El escritor húngaro László Krasznahorkai fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura 2025 por una obra que, según la Academia Sueca, “reafirma el poder del arte en medio del terror apocalíptico”. Su escritura, densa y visionaria, lo ha consolidado como una de las voces más singulares de la narrativa europea contemporánea.
Nacido en 1954 en Gyula, una pequeña localidad del sureste de Hungría, Krasznahorkai ha desarrollado una literatura obsesionada con el colapso, la decadencia y la esperanza. La Academia lo define como un “gran escritor épico en la tradición centroeuropea, heredero de Kafka y Thomas Bernhard, marcado por el absurdo y los excesos grotescos”. Pero en su caso, esa desesperanza se equilibra con una búsqueda espiritual que lo llevó hacia las filosofías orientales y una prosa de ritmo casi meditativo.
De acuerdo con medios internacionales, su obra combina la desesperación de la Europa del Este con una mirada universal. En títulos como Satantango (1985), su primera novela, el lector se adentra en un paisaje rural corroído por la pobreza y la descomposición moral, una alegoría de los restos del comunismo que más tarde Béla Tarr llevaría al cine. Años después, con Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río (2003), el autor encontró una forma más contemplativa y luminosa: la historia de un monje que busca un jardín secreto cerca de Kioto. La Academia destacó de esa obra su tono lírico y su construcción a partir de la secuencia de Fibonacci, símbolo de orden y belleza en medio del caos.
Su más reciente novela, Herscht 07769 (2021), ha sido descrita como “una gran novela alemana contemporánea”, escrita en un solo aliento, donde la violencia y la belleza se enfrentan hasta volverse indistinguibles. Es, según la crítica, una parábola de Europa, entre la ruina moral y la obstinación por hallar sentido.
En una entrevista con la Radio de Suecia, el autor confesó que su motivación inicial para escribir era tan humana como contradictoria: “Sólo quería escribir un libro, no quería ser escritor, lo que no quería era ser nadie”. Y, sin embargo, tras décadas de minucioso trabajo, su obra se ha convertido en un espejo de la condición humana, de su cansancio y su fe.
“Mi vida es una corrección permanente”, dijo tras conocer la noticia del Nobel. “Estoy feliz y tranquilo, muy nervioso a la vez”.
El hombre que hizo del agotamiento una forma de lucidez, y del lenguaje una plegaria interminable, se alza hoy como el nuevo Premio Nobel de Literatura.