Rigo Tovar, ícono de la cultura pop mexicana, dejó una huella imborrable en la música y en el imaginario colectivo del país. Nació en Matamoros el 29 de marzo de 1946, apenas dos meses antes de que Estados Unidos detonara la bomba atómica Baker bajo el agua. Con su estilo único y carisma desbordante, se hizo famoso por canciones que hacían bailar a todos los que escuchaban a su “Sirenito con cara de angelito”.
De acuerdo con diversas fuentes periodísticas, su madre lo nombró Rigoberto en honor a un trapecista del Circo Unión. Durante su carrera, se adentró en una amplia gama de géneros: rock, salsa, bolero, cumbia y prácticamente cualquier ritmo que se cruzara en su camino creativo.
Cuando tenía 10 años, el contexto social del país comenzaba a transformarse. Ese mismo año, el general Lázaro Cárdenas recibió el Premio Stalin de la Paz, una distinción soviética equiparable al Nobel.
Entre 1960 y 1979, Rigo Tovar brilló intensamente al frente de su grupo Costa Azul. Su primer gran éxito fue “Matamoros querido”, una canción que despertó el orgullo de los mexicanos por su tierra natal.
Rigo se destacaba en todos los escenarios. Irrumpía como un Jim Morrison tropicalizado, un artista que hablaba con el pueblo. Su sola presencia hacía brillar todo a su alrededor. Vestía trajes tejanos y usaba lentes oscuros Ray-Ban, una imagen que le confería una personalidad aún más radiante que el sol.
Participó en cuatro películas e incluso interpretó el tema que inspiró a la Selección Mexicana durante el Mundial de Fútbol de 1986.
El éxito llegó rápido, pero también las consecuencias del consumo excesivo de drogas. Para la década de los noventa, Rigo ya estaba “tronado”. Familiares, amigos y exparejas comenzaron a alejarse, dejándolo en soledad. De vez en cuando aparecía en medios de comunicación, no para recordar su gloria, sino para mostrar el deterioro y la locura que lo consumían.
Falleció el 27 de marzo de 2005. Sin embargo, antes dejó un testimonio inquietante de cómo lo acosaban sus propios fantasmas. El conductor matamorense Gil García Padrón lo entrevistó en una charla que pronto se desbordó cuando Rigo empezó a responder con frases sin sentido.
La entrevista duró apenas ocho minutos y es, en muchos sentidos, surrealista.
“Yo tengo en la línea a Yolanda Sánchez, y tengo también en la línea a mi papá Bill Clinton, a mi papá Bush, a mi abuelito Bush”, dijo Rigo, como si tuviera un chícharo en la oreja con el que se comunicaba con esos personajes.
García Padrón intentó traerlo de vuelta a la realidad, pero no lo consiguió.
“Yo tengo la voz de mi hermano Carlos Salinas de Gortari”, insistió Rigo, mientras el entrevistador, visiblemente desconcertado, no sabía cómo continuar la conversación.
“Cambiando un poquito el tema, ¿por qué no nos hablas de tus giras por México y Estados Unidos?”, propuso el conductor, pero Rigo ya no pudo regresar a tierra firme.
Más tarde, el cantante reconocería que “estuvo en las drogas”. A partir de ahí, todo lo que dijo escapaba a la lógica y a la realidad que rige el mundo de los “normales”.
Poetripiados te presenta la extraña entrevista, para que seas testigo de lo que ocurrió en esos últimos minutos de conversación.