No importa que hayan borrado esa frase que solíamos ver al ir en dirección de sur a norte por la calle Fernando Montes de Oca hacia la Triunfo: “La poesía se voló la barda” de Arminé Arjona.
A lo largo de los años, esta frase ha sido más que una pieza de arte público; se ha convertido en un referente identitario de arte-acción desde la poesía, campo en el cual, y desde mi perspectiva, Arminé ha sido pionera en esta ciudad. Tras las diversas denuncias ciudadanas contra las violencias sistemáticas que nos afectan, se ha ido nutriendo nuestra memoria colectiva y las calles han sido el lienzo perfecto para la expresión de la poeta y activista y sus cofradías. Frases como: “Para una lluvia de balas un arcoiris de paz”, firmada por Arminé como una acción poética incorporando a Los Santos Días de la Poesía (LSDDLP) en 2012, también la de “Abrazos, no balazos”, “Tus muertas siguen vivas”, han marcado nuestra frontera.

La línea poética que comenzó como una idea de la artista, se fue trasladando a un corpus de obra que ha trascendido fronteras. Fronteras físicas y simbólicas, tal como la poesía misma sugiere.
Quizá sin intención, logró que su arte-acción se volviera un conjunto de piezas colectivas que surgen de la interacción con el espacio público. Me centro en “La poesía se voló la barda”, para entender la potencia de su poética. Esa frase se hizo nuestra, tanto en la lectura como en la interpretación, y aunque ya está borrada, su recuerdo seguirá desde ya en la memoria colectiva.

¿A quién o a quiénes dedicó Arminé este poema? ¿estos poemas?
Sus preocupaciones siempre se centraron en los seres sufrientes, los oprimidos, aquellos despojados de voz y dignidad. Con rabia, nombra a los opresores y miserables evidenciando la estructura criminal y corrupta que afecta a toda la sociedad.
Arminé se horroriza por las guerras y las crisis migratorias, pero más se horroriza ante la indiferencia de la comunidad que presencia todo lo que se vive, tolera todo el sufrimiento sin actuar en consecuencia.
Se hace de su voz poética para retratar el acontecer y nos entrega a través de una poesía libre, llena de sarcasmo y de humor negro, recursos que reflejan en su representación una realidad dolorosa, pero es la verdad. También nos confronta, nos sugiere, nos invita a cuestionarnos el mundo en que vivimos.

Aunque muchos piensen que Arminé escribía solo para audiencias locales, su mirada se extendió más allá de su Juaritos rifa. Volteó a ver a Ruanda en 1994, a Ayotzinapa, a Serra Pelada, a Gaza, entre otras geografías globales. Su poesía no solo toca el sufrimiento humano, sino que también denuncia el silencio cómplice ante el horror. En lo macro y en lo micro.
Conocer a Arminé es sumergirse en un torrente de emociones y empatía. No hay precedentes en mi contexto inmediato de alguien con su intensidad, tanto en su personalidad como en su escritura. Su poesía se convierte en un espejo que refleja un mundo desigual, donde la justicia falla y la bondad se desvanece en la desmemoria.

Al principio, pasaron años antes de que me enterara de la autoría de «La poesía se voló la barda». Después, conocí a Arminé y entendí que su acción no requería una firma individual, pues al subvertir el ego, su arte se convirtió en una fuerza colectiva que nos pertenece a todos.
Aunque su frase estuvo siempre en peligro de ser borrada, pareció resistir gracias a no entiendo qué fuerzas divinas. Su presencia en el espacio público a mi parecer, siempre generó respeto y simpatía entre los habitantes de la ciudad.

Esta condición de protección me hizo pensar en que la poesía lleva consigo un respeto inherente en todas las personas que gozan de la poesía en la comunidad. Me parece que las prácticas artísticas bajo las lógicas comunitarias en el espacio público generan mucho respeto y empatía en sus habitantes. Porque además sabemos que detrás de la poesía hay una verdad a cuestas.
I
Conocí a Arminé el 16 de enero de 2011, durante la marcha en repudio al feminicidio de la poeta Susana Chávez. La recuerdo como una figura fuerte y decidida. En un principio, la encontré apartada del contingente, colocando unas florecitas blancas llamadas nube y un crisantemo blanco en la puerta del lugar donde le fue arrancada la vida a Susana aquel 6 de enero. Vestía una chamarra beige tipo cazadora, y su rostro permanecía oculto bajo una máscara bicolor en blanco y negro, que le confería una apariencia fantasmal, empoderada y al mismo tiempo, profundamente triste. Aquel día, ella expresó su tristeza y su repudio, y junto con ella toda la comunidad que la acompañaba.

