Con Aurora y Los Rezanderos, esta última novela publicada en la editorial juarense Brown Buffalo, Isabel Castillo-Cortés mostró una fascinación por los escenarios rurales de la sierra de Chihuahua y que, aun viviendo en Estados Unidos desde hace años, se resiste a olvidar.
La autora, que ahora reside en California, visitó Ciudad Juárez para participar en eventos literarios de esta frontera y se tomó el tiempo para platicar con Poetripiados en un restaurante de flautas sobre la Avenida Jilotepec.
Naces en Coahuila, creces en Delicias, ahora vives en California. Sin embargo, tienes una historia muy ligada a Ciudad Juárez. ¿Por qué esta cercanía con la frontera?
Bueno, yo llegué directamente a El Paso porque me casé con un ciudadano americano y me mudé a Estados Unidos. Mi cercanía con Juárez se da porque, estando en El Paso, extraño mi cultura y extraño obviamente mi comida de Chihuahua —señala su plato de flautas—. Pero empiezo a conocer, primero que nada, la familia del papá de mis hijos que vive aquí, que es juarense, y empiezo a cruzar, a visitarla, y ya de pronto me empecé a mover en Juárez. Incluso viví dos años aquí, cuando me traje a mis papás de Delicias para acá.
Y actualmente sigues viniendo mucho la ciudad, ¿no?
Bastante. De hecho, ahorita que estoy viviendo en California, efectivamente, vengo a El Paso y cruzo bastante a Juárez. Muy seguido, sí.
Algo que llama mi atención de tus dos novelas, Aurora y Los Rezanderos, es esta narrativa del México profundo, muy rural. ¿A qué se debe esta fijación con el México rural siendo que ya has tenido una larga vida en Texas y actualmente en California, ¿por qué sigues escribiendo sobre el México rural?
Son varias las razones. Creo que la primera de ellas es que a mí me encanta la vida rural. Mis padres eran de una generación muy anterior y eran serranos. Mi madre era de la Sierra de Durango y mi padre de Sierra Hermosa, Coahuila. Mi infancia transcurrió mucho en el rancho de mis padres. Y mis padres tenían un español muy arcaico que yo adoro y recuerdo. Entonces, para mí, el lenguaje es una cosa… ¿qué te puedo decir? Deliciosa, que la disfruto enormemente. Las variedades y la riqueza del español me resultan muy… no sé cómo explicártelo, pero disfruto de las palabras, disfruto de estos vocablos y para mí, estando en Estados Unidos y escribiendo este tipo de español, es una forma de resistencia. A mí me ha costado mucho trabajo la transculturalización porque me considero mexicana hasta el tuétano, no sólo en el disfrute de la comida —señala sus flautas de nuevo—, sino en la cultura y, obviamente, lingüísticamente hablando. Me siento muy identificada con este lenguaje.
¿Entonces siempre has pensado escribir en español? ¿Nunca te cruzó por la cabeza mudarte al idioma inglés después de tantos años en Estados Unidos?
Jamás. Yo creo que, en la actualidad, hay bastantes escritores que están tratando de hacer, si habláramos musicalmente, un crossover entre las dos lenguas. A mí no me interesa. Amo profundamente mi lengua y mis raíces. Y no, jamás lo haría. He sido publicada en inglés, pero yo envío mis escritos en español y luego me los traducen, pero yo no los mando en inglés.
Después de estas novelas que has publicado, últimamente se te ha visto en eventos de lectura de poesía, has participado en antologías de poesía. ¿Por qué de repente te animaste a escribir poesía?
Fíjate que no escribo poesía, incluso no escribo poemas; escribo versos. De hecho, mi primera escritura, mis primeros pininos, fueron intentos de poemas. No fue lo primero que publiqué. Yo nunca había escrito narrativa, yo descubrí que era narradora cuando estaba estudiando la maestría, en un curso de literatura creativa. Pero realmente yo escribía versitos. De pronto gustaron, tenía hasta un club de fans, bien simpáticos, pero te estoy hablando de hace muchísimos años, cuando no existía toda esta publicidad que ahora puedes tener a través de Internet. Yo publicaba en El Heraldo de Chihuahua, en una sección que tenía los domingos y empecé a recibir correos y mensajitos de gente que le interesaba lo que yo escribía. Entonces, hasta la fecha, yo no me considero una poeta. Escribo, de alguna manera, intentos de poemas. Son narraciones poéticas para mí.
