ALEJANDRO CROTTO
LAS PALOMAS
Hay que ponerse rápido las medias
porque el piso de piedra está frío; en la cocina
desayunamos leche, pan con manteca y miel,
después salimos a cazar palomas
con nuestro rifle de aire comprimido,
mi hermano y yo con menos de once años
y con botas de goma, camisa gruesa a cuadros y balines
en el bolsillo –dos o tres,
los próximos a usar, van en la boca.
Vamos dejando huellas en la helada que empieza a deshacerse,
vamos alerta entre las ramas de los plátanos,
los altos eucaliptos, el nogal, las casuarinas,
los álamos del haras, la pileta,
un tiro cada uno, caminando,
señalando de a ratos las copas del otoño.
Después, detrás del lavadero, entre frutales,
las desplumamos y las destripamos:
sosteniendo en la izquierda el peso tibio
vamos sacando plumas con la otra,
las más largas y duras en la cola y el ala,
las fáciles del pecho, las cortitas
y oscuras de la espalda, las más suaves
en el flanco, debajo de las alas en la axila;
van quedando en los yuyos enredadas hacia el lado del viento,
pegadas en las manos, suspendidas del aire
cuando se arremolina de repente;
después vamos vaciando el cuerpo, mucho más chico
ahora en relación a la cabeza: primero el buche,
a veces con semillas de girasol intactas que se pueden comer,
apenas agrias, y metiendo con fuerza los dedos hacia arriba
donde termina el esternón, girándolos
dentro del cuerpo todavía caliente, agarrando y tirando para abajo,
arrancamos los largos intestinos y la panza, sacamos los pulmones
como una esponja rosa pegada a las costillas,
los riñones, el hígado, el quieto corazón,
que los perros atrapan sin que toquen
el suelo; en la canilla lavamos las palomas
y les cortamos la cabeza, las atamos
subidos a un banquito de la pata a un alambre hasta la noche.
Las manos queman por el frío del agua,
brillan los cuerpos en el aire, al sol; la vida
es material, y la materia
es difícil, sagrada.
LAS HEMBRAS SON CRIATURAS ASOMBROSAS
A cada vuelta sangran su furia de seguir vacías.
O las golpea el rayo que las pone
a fabricar más cuerpos en sus cuerpos.
Paren sus frutos frágiles, viscosos,
dan leche tibia.
Tierras de leche y miel,
miel con fondo de flores persuasivas.
¿Ves sus ojos, la fuerza que las tiene?
No hay nada más hermoso.
No vas a acostumbrarte nunca.
[…FRANCISCO. EL SERMÓN DE LA HORMIGA…]
Amigos, Dios es raro.
Es tan grande que es mínimo.
Él se alegra en el vuelo de una libélula,
en los puntitos negros de los pétalos rojos,
en el quejido del pichón desplumado,
en la textura ciega de la larva en su boca.
Y va a los túneles temprano a despertar a las hormigas.
La llama a cada una por su nombre de hormiga.
Ellas salen entonces desde la tierra al alba,
a las gotas gigantes de rocío.
Y yo les aseguro
que ninguna catedral es más grande que esta hormiga.
Esta hormiga que ahora se acicala
en la palma desnuda de mi mano.
Porque las catedrales las construyen los hombres,
piedra a piedra;
pero a esta hormiga, Dios.
Ninguna catedral está más finamente trabajada:
Una estructura
fiera
y delicada
entretejida
con carbón
y azafrán;
la cabeza
maciza
toda
pulida
y cada
antena
es una
oscura
manera
de captar,
de ir
percibiendo
el mundo.
Abajo,
el ojo
un fijo
punto
santo:
negrísima
milésima
de vida
concentrada.
Gota absoluta.
Toda
su vida
está entregada.
Carga feliz
su pasto
como Cristo
su cruz.
QUÉ ES EL AMOR
Supongamos que hay una escalera de oro:
tiene que haber entonces una hormiga
que sonríe y menea la cabeza.
Una gota de sangre cae en un vaso de agua
y mientras va de a poco abriéndose
caen una, dos, tres gotas más.
Algo adentro de algo,
algo al lado de algo,
algo encima de algo, con algo encima.
Lo que es muy grande y a la vez muy chico,
por ejemplo: una hormiga,
una naranja,
la luna.
Una semilla sueña adentro de un melón,
unos ojos abriéndose a unos ojos.
Y el agua se hace vino;
el vino, sangre.
Imaginémonos nosotros, cada cuerpo
y adentro el sol: una escalera de oro.
CANCIÓN
Esto en mí que soy yo y que no es mío,
esto en mí como el agua en el río.
Como el agua que pasa y que dura,
como el agua que nunca se apura.