Era una poeta activista y, además, doctora especializada en acupuntura, lo que pronto le valió un gran reconocimiento en esta frontera. Sus libros y su trabajo artístico inspiraron y siguen inspirando a varias generaciones de mujeres creadoras.
Se la veía en las marchas, en los homenajes que recibió, en sus presentaciones de libros, en las ferias. Compré dos: Castigos en el aire y La piel del llanto, que tengo en mi biblioteca, felizmente autografiados por su autora. Itzelequiere, me nombraba. A cada cual nos asignaba un nombre creado por ella, en una suerte de constitución de dos o tres palabras unidas. Neologismo, algo parecido.
Recientemente, por cierto, me compartió por WhatsApp una imagen tomada de un texto suyo, donde al final, junto a su firma, como cierre de una carta, pone la palabra Itzeleabraza, cuando supo del fallecimiento de mi madre. Y cuando la fui a ver, me obsequió un bello poema: “La vida es un tren en una enorme trenza.”
II
En su poesía habita una empatía profunda, una crítica sin filtro sobre el mundo doloroso e injusto en el que vivimos. Describe con tal agudeza, sarcasmo y humor historias de narcos humanizados de carne y hueso, como tú y como yo en la casa, sin dinero, muchos hijos que mantener, intentando progresar en un mundo muy precarizado, con las mismas garras roídas y aceptando trabajitos que luego nos llevarán a imaginar mundos de bienestar y éxito posibles. Su narrativa es ampliamente contundente, corrosiva y punzante, llena de sátira y humor. En su poesía hay una seriedad tal que es clara, dura, contundente, política y subversiva. Insistir en el uso del recurso del sarcasmo y el humor nos da la posibilidad de sonreír en medio de un mundo fragmentado y evidentemente torcido. Lo vemos en sus Delincuentos, como en el titulado “La cosecha”, por ejemplo.
El uso del lenguaje en sus textos, los aforismos, los juegos de palabras, la creatividad en el sarcasmo, la conformación de su estilo personal nos obsequió magistrales neologismos armineanos, o, si se quiere, epigramas fabulosos, así se tratara de encontrarlos en una hoja en blanco, reciclada, o de la parte de atrás de una receta, un cartón reciclado de una caja de medicinas vacía, la contraportada de una agenda o toda una libreta de bolsillo, con la elección de color en los marcadores y las plumas necesarias para obsequiarlo a su interlocutor.

¿Quién de nosotros no guarda en medio de un libro o como separador un gráfico, un epigrama, algo en un cartoncito de estos de la poeta? Muchos, estoy segura. Toda su producción es de un estilo armineano, su propio sino armineano. De principio a fin, ella siempre estuvo produciendo.
III
Es complejo escribir un ensayo que intente hilvanar todo lo que podemos expresar sobre la poeta y su creación literaria; aún más complejo es hacerlo en pasado. Siguiendo este hilo de ideas, pienso en su poesía, que es inseparable de su manera de ver el mundo, de esa forma en que se implicó con la otredad, que también era ella misma. Su poesía es su propio espejo desde afuera, pero también se inserta en él, profundamente.
Su poesía es ella misma confrontada con un mundo desigual, donde la justicia parece fallar siempre, el olvido amenaza con llegar y la bondad del ser humano se desvanece en la desmemoria. Hablo aquí de la Arminé que, desde mi percepción, miró con un ojo punzante, una mente convulsa, un análisis crítico y un corazón doliente, sensible, pero también concreto, inteligente y fuerte.
Veo en su poesía una intención dialógica con el otro, pero también con su propia producción, por la forma en que fue concebida. Me explico: pienso en la necesidad de escribir en cofradía con la soledad. Me refiero, obviamente, al hecho de estar absolutamente a solas en el momento creativo. Lo comprendo porque lo experimento en mi propia forma de producir. Aclaro que también aludo al espacio idóneo en el que confluyen sus ideas e inspiraciones, porque esa es la condición misma de la creación: la soledad como oportunidad orgánica y única para hacerlo.

