Una figura alta y delgada que se cierne en el horizonte de cualquier evento literario de Ciudad Juárez es la de Armando Molina Barraza, quien, con libro en mano, permanece de pie, estoico, a veces airado, pero siempre entreteniendo a niños y jóvenes con la lectura de grandes obras de la literatura universal.
Ha colaborado en revistas literarias y fundado colectivos de narración oral; en 2019 ganó el premio de poesía Voces al sol con La balada de Billy Ray. Ha publicado los libros En el jardín de los elefantes, Buenos días, anarquía y Ema García 3 abuelitas tenía, y actualmente es encargado de la Biblioteca Pública del Parque Central. Sin embargo, siempre que lo escucho presentarse, se presenta a sí mismo como cuentacuentos.
Para él, narrar historias es mucho más que leer en voz alta: es encarnar la anécdota, improvisar con técnica y establecer un vínculo íntimo con el público. “Un cuentacuentos es un actor sin teatro, un mentiroso profesional que transmite historias y hace imaginar al oyente”, explicó en entrevista.

Desde su trabajo en la Biblioteca Pública del Parque Central, descubrió en la narración oral una herramienta clave para acercar a la niñez a la literatura. Además, formar parte de una red de narradores le ha permitido aprender juegos, canciones y recursos escénicos.
Para Molina, la infancia es el origen de toda sensibilidad humana y, por ello, los cuentos son esenciales para comprendernos como sociedad. Próximamente, retomará sus presentaciones abiertas al público con el programa Quiquiriquí, además de participar en la Feria del Libro de la Frontera, donde los cuentacuentos tienen un lugar asegurado.
—Más allá de la obviedad del nombre, ¿cuál sería una definición más exacta, tal vez más extendida, de un cuentacuentos? Al menos en tu experiencia.
—Un cuentacuentos es un transmisor de historias, un actor sin teatro, un improvisador que se prepara y un mentiroso profesional. La oralidad permite encarnar la anécdota y hacer de la audiencia la imaginante perfecta. La participación de quien ve, pero sobre todo de quien escucha, es la otra parte de una escritura al aire, por decirlo de algún modo.

—¿Y dónde aprendiste o cómo terminaste enamorándote de este oficio?
—Como bibliotecario encontré en la narración oral el medio perfecto para comunicar a la niñez la emoción de la literatura en mi espacio de trabajo. Además, lo aprendí de alguien más, que es parte de la mística del cuentacuentos. Ser parte de una red de contadoras y contadores de historias es importante porque les aprendes técnicas, juegos, canciones, bromas y picardías, que son parte importante del hablador, como le llamó Vargas Llosa. Otra cosa es la emoción de estar ante un público vivo, que es como estar caminando en una cuerda floja: una actividad física tan fascinante como agotadora.
—Como escritor, he leído poesía y microficciones tuyas. Siempre hay una evocación a la infancia, una melancolía por los primeros recuerdos. ¿Crees que vaya de la mano con tu gusto por la narración oral?
—La infancia es el primero de los misterios de cualquier persona. Cómo un periodo vital tan breve se convierte en la beta de nuestros sueños, anhelos y pesadillas. Remontarse a la niñez propia es acudir al origen de todo; en ella puede encontrarse la fuente de nuestra creatividad, de nuestra empatía por el mundo y sus criaturas, pero también de la maldad más esencial. Reconocer nuestra inocencia como un lugar de claroscuros nos permite entender a los niños y niñas del presente como seres completos, como personas que están tratando de lidiar con lo absurdo del mundo, que necesitan escuchar y ser escuchados para entender la realidad que les heredamos. Creo que los cuentos son una verdadera llave maestra para abrir las puertas del entendimiento humano. No hay cosa tan humanamente básica como escuchar historias.

—¿Hay un lugar y horario para escucharte? ¿Haces este tipo de presentaciones en la Biblioteca del Parque Central, por ejemplo?
—En la Biblioteca Pública del Parque Central estamos enfocados en contar cuentos a grupos escolares y sociales que nos lo soliciten. Próximamente retomaremos nuestra actividad abierta al público que llamamos Quiquiriquí, y que anunciamos en las redes sociales de la biblioteca y de la Secretaría de Cultura Zona Norte. Además, la Feria del Libro de la Frontera es un espacio en donde los cuentacuentos siempre han estado presentes.