Ciudad Juárez vuelve a sentir el pulso de una vieja hazaña. En mayo de 2009, los Indios escribieron una de las páginas más inesperadas del futbol mexicano cuando eliminaron al Toluca, entonces campeón y favorito.
Como un equipo que aprendió a pelear desde abajo, Indios se hizo gigante en la frontera. Primero derribó a Chivas y luego frenó a los Diablos con un 1-0 que defendió con uñas, dientes y una fe que desbordaba la tribuna. Aquella noche, el balón fue un latido que marcó el ritmo de una ciudad que se negó a ser espectadora.
Hoy, dieciséis años después, la casualidad deportiva vuelve a colocar las piezas sobre el mismo tablero. Otra vez Toluca llega como campeón, otra vez el escenario es Juárez, y ahora son los Bravos quienes cargan la ilusión de repetir lo imposible.
El futbol, como la vida, a veces encuentra formas caprichosas de regresar al mismo punto, como si el pasado quisiera comprobar si la historia puede escribirse más de una vez.
El primer capítulo de esta nueva serie ya dejó su propia huella. Con personalidad y un futbol valiente, Bravos golpeó primero a los Tuzos del Pachuca en el Play In y aseguró su boleto a los cuartos de final.
Ese triunfo fue una señal. Como en aquel 2009, el equipo se plantó con determinación, dominó momentos clave, presionó alto y supo resistir cuando el partido se puso cuesta arriba. Si la memoria sirve como brújula, Juárez sabe que un 1-0 puede pesar como un plomo en la liguilla, pero también puede ser la chispa que encienda un incendio en territorio rival.
Este miércoles, Bravos vivirá en el Estadio Benito Juárez su primera liguilla. La ciudad, que ya sabe lo que es convertir la sorpresa en leyenda, tendrá frente a sí un espejo. Bravos, como Indios en aquel mayo memorable, enfrenta al campeón con corazón, con hambre y con una ciudad empujando desde la grada. El duelo de vuelta será el sábado en el Nemesio Diez, el infierno donde pocos sobreviven.