Son estos dos elementos —la introspección y el descubrimiento— los que Arminé nos induce, nos invita y nos provoca a experimentar cuando estamos frente a sus creaciones. Una vez más, trasladarlo a tiempo pasado.
Epílogo 1. El horror de la indiferencia
Dialogando con ella durante distintas temporadas, una y otra vez terminábamos hablando del genocidio en Ruanda más allá de los temas que aquejan reiteradamente a esta frontera como la crisis migratoria, el feminicidio, el narco.
Este dicdiembre pasado no fue la excepción. Arminé y yo volvimos a dialogar sobre ese genocidio y sobre la crisis migratoria y el incendio que ocurrió en el Centro de Migración aquí en la ciudad, ocurrido hace casi dos años. Volvimos a repasar el horror y además la indiferencia de la comunidad internacional. El problema de la representación de esas violencias seguía vigente en la conversación.
De inmediato comenzó a declamar de memoria unas líneas poéticas suyas sobre el genocidio en Ruanda:
“Ronda la muerte Ruanda
Ronda el machete
Caen en pedazos los tutsis
Árboles hartos les llaman
Pero también cucarachas
Hutus con armas atroces
No precisaron de rifles
Un odio negro que siega
ciega los ojos del mundo”
Lamentó que nadie hicimos nada, “los dejaron solos”. Luego se incluye en el nosotros: “los dejamos solos, pobrecitos”.
Comentó que estaba escribiendo en el poemario esa frase que repite una y otra vez:
“no me duele el mundo, me duele lo inmundo”– dijo con mucha fuerza y convicción. Asentí asombrada con la cabeza.
Me comentó que por las noticias supo sobre aquella ocasión en la que Rachel Corrie una chica de 21 años activista gabacha que se manifestaba en la franja de Gaza en contra de la invasión a Palestina en 2003, y que un trascabo israelí le pasó por encima. Ella los confronta pensando que se iban a parar y la aplasta. Arminé comparó esa muerte con una corrida de toros. Sus últimas palabras fueron “mi espalda está rota”.
“Resulta que estaban protestando en contra de la invasión de Palestina y un tipo con un trascabo se les deja ir encima, ves, entonces ella todavía pensando que se van a parar, los confronta y se enfrenta a ellos y el tipo le pasa por encima. Pero espérate, que ella iba como unos 40 minutos con un dolor, imagínate la partió, entonces, afortunadamente alguien tomó esa foto, que era tremendo. Yo recuerdo que la ví y lloré y lloré. Cómo podemos llegar hasta estas bestialidades, de pasarle a una niña un trascabo de ese tamaño, no… o sea, estuvo consciente antes de caer en coma, fueron los compañeros a ayudarle, y dijo eso: “Mi columna está rota” y esas fueron sus últimas palabras. La llevaron a un hospital y ahí murió inmediatamente. No había manera de salvarla, estaba deshecha, exactamente. Fue un evento que me marcó, terriblemente. Cómo podemos ser tan bestias, tan animales, y esto insultando a las bestias. Entonces después escribí un poema, se llama Faena de pena… Ahorita no recuerdo bien, pero ese está publicado en Juaritos Literario, y entonces termina diciendo”
[Mi columna está rota, musitaste
Esas fueron tus últimas palabras
La columna de lo humano sede rota
La columna de lo humano se derrota
La columna de lo humano cede rota].[1]
[1] Dictado por Arminé el 17 de diciembre de 2024, Hospital general, Ciudad Juárez, Chih.
Hablamos también de otros asuntos y comentó que una amiga querida le escribió y le dijo que había encontrado un poema en su cajón de sus recuerdos, y es uno de sus primeros poemas.
Se llama:
“Escasamente:
¡Qué poco entendemos de la vida!
Si la vida tan solo es un estado en el cual
Navegamos con medida
Hasta que nuestro reloj haya parado
¡Qué poco entendemos a los niños!
En su ajeno mundo de inocencia
Les vamos coartando su cariño
Para que vistan el traje de decencia
¡Qué poco entendemos a la gente!
Nominándolos realmente humanos
Si en realidad nos vemos diferentes
No sabiendo tratarnos como hermanos
¡Qué poco a los locos entendemos!
Soñando que poseemos la cordura
Manipulando la verdad como queremos
Sin saber que hay otro tipo de locura
¡Qué poco entendemos al poeta!
Aquel cuya palabra es rebeldía
Quizá fuera otra cosa este planeta
Si las guerras se pelearan con poesía.”
“No me acordaba que ella lo tenía, yo hace mucho que no lo recordaba, como fue de mis primeros trabajos, no lo desdeño porque creo que la reflexión sigue así, y ahora parece que estamos más escasos de escribir, ves”[2].
[2] Transcripción de conversación con Arminé el 17 de diciembre de 2024, Hospital general, Ciudad Juárez, Chih.
Hablamos de miel de abeja, por supuesto, y de guerra y de indolencia por los conflictos del mundo, y con esta nueva “iluminancia” entre medio, una vez más supe la certeza que siempre me regresa de una manera: los seres humanos vivimos entre lo bello y lo terrible del mundo.
Entonces, en la conversación comenzó a contarme sobre su libro preferido:
“Cuando fue la primera guerra mundial, la humanidad nunca había visto lesiones tan graves y mitigantes como las que se presentaron con las nuevas armas de los estúpidos hombres, aparte del gas mostaza, que maltrata muchísimo tanto a jóvenes y todo…
Hay un libro que me gusta mucho Sin novedad en el frente, de Erich María Remarque. Lo volví a leer. Desde el punto de vista de los alemanes, pero no dejan de ser humanos, más los jóvenes estúpidamente aniquilados por guerras de causas muy pendejas, entonces había médicos trabajando en hospitales improvisados en el campo, en Rusia, entonces Rusia además, tiene territorialmente la más rica variedad de mieles de todo mundo por la vastedad de su territorio, entonces alguien de los médicos de campaña, que trabajaban en condiciones muy cabronas, entonces para curar lesiones que no cerraban o eso, alguien tuvo la genial idea de combinar miel de abeja pura y mitad de aceite de hígado de bacalao o emulsión de scott, lo revuelves con abatelenguas, le pones a la persona, y cierra las heridas.”[3]
[3] Transcripción de conversación con Arminé el 17 de diciembre de 2024, Hospital general, Ciudad Juárez, Chih.
Epílogo 2
Llegó Julio el enfermero. Y entonces me lo presenta Arminé orgullosa, agradecida y amorosa como si de un hijo se tratara. Me comenta que le iba a hacer un dibujo de esa foto (que me mostró minutos antes de llegar él).
Y comentaron ¡que es la única foto que él tenía de su infancia!
Ella me la mostró de nuevo. Él solo sonrió mientras revisaba el medicamento, chiviado pero agradecido.
Llegó el fin de la visita y me fui.
Yo solo agradezco al infinito cosmos el haber coincidido en importantes momentos con esta mujer poeta, la poeta que nació el mismísimo día en que celebramos a la poesía en todo el universo.
El día 21 de marzo es el día de la poeta juarense que se voló la barda.

