Viajo sobre un territorio, por las sendas de este libro, un lugar que recuerdo como si fuera cierto. Camino por estos versos oscuros, a tientas, y de pronto Ruby Myers enciende la luz con imágenes cotidianas que nos llevan a descubrir elementos que adquieren otra dimensión: las camisas que extrañarán a quien dejará de usarlas porque ha muerto; la niña de cuatro años que lleva la cicatriz de una caída como advertencia de su madre, el consejo que nunca siguió; la manzana que se queja mientras el pelador le quita despacio la piel para que no le duela tanto.
Estamos frente a un poemario de hallazgos que surgen en los objetos, en su mayoría del hogar. La poeta muestra imágenes ingeniosas, por ejemplo, las alas de una ama de casa formándose con el vaho desprendido de la plancha. En estos versos podemos contemplar temas como la ausencia, la muerte, la soledad, el amor, la vejez, la infancia, la fatalidad, entre otros. La voz poética, en mi opinión, se muestra como: una “Silueta gris con vocación de sombra/ sola a la hora de encender las lámparas”.
Al descubrir las experiencias humanas en el discurso poético, me convierto en Benjamín, cerrando y abriendo una y otra vez el libro sin encontrar la salida, porque descubro lo que no viví y lo vivo como si fuera cierto. Como dice Volpi: las células espejo nos hacen vivir lo que no vivimos. Es así como Ruby nos conduce por las calles de Chihuahua, que adquieren cualidades humanas; por los escenarios de una casa que puede parecernos familiar, y, al igual que en el poema X, coleccionamos cucharitas y a veces nos convertimos en un dios que se ausenta al apagarse la luz de la cocina o se quiebra con toda su creación, como la punta de un lápiz.
En uno de los poemas, la voz poética se percibe como ave. La escritora polaca Wislawa Szymborska dice: “En el vestuario de la naturaleza/ hay muchos trajes/ traje de araña, de gaviota, de ratón de monte. /Cada uno, como hecho a la medida/ se lleva dócilmente/ hasta que se hace tiras”. En el poema de Ruby, la mujer pájaro se viste de una golondrina perdida en un mar de olas de arena y espejismos.
Y, retomando a Munro, a esta escritora que también habla desde el asombro en los objetos cotidianos, cito: “En cocinas a cientos y miles de kilómetros de distancia, observará cómo se forma una delicada piel sobre una cuchara de madera y su memoria se agitará, pero no acabará de desvelarle en un momento en el que parece estar contemplando un secreto a voces”.
¿Cuál es el secreto a voces que se oculta en Pero lo recuerdo como si fuera cierto? Como su título lo indica: el secreto a voces son los recuerdos inventados, los recuerdos que reviven, cito: “en memoria de agonías/ como una nube cargada de relámpagos”. Recorramos este territorio para descubrir nuevas sendas o rincones en los escenarios que crea la poeta. Quizá lleguemos al poema Engaño y descubramos que también necesitamos inventarnos una vida que engañe a la memoria.