Esa noche nos despedimos a las tres y media de la mañana y aplicamos lo de “aquí se rompió una taza”.
La charla que tuve con la nueva vecina me permitió conocer más sobre ella, su hermana y el cuñado.
Ambos ocupan puestos directivos en diferentes maquiladoras, así que entre los dos facturan buen billete. Son ingenieros. (Sus salarios son altísimos; a cambio, no tienen vida propia… son absorbidos por sus cargos de mando).
Ella maneja una camioneta azul Mercedes-Benz de superlujo y a él lo he visto en una Cadillac Escalada color sangre. Supe por el guardia de la caseta del fraccionamiento que tienen una niña y una nana que vivía con ellos; el domingo era el único día libre que tenía la muchacha.
Pero la mentada nana se asustó por el COVID y salió huyendo, temerosa del contagio.
Así que los ingenieros se quedaron sin niñera y no tenían quién cuidara a la heredera… Por esos días entró en escena mi vecina, quien tuvo que “refugiarse” en Ciudad Juárez por culpa del coronavirus.
La hermana la mandó traer desde el lago Travis (Texas) para que cuidara a su sobrina; para animarla le ofrecieron un “sueldazo” y vivienda gratis.
Mi vecina llegó a la azotea, porque allá en el lago, el pueblo de Travis cerró todas sus actividades y ella rápidamente se quedó sin trabajo ni fondos. Así que tuvo que apechugar: dobló sus manos y aceptó venir a Juárez a cuidar a la niña.
Tengo que decirlo: mi vecina me llamó mucho la atención, por su belleza natural y porque es muy simpática. Tiene una charla agradable, se nota que tiene “mundo”; es perspicaz, astuta y bromea mucho. Sabe lo que trae.
Es de esas mujeres que confían en su estética, muy extrovertida y vanidosa, pero cae bien. No me atreví a preguntarle su edad todavía; yo le calculo unos 25 o 26 años. (Me imagino que con maquillaje se ve más espectacular… tipo femme fatale).
Intercambiamos números de celular para comunicarnos por WhatsApp. Me dijo que le mandara un mensaje cuando tenga planeado salir al patio a regar mis árboles frutales, para ver si podemos coincidir. (Si es de noche, mejor… sugirió ella). O sea que ya nos hicimos amigos.
Me contó que no dejó novio allá en el lago Travis y que está libre y disponible, pero que ahorita no quiere saber nada del amor.
A mí me la regó por estar casado y también por mi edad… Aunque dijo que para mis años no me veo tan fregado, a pesar de mi embolia. Que ella ha tratado con hombres de más o menos mi edad y ya están muy “destartalados” y gordos.
Dijo:
—No aparenta su edad… La embolia le sentó bien.
Y yo le contesté:
—Usted no canta mal las rancheras… Es una joven muy interesante. Con todo respeto.