Lo que en un principio parecía una broma más del expresidente Donald Trump, un comentario lanzado al aire con su característico desdén por las normas establecidas, comienza a transformarse en una posibilidad real: permanecer en la Casa Blanca hasta 2032, con 86 años, más tiempo del que cualquier otro líder moderno haya gobernado en Estados Unidos.
La edad, que fue un obstáculo insalvable para Joe Biden cuando dejó el poder a los 82, parece no afectar la determinación de Trump ni la devoción de sus seguidores, quienes impulsan la locura de una reforma constitucional para concederle un tercer mandato.
El expresidente, con su tono burlón, insinuó su intención al declarar: “Dicen que no puedo volver a postularme” y acompañarlo con una sonrisa sarcástica. La prensa estadounidense no tardó en reaccionar, analizando la afirmación no como un desliz, sino como parte de una estrategia más amplia para socializar la idea de un Trump perpetuo en el poder. Sus aliados, como el congresista republicano Andy Ogles, han llevado la fantasía a una esfera más tangible al proponer una enmienda constitucional que elimine el límite de dos mandatos presidenciales.
Los partidarios de esta idea no esconden sus razones: Trump es, según ellos y aunque usted no lo crea, el único líder capaz de revertir el supuesto declive en el que Biden sumió al país. “El liderazgo decisivo del presidente Trump contrasta marcadamente con el caos, el sufrimiento y el declive económico que han padecido los estadounidenses durante los últimos cuatro años”, dijo Ogles, convencido de que extender el mandato de Trump no es solo una opción política, sino una necesidad histórica.
Pero el camino hacia esa meta está plagado de obstáculos. Reformar la Constitución no es una tarea sencilla: requiere el respaldo de dos tercios del Congreso y la ratificación de al menos 38 estados, un desafío mayúsculo en un escenario político polarizado. Además, dentro del propio Partido Republicano surgen dudas. Si Trump logra romper el límite de dos mandatos, ¿qué impediría que un demócrata hiciera lo mismo en el futuro? El fantasma de Barack Obama sigue acechando a la derecha estadounidense y se convierte en una paradoja imposible de ignorar.
La edad también juega un papel clave. Durante la última campaña, los republicanos utilizaron la avanzada edad de Biden como una de sus principales armas en su contra, destacando sus lapsos de memoria y limitaciones físicas como pruebas irrefutables de su incapacidad para gobernar. Si Trump permaneciera en el poder hasta los 86 años, la historia podría repetirse con un giro irónico. Sin embargo, sus seguidores confían ciegamente en su energía inagotable, convencidos de que incluso en la vejez, el magnate sigue siendo la mejor opción para el país.
Más allá de la viabilidad legal de su continuidad en el poder, Trump persigue un objetivo claro: mantenerse en el epicentro del debate político, afianzando su imagen como un líder indispensable. Al equipararse con Franklin Delano Roosevelt, el único presidente estadounidense con más de dos mandatos, pretende cimentar su legado como una figura histórica, trascendiendo la política convencional para erigirse como un salvador de la nación.
Pero Estados Unidos ya no es la nación que permitió a Roosevelt permanecer en el poder durante 12 años. La democracia enfrenta desafíos distintos, y la mera posibilidad de un líder que intente prolongar indefinidamente su mandato genera profundas preocupaciones sobre la estabilidad institucional y el equilibrio de poderes. La idea de un Trump eterno, gobernando más allá de los límites establecidos, podría estar condenada al fracaso en términos jurídicos, pero sigue siendo un arma política poderosa. Su simple planteamiento cambia las reglas del juego y obliga a los demócratas a prepararse para una batalla política sin precedentes.
Lo que hace apenas unos años parecía una quimera ahora se discute abiertamente en el Congreso. La pregunta ya no es solo si Trump podrá postularse en 2032, sino cómo esta maniobra redefinirá la política estadounidense en los próximos años. Porque si algo ha demostrado el magnate neoyorquino es que su influencia sigue intacta, desafiando normas, reformulando estrategias y, sobre todo, asegurándose de que el país entero continúe girando en torno a su figura: Un Trump infinito.