Nuestra reacción ante la lectura está más
en la función de lo que sucede
en nuestro interior que del contenido del libro.
Bruno Bettelheim
No hace mucho que dialogaba con algunos colegas del ámbito de la psicología sobre cómo los memes han venido a traer un equilibrio psíquico para no explotar ante las diversas manifestaciones de síntomas neuróticos en el ámbito laboral. Resulta alarmante el nivel de burnout que prevalece en los más insospechados ámbitos laborales de nuestra sociedad; ya, en lugar de ser la excepción, parece ser la regla.
Resulta lícito traer al debate lo que describe el filósofo esloveno Slavoj Žižek. Nos cuenta que, durante décadas, ha circulado entre los lacanianos un chiste clásico para ejemplificar el papel fundamental del conocimiento del Otro:
“A un hombre que cree ser un grano de maíz lo llevan a una institución mental donde los médicos hacen todo lo posible para convencerlo de que no es un grano de maíz, sino un hombre; sin embargo, cuando está curado (convencido de que ya no es un grano de maíz, sino un hombre) y le permiten salir del hospital, regresa de inmediato, temblando y muy asustado: delante de la puerta hay una gallina y le da miedo que se lo coma. “Pero mi querido amigo”, dice su médico, “sabe perfectamente que no es un grano de maíz, sino un hombre”. “Claro que lo sé”, contesta el paciente, “¿pero lo sabe la gallina?””
Para el esloveno, el auténtico caletre del tratamiento psicoanalítico no basta con convencer al paciente de la verdad inconsciente de sus síntomas; también hay que conseguir que el propio inconsciente asuma esta verdad. En este sentido, el hecho de lo que retratan los memes en las diversas redes sociales, o los tan de moda reels que retratan todo aquello que los empleados sienten pero que no pueden manifestar por temor al desempleo, lo hacen mediante los procesos que en psicoanálisis se conocen como identificación, y en un plano simbólico pueden descargar la energía psíquica que les manifiestan las relaciones laborales. Así, al hacerlo mediante la mofa y el humor, hacen que se sientan vengados en un plano simbólico y que, de alguna manera, esta energía no se acumule ni tienda a generar episodios histéricos o ataques en los momentos menos oportunos de su realidad laboral.
Resulta alarmante el número de memes que se intercambian entre grupos de docentes, empleados de gobierno, del sector maquilador, del sector salud e incluso del ámbito de la salud mental; sin embargo, esto permite que exista una especie de equilibrio psíquico que les permite seguir adelante en sus diversos empleos y evitar que estallen huelgas o que los empleados pierdan sus trabajos por enfrentar a quienes jerárquicamente los llevan a estados de alteración psíquica, y que, en el mejor de los casos, traen como consecuencia episodios de ansiedad o depresión leves o moderados que son equilibrados mediante la sublimación, tanto con las redes sociales como con otras situaciones más.
En el chiste descrito por el autor esloveno, la gallina no es otra: el animal toma forma de sus deseos inconscientes, de lo real reprimido, por ende, de quien gobierna en su aparato psíquico. El psicoanalista Bruno Bettelheim nos ilustró que no es necesario que el sujeto haga conscientes sus miedos o sus represiones, sino que bien puede no hacerlo y superarlas de la misma forma en que estas se gestaron dentro del inconsciente. Es por ello que ahora las redes sociales, mediante el humor, juegan un papel preponderante para mantener a la psique en una especie de equilibrio que no derive en consecuencias psíquicas más complejas.
Para ello es necesaria una fuerte conexión con el plano simbólico, donde las personas se identifican con otro, y en la manera en que este otro supera y derriba sus barreras, el sujeto en su psique supera las etapas sin que para ello requiera haberlas hecho conscientes. Ya en 1905, a la par de que escribía sus tres ensayos de la teoría sexual, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, desarrollaba un estudio no muy conocido por muchos especialistas de la salud mental, y por ende, mucho menos por estudiosos de otras disciplinas. En El chiste y su relación con el inconsciente, el austriaco develaría esto que hoy traemos a colación, con un trabajo muy minucioso de cómo el humor era una válvula de escape, un mecanismo de defensa que dice mucho más de lo que podemos imaginar.
Analicemos otro ejemplo, ahora con la identificación mediante el televisor: a una persona que viene de una derrota en el ámbito futbolístico —su equipo ha dejado el alma en la cancha y el defensa ha dejado que abatan su portería— llega a casa con la derrota a cuestas. De pronto, enciende el televisor y ve que en el partido de su equipo favorito la defensa ha sido imbatida, impecable. Al final del encuentro, su ánimo ha vuelto a niveles normales y quizá hasta eufóricos. En este momento, lo que se pudo gestar como algo traumático fue superado mediante un proceso de identificación en el plano simbólico.
Así, el orden simbólico funciona como una terapia inconsciente, un espacio donde los fenómenos reprimidos se procesan y superan sin necesidad de hacerse conscientes. Sin embargo, esto no impide que muchos jefes en los centros de trabajo sigan sin visualizar que, debido a prácticas naturalizadas, continúan exponiendo a sus equipos a situaciones de burnout y a consecuencias difíciles de afrontar. Son efectos derivados de acciones que permanecen invisibilizadas o que, aun siendo evidentes, prefieren ignorar como si no existieran.