Una música muda por dentro,
este pulso en el centro del centro.
Como el agua que dura y que pasa,
como el agua que nunca se atrasa.
Esto en mí, una sed que despacio
va creciendo a la vez que la sacio.
Esto en mí que soy yo y que no es mío,
esto en mí como el agua en el río.
…
El primer poema seleccionado pertenece a Abejas, el segundo a Chesterton, el siguiente a Francisco –un monólogo dramático, y los últimos dos a Quiero.
————————–

Alejandro Crotto (Buenos Aires, 1978). Publicó los libros de poemas Abejas (2009), Chesterton (2013), Once personas (2015), Francisco –un monólogo dramático (2017) y Quiero (2023). Publicó también una traducción anotada del Infierno de Dante Alighieri (2020), la crónica Final (2022), escrita con su hermano Marcos Crotto, y el libro de ensayos sobre poesía Los porqués de la rosa. Enseña poesía y traducción de poesía en la Universidad Nacional de las Artes y en la Universidad de Buenos Aires. Dirigió desde 2017 a 2025 la revista Hablar de Poesía.
———————————————-
LILIANA CAMPAZZO
4
Ya no soy joven
la vida ha emigrado
de este cuerpo
a otro
que está en una dimensión
adversa
o no está.
Los colores de la luz
al mediodía
impactan en los ojos
y cuando una lee
aparecen
reflejitos
o luces
de un poema
que no fue
voces inaudibles
murmurando
un verso ajeno
como si fuera lo único
después de un naufragio
al que le falta
el mar.
8
2022
Este año no vinieron los cauquenes
en invierno.
El campo está gris
áspero y reseco
ni siquiera llegaron las golondrinas
todavía.
La sequía ha dejado el río flaco
más oscuro que otros años.
Vi el primer fuego
de la temporada
hoy al mediodía
sobre la ruta Uno
cuando volvía a casa.
Tampoco nadie dice nada
de que hoy a caballo y con balas
entró la policía
a la comunidad de Quenquentreu.
Ni el satélite
ni la tele dicen nada.
Habrá fuego en las palabras.
9
al poeta Fritz
Hace dos noches que sueño con la casa.
Tiene una puerta de chapa al costado,
no es la puerta principal
esa, la principal,
se llama la puerta de adelante, es de madera
y está pintada de celeste.
La del costado es de chapa
quizás fue celeste
ahora está oxidada y alguien la ha doblado
de una patada.
Me dice un hombre
que han robado la casa
que vaya y revise
que no llame a nadie
que busque en los cajones
lo que queda
que lo guarde.
Ese hombre era un poeta.
Escribía versos en la cocina
de la casa de su madre.
Está muerto.
Era amigo del dueño de la casa.
Yo sueño esa casa, sueño con la voz
y las indicaciones que me da el hombre muerto.
La casa está un poco abandonada,
el pasto ha crecido
un musgo verde oscuro se sube al revoque
del muro del frente.
Su dueño no está
o está de viaje
en una cama de hospital.
El otro, el que me visita en el sueño
me da encargos, órdenes
que debo llevar a cabo
dentro de la casa que huele a libro.
Hay un ropero con cajones
todos desperdigados por el piso
ropas, papelitos, unas llaves
todo está revuelto.
Sólo la biblioteca esta ordenada
cada libro al lado de su compañero
todos los lomos en exacta simetría.
Ahora espero la noche.
Dejo la luz pequeña encendida
para cuando vuelva ese poeta muerto
a ordenar otra vez
mi sueño.
Estoy segura
que me pedirá que lea
cada uno de los cientos de libros
salvados de ese robo.
Que busque allí el germen
la palabra que anduvo tejida
entre los dedos
del que viaja hoy
en la cama de hospital,
me exigirá que encuentre ese talismán
para que el otro despierte
de una vez
y acabe el sueño.
10
Hay una especie de encofrado
que está afuera de una
como un armazón
o coraza
estuche
cáscara
no sé
eso de afuera
que aprisiona
encierra
oculta
clausura
a la muchacha que fuimos
adentro se revuela
se hamaca
levanta sus polleras
toca tierna sus pezones
cuando se mira
a través de las fisuras
y puede verse
reniega
sufre a veces
grita o llora
no quiere estar allí encerrada
las prisiones
las torres
los cajones
los cuartuchos oscuros
no son su casa.
**
1
Se podría comenzar el poema
diciendo:
“el año en que murió mi hermana”
Pero sería buscar un punto de apoyo,
un ancla, un puerto, un lucero
del alba que sustente
que le otorgue a lo que escribo
verosimilitud o algún tipo de certezas.
Lo cierto es que pasé meses
fuera de casa.
