar sucesos durante la lectura de un cuento de hadas:
El hecho de que al final venza la virtud tampoco es lo que provoca la moralidad, sino que el héroe es mucho más atractivo para el niño, quien se identifica con él en todas sus batallas. Debido a esta identificación, el niño imagina que sufre junto al héroe sus pruebas y tribulaciones, triunfando con él, puesto que la virtud parece misteriosa. El niño realiza tales identificaciones por sí solo y las luchas internas y externas del héroe dejan en él la huella de la moralidad (Bettelheim, 1994, págs. 13 y 14).
En una lectura inversa, como propone frecuentemente Žižek, el niño en ese momento no es él mismo; en el plano simbólico, es un héroe. Posteriormente, del plano simbólico lo pasará al plano de la realidad material. Así, de forma inconsciente, el síntoma que dio lugar a estos sucesos habrá de desaparecer de la misma forma como apareció.
La identificación va mutando conforme los problemas existenciales del menor se presenten. Se hará latente con los personajes, sean de cuentos de hadas, héroes, videojuegos, cómics, películas y demás. Algo similar pasará con el adulto, pero quizás con mayores dificultades para superar etapas o neurosis. Esta identificación sólo le servirá para sublimar y, en el plano simbólico, realizar aquello que en la realidad material le impiden llevar a cabo sus propias represiones, ya sean culturales, sexuales, familiares o sociales.
Bettelheim realizó su trabajo específicamente en los cuentos de hadas; sin embargo, omitió señalar que el niño también puede encontrar una identificación con un personaje secundario, con un no héroe. Esto se deriva del síntoma del menor que, tal si el infante es un niño mimado con un apego muy fuerte a la madre, puede gustarle el cuento del Patito Feo e identificarse con alguno de los patos que no sufren ni son héroes. Quizás su argumento sería que aquí no habría etapas que superar, pero esta especulación nos aparta un tanto de nuestro análisis.
Volviendo a nuestro análisis inicial, es necesario apuntar entonces que, en Batman, más que en otras historias de superhéroes, los villanos cobran especial relevancia y, en muchas ocasiones, son más laureados que el mismo protagonista. Un ejemplo claro de ello es lo que ha traído en nuestro tiempo la película del Joker y ahora su segunda cinta. Existe alrededor del orbe un sinfín de fans que rinden tributo y apología tanto al Joker, como al Acertijo, al Pingüino o a Bane; los villanos son puestos a la par con su contraparte, y es con ellos con quien más se identifican los fanáticos. Aquí cabe la siguiente pregunta: ¿qué hace que los villanos suplan la identificación que los individuos debían sentir por Batman? Para tratar de contestar este cuestionamiento, citemos la opinión de Karthick:
El Joker, llamando a la anarquía en su forma más pura, críticamente subraya las hipocresías de la civilización burguesa, tal como existe, pero en sus opiniones es incapaz de traducirse a la acción de las masas. Por otro lado, Bane plantea una amenaza existencial para el sistema opresivo. Su fuerza no sólo es su físico, sino también su capacidad para comandar a la gente y movilizarla para alcanzar un objetivo político. Él representa a la vanguardia, el representante organizado de los oprimidos que promueve la lucha política en nombre de ellos para generar cambios sociales. Es la fuerza, con el mayor potencial subversivo, que el sistema no puede acomodar. Tiene que ser eliminado” (Žižek, 2012, pág. 3).
Es preciso inicialmente señalar que el villano favorito, aplaudido por las masas, es sin duda el Jóker, mientras que Bane no ha logrado alcanzar la fama que ha llevado a la cúspide a este primero; tampoco ha llegado al nivel de villanos tan recordados como el Pingüino o el Acertijo.
La identificación que logran los individuos con el Jóker radica en su individualismo, en que sus acciones son gobernadas por las pulsiones del Ello y en que el ideal del Yo no opera en su psique. Posee un narcisismo cautivador y no requiere de las masas, ni de la suma de personas, para detener la lógica que defiende a Batman. Por eso, el individuo narcisista por naturaleza encuentra en el Jóker la sublimación deseada; en cada acción o discurso del personaje, el individuo hace justicia en el orden simbólico y obtiene una descarga libidinal necesaria. Así, quienes se identifican con el Jóker son individuos revolucionarios, pero demasiado apegados a su narcisismo.
Por otro lado, están quienes se identifican con Bane. En ellos encarna la personalidad de quien busca la emancipación de la masa mediante la participación colectiva; Bane busca lograr la sugestión que nos mostró Freud (1992) y, para ello, hace gala de un liderazgo efectivo. Se puede afirmar que quienes se subliman con Bane son personas que buscan emancipar a la masa con la participación activa de la misma.