Itzel Aguilera (Chihuahua, 1971) Fotógrafa documental desde 1993 a la fecha. Curadora, tallerista, maestra de fotografía, madre y gestora cultural. Como fotógrafa ha expuesto en varias ciudades en México, Estados Unidos, España y Alemania. Becaria del FONCA en tres ocasiones y del PAEE-FONCA en 2000-01 para realizar estudios de doctorado en la Universidad de Barcelona, España. Ha publicado en revistas nacionales como La revista de Diálogo Cultural entre las Fronteras de México de Conaculta (1997), en la Revista Cuartoscuro (2021), en Cuadernos Fronterizos (UACJ) y en libros como 160 años de la fotografía en México editado por el Centro de la Imagen, Conaculta y Océano (2004), entre otros. Desde 2008 radica en Ciudad Juárez. Desde 2009 colabora con CEDIMAC. Desde 2021 su archivo documental de la comunidad menonita forma parte de Fotobservatorio Mx y desde 1998 su colección Tiempos de sol forma parte del acervo de la Fototeca INAH Chihuahua. Desde 2021 es miembro de Frontline Freelance México. Ha publicado en medios como The Nation, BBC Mundo, Newsweek en español, entre otros.
Coordinadora de exposiciones y actividades especiales en el Museo de Arte de Ciudad Juárez de 2023 a 2024. En 2023 obtuvo el Premio a la Gestión Cultural entregado en Cabildo, Ciudad Juárez. De 2024 a la fecha coordina el espacio cultural independiente Miciela estudio, desde donde gestiona, escribe, es mediadora lectora, además revisa y cataloga una biblioteca heredada. De ahí surge su proyecto Ex–Libris. Biblioteca en deconstrucción apoyado por el Fondo Transborder en su edición 2024-II y sigue en proceso.