Entonces, ¿comienzas como poeta y después saltas a la narrativa?
Sí, y en la narrativa descubro todo un mundo de posibilidades que, obviamente, no encontraba en lo que escribía. Yo creo que ahí encontré mi voz literaria de alguna manera.
¿Te sientes más cómoda como narradora?
Definitivamente. A mí se me da mucho el detalle, el escribir con bastante precisión. Y yo creo que el poeta tiene esa maravillosa virtud de decir mucho en pocas palabras. Yo no puedo hacer eso.
Pero se viene un poemario de tu autoría, ¿no?
Sí, voy a sacar un poemario porque he escrito, te digo, muchos versos que tengo por ahí y quiero sacarlos, pero es por un gusto personal. No quiero que me llamen poeta, pero sí, quiero sacar este poemario. Sobre todo que es un poemario que viene muy fuerte en cuanto a su temática y cuestiones de eventos sociales que estamos viviendo. También voy a sacar un cuentario que, de hecho, van a salir a la par; el poemario y el cuentario.
¿Sigues dentro del México rural?
Algunos, no todos, pero algunos. Fíjate que es un cuentario que viene muy fuerte con la cuestión de las preferencias sexuales y la libertad que debemos de tener para aceptarlas y entenderlas.
Eso está muy relacionado con lo que sucede en Estados Unidos, ¿no? Sobre todo en California, donde vives.
Correcto, y fíjate que yo ya tenía una colección de este tipo de cuentos porque he vivido muy de cerca, con amigos y con familiares, lo que fue, en épocas anteriores, la tragedia de perder a personas por esta discriminación. De hecho, hace 5 años, uno de mis mejores amigos se suicidó y fue algo que me pegó muy, muy fuerte. Y sí, he escrito algunas cosas al respecto.
¿Y qué tal está la cuestión del lenguaje con la apertura de nuevos géneros?
Bueno, lo que pasa es que, en California, definitivamente hay una apertura enorme. Hay un gran conocimiento y una educación. Yo vivo en el campus de una escuela que es internado. Hay ocasiones que me confundo con tanta apertura, porque nosotros conocíamos el concepto del pronombre tú, él y ella. Y de pronto empiezas a tener que preguntarle al estudiante cuál es su pronombre correcto. Para mí resulta una confusión enorme y estoy trabajando en ello, pero yo creo que lo vamos aprendiendo poco a poco: aprendiendo a respetar, aprendiendo del amor al prójimo con toda su diversidad.
¿Y cómo sientes este choque de venir de una educación, tal vez, muy conservadora en el México rural, a esta libertad total? ¿Cómo crees que ha afectado a tu narrativa?
A lo mejor mi forma de escribir, no, quizás mi forma de ver la vida. Creo que siempre, desde muy pequeña, fui una niña que no me sentía que pertenecía al ambiente en el que estaba creciendo, como que sentía que no encajaba en la familia con la que estaba creciendo, que siempre fui la oveja negra o la uva morada, como le quieran llamar, pero era diferente y pensaba diferente y tenía una apertura total y absolutamente diferente a la que tenía mi familia, mi gente. Yo los amo y los respeto profundamente, pero siempre pensaba diferente a ellos. Tengo, por ejemplo, otro cuentario que está a medias, y tiene la temática de la migración. Estuve trabajando casi 4 años en un refugio de niños migrantes y tengo algunas historias que recogí y otras que, obviamente, son total y absoluta ficción, pero que, ¿sabes?, es posible que ocurrieran. Pues en eso estamos trabajando; me gusta observar el mundo que me rodea y me gusta, de alguna manera, expresar lo que pienso. Tú sabes, uno tiene su alter ego y de pronto manifiestas tu ideología en tu literatura.
Esta misma semana vuelves a California, ¿cuándo tendremos el gusto de verte en los eventos literarios de Ciudad Juárez de nuevo?
Bueno, constantemente vengo a Juárez, así que probablemente venga en diciembre, pero con agenda de trabajo yo creo hasta el próximo verano, en el 2026. Pero pues aquí me van a aguantar como tres meses y medio porque mis vacaciones son muy largas.