A propósito de la Serie Mundial que se juega estos días en Estados Unidos —esa en la que los Dodgers y Toronto están regalando noches históricas—, vale la pena mirar hacia atrás y recordar a un pelotero que alguna vez llevó el nombre de Ciudad Juárez a los oídos del beisbol norteamericano. Hablamos de Teodoro Higuera, el zurdo nacido en Los Mochis, Sinaloa, pero que encontró su alma deportiva y su temple en los diamantes juarenses.
Mientras Shohei Ohtani y Freddie Freeman reescribieron récords en el Juego 3 —ese maratón de casi siete horas que ya se ganó un lugar en la historia moderna del beisbol—, muchos aficionados veteranos recuerdan a aquel lanzador que en los años ochenta hizo vibrar el estadio Jaime Canales Lira con su brazo zurdo y su serenidad en el montículo.
Higuera fue el gran novato que fue fue símbolo de una época dorada para los Indios de Ciudad Juárez en la Liga Mexicanas de Beisbol, el hombre que convirtió cada lanzamiento en una declaración de orgullo fronterizo. De 1979 a 1985 vistió la franela de los Indios y, en ese tiempo, dejó una huella imborrable porque se convirtió en el Novato del Año en 1981, campeón en 1982, líder de ganados y ponches en 1983. La ciudad lo adoptó, y él la representó con una dignidad que trascendió fronteras.
Le gustaban mucho los burritos de Ciudad Juárez y aunque vive en Los Mochis, siempre ha recordado con mucho cariño a esta frontera y a sus aficionados.
Su salto a las Grandes Ligas, con los Milwaukee Brewers, fue gracias a una carrera forjada entre el polvo, el calor y la tenacidad del beisbol estatal chihuahuense. Ganó 20 juegos en 1986, fue segundo en la votación del Cy Young y protagonizó un duelo memorable con Fernando “El Toro” Valenzuela en el Juego de Estrellas, donde ambos mexicanos colgaron tres ceros. Aquella tarde, México tuvo dos brazos que podían mirar de frente a cualquier potencia.
Pero antes de ser leyenda, Higuera fue constancia. Debutó en 1976 con los Faraones de Nuevo Casas Grandes, donde impuso récords y ponchó a 18 bateadores en semifinales ante los Mineros de Parral, una hazaña que le abrió las puertas de la Liga Mexicana de Béisbol. En Juárez encontró el escenario ideal para hacerse grande y la afición que lo arropó como uno de los suyos.
Hoy, cuando las luces del Clásico de Otoño iluminan a nuevas estrellas, recordar a Higuera es recordar una época en que el beisbol juarense exportaba talento, no solo entusiasmo. Su nombre une generaciones y demuestra que desde el norte, desde una frontera donde el viento sopla con fuerza, también nacen historias que desafían al olvido.
Y mientras en Los Ángeles Ohtani y Freeman se disputan la gloria, aquí, en esta esquina de México, evocamos al zurdo que un día soñó desde Juárez y lanzó hacia la eternidad.

