Ante un Zócalo colmado de asistentes, Claudia Sheinbaum Pardo hizo historia nacional al convertirse en la primera mujer en encabezar el Grito de Independencia desde Palacio Nacional. La noche del 15 de septiembre de 2025 quedó registrada como la primera ocasión en más de dos siglos en que una presidenta dirigió la ceremonia federal, rompiendo una tradición que hasta ahora había pertenecido exclusivamente a los hombres.
El momento adquirió un simbolismo mayor al recordar que, aunque en la gesta independentista participaron figuras femeninas como Josefa Ortiz de Domínguez o Leona Vicario, el ritual del Grito siempre había estado monopolizado por presidentes varones. Sheinbaum, tras su triunfo en 2024, asumió este rol no solo como mandataria, sino también como representante de un cambio histórico en el liderazgo político del país.
A diferencia de otras ceremonias encabezadas en distintos niveles por alcaldesas o gobernadoras, esta ocasión trascendió por su carácter federal y por la imagen capturada en el balcón presidencial: una mujer ondeando la bandera nacional y pronunciando las arengas patrias ante miles de personas. Una estampa inédita que reconfigura el imaginario político de México.
Sheinbaum no solo cumplió con el protocolo; colocó a las mujeres en el centro de un acto que, desde hace 215 años, había sido reservado a los hombres, y con ello abrió un capítulo que redefine el significado de independencia en el siglo XXI.
Así fue la ceremonia
La presidenta antes de salir al balcón de Palacio de Gobierno, hizo una guardia junto con su esposo Jesus Tariba, ante una pintura de Leona Vicario, considerada una de las mujeres más destacadas de la Independencia de México. Vicario nació en un contexto histórico marcado por la Revolución Francesa y los cambios en la monarquía española. Hija de Gaspar Martín Vicario y Camila Fernández de San Salvador, quedó huérfana a los 18 años y bajo la tutela de su tío, el abogado Agustín Pomposo Fernández.
Gracias a su posición familiar, estudió Bellas Artes y Ciencias, desarrollando un espíritu crítico que la llevó al periodismo en publicaciones como El Ilustrador Americano. Su labor llamó la atención de los insurgentes, a quienes apoyó con información y recursos. En 1813 se casó con Andrés Quintana Roo, y ese mismo año fue encarcelada, aunque logró escapar.
Perseguida en varias ocasiones, Vicario se unió a las tropas de Morelos. Murió en 1842 en la Ciudad de México. Sus restos reposan en la Columna de la Independencia, símbolo de su legado histórico.

Después, ataviada con una falda larga de color morado, se encaminó rumbo al balcón para comenzar las arengas:
“¡Viva la Independencia! ¡Viva Miguel Hidalgo y Costilla! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva José María Morelos y Pavón! ¡Viva Leona Vicario! ¡Viva Ignacio Allende! ¡Viva Gertrudis Bocanegra! ¡Viva Vicente Guerrero! ¡Viva Manuela Molina ‘La Capitana’! ¡Vivan las heroínas anónimas! ¡Vivan las heroínas y héroes que nos dieron Patria! ¡Vivan las mujeres indígenas! ¡Vivan las hermanas y hermanos migrantes! ¡Viva la dignidad del pueblo de México! ¡Viva la libertad! ¡Viva la igualdad! ¡Viva la democracia! ¡Viva la justicia! ¡Viva México libre, independiente y soberano! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!”, arengó la presidenta antes decenas de miles de familias que le gritaron “presidenta, presidenta”, mientras disfrutaban de los fuegos pirotécnicos.
Con este acto conmemorativo, Sheinbaum continúa, tras casi un año de gobierno, consolidando un estilo propio. No solo como la primera presidenta del país en más de dos siglos, sino también como sucesora de Andrés Manuel López Obrador, quien instauró una forma de gobernar basada en la cercanía popular, la austeridad y la fuerza de los símbolos.
Seis años después, Sheinbaum alcanzó un triunfo aún mayor en las urnas, con la votación más alta de la historia. Hoy cierra su primer ciclo político con un índice de aprobación altísimo, superior al 73 por ciento de apoyo de los mexicanos, superior incluso al de su antecesor.