Tirando luces en la ruta
con mi auto
buscando una banquina
donde detener
el horizonte.
Debo decir ahora
que la mesa donde escribo
como y leo
es de pino ordinario
no tiene lustres ni encastres
artesanales.
Es una mesa ordinaria
para apoyar mi cuaderno
sin renglones
pretendiendo escribir derechito
un viaje lleno de curvas.
La montaña, la línea que corta
el cielo.
No hay amanecer.
No se atardece en la montaña.
El Velazco es un animal gigantesco
que en cualquier momento abre sus fauces.
No es para mí
esta montaña
no me conquista su arena brillosa
ni la pirquita
ni el oro de los tontos.
Ese oro que compró
mi hermana
un fin planeado.
Las manos de mi hermana
la forma de sus dedos
la manera de moverlas
ese señalar con todos los dedos abiertos
ese gesto irrepetible y suyo.
Su apacible tranquilidad
para decir cosas terribles
la soberbia escondida
en su voz de independencia
su susurro de “no quiero molestar”
cruzado en mi rutina.
Pasé meses fuera de casa
trasplantada de la costa del mar al sur
a la costa de los cerros al norte.
Las manos de mi hermana
no se parecen a las mías
la mesa de escribir tampoco.
6
Se podría decir
que soy un animal salvaje
pero tiendo mi cama cada día
en la casa cerca del mar
devoro alimentos en mis platos
y luego los lavo
uso medias abrigadas
me baño con asiduidad
sin embargo
no hablo casi nunca
del desierto
que provoca tu ausencia
o tu estar acá o allá
sin la huella de carbono
que lo muestra.
Desierto o mar
nacido de la huella
de un cometa que incinerado
pasó por aquí.
Queda un canto
o una confesión
que promete aún
a esta incrédula
el volverme a mi tierra de los vientos
a latirme segura entre los pastos
de la estepa.

Liliana Campazzo (Buenos Aires, 1959). Vive en la región patagónica desde 1977. Docente, coordinadora de talleres de escritura, de Educación por el Arte, de promoción y animación de la lectura. Participó activamente de proyectos de literatura en las provincias de Chubut, Río Negro, Santa Cruz y sur de Chile. Forma parte de Transversal, obra editada por el Fondo Editorial Rionegrino. Coordina espacios de actividades literarias para Bibliotecas Populares. Trabajó en la Biblioteca de la Legislatura de Río Negro desde el año 2005 hasta 2018. Su obra poética figura en diversas antologías chileno argentinas, en la publicación «Frontera Móvil» de la Editorial Carena de Barcelona, España 2014, en revistas literarias de México, Venezuela y Chile. Obras publicadas: Firme como el acaso– Fundación Banco Provincia de Neuquén 1991 De no poder– Feminaria revista de Creación para Mujeres 1992. Las Mujeres de mi casa– Patagonia Poesía Aisén –Chile 1998. Quieta para la foto-Edit. Simurg Buenos Aires 2003. Las voces de escritoras de la Patagonia– Ensayo Asociación Culturas del Sur del Mundo Chiloé 2004 Yuyo Seco-Editorial Limón, Neuquén, 2006. Escritos en el vidrio-Editorial Llanto de mudo- 2008 Córdoba. A boca de pájaro – Editorial Vela al Viento-Comodoro Rivadavia 2011. Los Poemas del Aire, un libro clase B- Vela al Viento Comodoro Rivadavia 2017. Material Sensible a la luz– Vela al Viento 2020. Fuera de juego-Editorial Espacio Hudson 2020. Los viajes de ahora– La Ballesta Magnifica 2021. Hotel Triunfo-Ediciones Las Guachas, 2024. Se encuentra en edición su libro de cuentos Los juegos de las nenas.
ENRIQUE SOLINAS
El comienzo
Es posible
que en un rato llueva
porque el olor
a tierra mojada
invade el aire
y a lo lejos
el eco de un trueno
se escucha,
como si se tratase
de los pasos
que nos llevan
hacia el porvenir.
Este instante
se ha repetido
tantas veces
a lo largo
de la historia,
de manera
distinta y distante,
porque no somos
los que fuimos
cada vez,
y cada uno
de nosotros,
volvemos
a escribirnos.
¿Qué música, qué poema,
qué idea, qué concepto,
surgirá de este instante
de penumbra,
donde todo es propicio
para nuestra
desaparición?
Suena un tambor lejano
con su ritmo creciente.
(Aquí todo es tristeza.)
Crece cada vez más
el corazón del trueno.
Ya no hay tiempo
para explicar,
es hora de partir.
Ya no es tiempo
de hablar,
la lluvia
ha comenzado.
Esa mañana
Nadie hubiera pensado
en lo que iba a suceder.
