Hoy, hace 114 años, en lo que hoy conocemos como el Edificio de la ExAduana, se firmaron los Tratados de Ciudad Juárez, los cuales pusieron fin a la primera fase de la Revolución Mexicana y marcaron el inicio del fin de más de treinta años de dictadura porfirista. Un acontecimiento trascendental del siglo XX en la historia de México.
Se trató de acuerdos de paz entre las fuerzas armadas de Porfirio Díaz y Francisco I. Madero, tras la violenta toma de Ciudad Juárez por los ejércitos revolucionarios de Pascual Orozco y Francisco Villa. En dichos acuerdos se estipulaba que Díaz renunciaría a la presidencia a finales de mayo y que Francisco León de la Barra sería nombrado presidente interino hasta la realización de elecciones.

Desde la Toma de Ciudad Juárez, Francisco I. Madero estableció su gobierno provisional en esta frontera, convirtiendo a Ciudad Juárez en capital de México por segunda vez en su historia. Este gobierno sería reivindicado con la firma de los tratados y la posterior renuncia de Porfirio Díaz.
La primera ocasión en que Ciudad Juárez fue capital de México ocurrió en 1865, cuando Benito Juárez instaló su despacho presidencial en esta ciudad durante 210 días, como parte de su gobierno itinerante para refugiarse de la intervención francesa.
Los tratados fueron firmados por los representantes del gobierno federal del general Díaz, el licenciado Francisco Carvajal y el doctor Francisco Vázquez Gómez. Por parte de los revolucionarios firmaron el propio Francisco I. Madero y el licenciado José María Pino Suárez.

Los Tratados de Ciudad Juárez se conservan en su totalidad y en su versión original en los Archivos de la Nación, y hasta la fecha sigue debatiéndose su relevancia en los acontecimientos históricos del país.
Algunos estudiosos consideran que su firma fue un error por parte de Francisco I. Madero, ya que con ellos traicionó los principios del Plan de San Luis al negociar con el dictador y su gabinete.
Otros intelectuales afines a la revolución consideraban que, al firmar los tratados, Madero legitimó la continuidad de las instituciones que Porfirio Díaz erigió durante tres décadas, incluyendo la corrupción, el poder cíclico de las clases altas, el derecho de los hacendados sobre la tierra y la sistemática segregación de campesinos y obreros, quienes desde el inicio nutrieron los ejércitos maderistas.

Venustiano Carranza, quien años después ocuparía la presidencia, declaró que tras los Tratados de Ciudad Juárez, “Madero había entregado a los reaccionarios una revolución muerta que tendría que lucharse de nuevo».
Incluso Porfirio Díaz, tras su renuncia y antes de partir al exilio en Francia, lanzó su famosa y terrible advertencia: “Madero ha desatado un tigre; vamos a ver si puede controlarlo”.
Sea como fuere, la Toma de Ciudad Juárez y los acuerdos que le siguieron marcaron un parteaguas en la historia de México a principios del siglo XX.