Analicemos estas palabras de Freud:
«Le bon reconduce todo lo extraño de los fenómenos sociales a dos factores: a la sugestión recíproca de los individuos y al prestigio del conductor. Pero el prestigio, a su vez, no se exterioriza sino por su efecto, que es provocar sugestión» (Freud, 1992, pág. 84).
Esta disertación de Freud describe a la perfección la condición de Bane y su carisma, pues su personalidad logra conectar a los individuos en la búsqueda de la ansiada emancipación; su pertinaz papel es provocar sugestión para que los individuos actúen en consecuencia. Bane es el líder de la masa; despierta a los ciudadanos del letargo que han naturalizado y alcanza el punto que inmortalizaron los héroes del silencio, cuando afirman que: “Todo arde si le aplicas la chispa adecuada” (Silencio, 1995).
Se puede conjeturar que aquellos que logran una identificación con Batman son personajes seducidos por la lógica imperante, que se sienten parte de la clase privilegiada que defiende a quien fabrica las armas por las que son sometidos. Son quienes han naturalizado la idea de que quienes tienen el dinero son los que dictan las reglas del juego y no desean emanciparse; ellos tendrán en Batman su héroe y su verdugo. Están sometidos, entonces, a un colonialismo o imperialismo cultural permanente.
Es de resaltar que los villanos de DC Comics han cautivado un importante sector de la sociedad, y que en gran parte de esta se halla implícita la ideología que comunican los personajes; incluso se ha logrado hacer una película con estos antihéroes convertidos en héroes: Escuadrón Suicida (David Ayer, 2016).
De esta manera, se puede llegar a la conclusión de que la identificación puede darse no solo con los héroes, y puede suceder, y muchas veces ocurre, que los verdaderos héroes resultan ser los villanos, aunque terminen finalmente perdiendo. Cabe aquí recordar aquella disertación escrita por Blake (2000) cuya referencia ha quedado expuesta en el epígrafe de este escrito.
Por tanto, se puede afirmar que no existen héroes, sino la interpretación de los mismos. El héroe es aquel con el que el sujeto se identifica. La historia generalmente lleva un sesgo implícito al llamar «súper héroes» a quienes, bajo un análisis crítico, resultan ejercer en contra de sus seguidores, lo que conlleva una disminución inminente de quienes entrarán oprobiosamente en una categoría de “enemigo.”
De todas estas consideraciones, se desprende un hecho importante: la industria cinematográfica que adapta los cómics, así como los propios cómics impresos. Es la reproducción de una lógica que favorece el status quo, implícita allí para ayudar a enajenar a la población y a favorecer las relaciones sociales y económicas existentes en el mundo. Esta última aseveración parece especialmente interesante para un análisis posterior, dado que no está alejada de los estudios de Para leer el pato Donald (Mattelart, 2002) de hace medio siglo; sin embargo, en este momento nos apartaremos del tema.
Con esta última precisión, podemos citar a Bettelheim, entendiendo que cuando se refiere a héroe no alude meramente al protagonista:
«Al oír por primera vez un cuento cuyo héroe es [bobo], un niño —que en su fuero interno también se cree tonto— no desea identificarse con él. Sería algo demasiado amenazante y contrario a su amor propio. Solo cuando el niño se sienta completamente seguro de la superioridad del héroe, después de haber oído la historia varias veces, podrá identificarse con él desde el principio. Y solo sobre la base de esta identificación podrá el cuento estimular al niño y convencerlo de que la mala opinión que tiene de sí mismo es errónea. Antes de producirse esa identificación, la historia no significa nada para el niño como persona. Pero cuando llega a identificarse con el héroe tonto y menospreciado del cuento de hadas, que acabará por mostrar su superioridad, empieza ya el proceso de concienciación de sus potenciales» (Bettelheim, 1994, pág. 128).
Podemos entonces acomodar lo dicho por el autor y afirmar que el sujeto no logra identificarse en primer lugar con un villano, pues eso es contrario a los dictados del ideal del Yo. Solo cuando el sujeto se hace consciente de que el héroe es realmente el villano, logrará una identificación; cuando realice un análisis de por qué el hombre de la pantalla es el Yo genuino y que la mala opinión que tenía de los villanos era solamente producto de una arbitrariedad cultural. Solo cuando logre identificarse con el villano, entendiendo que este antagonista posee los argumentos más sólidos y que su lucha es más real, es cuando el sujeto trasladará a lo real aquello que, por el momento, solo hace en un plano simbólico.