Los autos
atravesaban
la ciudad
y los caballos
recorrían
el corazón del tiempo.
Esa mañana,
nadie hubiera pensado
en lo que iba a suceder.
El gorro
con cabeza de perro,
nuestro constante
abrazo,
el cuadro del amigo,
las fotos y las risas,
luego
una siesta
y la noche que llega
con su boca feroz,
y la salvaje tormenta
del silencio,
que lo arrebata todo.
Porque esa mañana
–nadie hubiera pensado
en lo que iba a suceder
más tarde–
aconteció
la alegría
del desconocimiento.
Porque esa mañana
fue la última
mañana del mundo.
Luego comenzó
tu muerte,
la pesadilla
del fin de los tiempos
que no tiene fin.
En la quietud de este día
En la quietud de este día
algo pasará fugaz.
Soy duro
como el corazón del bosque
y frágil,
como una bomba de cristal.
Ahora,
escucha el silencio,
pasará su desvanecerse
en el aire,
pasará
el temor de estar vivo,
pasará
el resplandor del mundo.
Escucha:
en el momento exacto
siempre, siempre,
algo ha de llegar
y algo ha de partir,
para que todo sea.
**
Me preguntaste
qué estaba haciendo
ahora.
Te contesté:
Sueño y escribo.
Sueño
campos en llamas.
Escribo este libro
sobre nosotros
Despedida
Desde estos ojos
veo caer
el agua del deshielo,
bajo mis pies.
Las palabras se acaban,
como las palabras
acabo.
Todo se ha dicho
en el silencio
de esta tarde.
Mis pies
se mueven
y corro
como el agua
del deshielo.
Poco a poco, el invierno
se aparta y da lugar
al futuro,
para luego
volver a empezar.
Mientras tanto,
cada quien
conversa
con sus muertos
sobre lo que fue
y lo que será,
antes de que
la memoria
desaparezca
con el viento.
Corre el agua
del deshielo
bajo mis pies
y te dejo ir,
amor mío,
que me hiciste
tan feliz
con tu vida
y tan oscuro
con tu muerte.

Enrique Solinas (Buenos Aires, 1969). Escritor, docente, traductor e investigador. Desde 1989 colabora con publicaciones de Argentina y del exterior. Publicó: Signos Oscuros (Buenos Aires, 1995), El Gruñido (Buenos Aires, 1997), El Lugar del Principio (Buenos Aires, 1998), Jardín en Movimiento (Buenos Aires, 2003, y Perú, Lima, 2015), Noche de San Juan (2008), El gruñido y otros poemas (Antología poética, Buenos Aires, 2011), Corazón Sagrado (Buenos Aires 2014 y México 2015), Barcas sobre la zarza ardiente (2016), El Libro de las Plegarias (2019), El pozo y la cima (España, 2022); The way time goes and others poems / La manera en que el tiempo se va (USA, Antología poética inglés-español, 2017), Escrito a fuego (Usa, Antolgía poética para la comunidad latina, 2017), 时光就这样流逝 (traducción al chino de la antología poética The way time goes – La manera en que el tiempo se va, Shanghai, 2017) 时光就这样流逝 (traducción al chino de la antología poética The way time goes – La manera en que el tiempo se va, Shanghai, 2017) y Le grognement (traducción al francés de la antología poética El gruñido y otros poemas, París, 2021). En colaboración, Dificultades de la poesía (ensayo, 2010), Invocaciones –cuatro poetas en la voz del mito- (poesía, 2012), Antologías Argentinas – Intervenciones sobre el canon y emergencias del imaginario (Editorial Teseo, Buenos Aires, 2017). En narrativa: La muerte y su conversación (cuentos, 2007). Obtuvo varios premios, entre ellos, el 1er. Premio Nacional Iniciación Bienio 1992/1993, de la Secretaría de Cultura de la N. Argentina; el 1er. Premio Dirección General de Bibliotecas Municipales de Buenos Aires 1993; Mención en los Premios Municipales de la Ciudad de Buenos Aires a la Producción 1994/1995; Subsidio Nacional de Creación de la Fundación Antorchas, Concurso 1997 de Becas y Subsidios para las Artes y Subsidio de Investigación en Poesía Argentina Contemporánea, Concurso 1997 de Becas y Subsidios para las Artes; 1er. Premio Estímulo a la Creación, Año 2000, Secretaría de Cultura de la Nación, etc. Obtuvo la Beca de Residencia Shanghai Writing Program 2014, otorgada por el Gobierno de China a través de Shanghai Writing Association. Su obra forma de parte de antologías nacionales e internacionales, siendo traducido al inglés, al chino, al italiano, al francés, al griego, al rumano, al portugués y al talimi.

