La historia de Susana Alvarado, artista plástica originaria de Torreón, Coahuila, está tejida con pinceladas de persistencia, amor por el arte y una conexión profunda con esta ciudad fronteriza a la que llegó hace 30 años y de la que, como muchos migrantes, nunca más se quiso ir.

“Me he dedicado formalmente —y lo digo formalmente, porque anteriormente no lo tomaba tan en serio— desde hace 12 años. Pinto al óleo. Antes lo hacía con acrílico, pero el óleo me cautivó y me metí de lleno”, dice Alvarado, quien se describe como una artista autodidacta, aunque su formación incluyó un curso en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) que marcó el inicio de una nueva etapa en su camino creativo.

Aquel curso fue el parteaguas que la llevó a perfeccionar su técnica con base en la práctica constante. “He tomado dos cursos intensivos de tres días, pero el avance ha sido gracias a la práctica”, señala.
Su inclinación por el dibujo comenzó desde muy niña. Desde que tiene uso de razón, recuerda que le gustaba mucho sentarse en calma a dibujar.
“En la primaria los maestros me ponían a dibujar en el pizarrón o cuando hacíamos trabajo en equipo, siempre entraba al quite”, rememora.
Alvarado confiesa que el motivo por el cual no desarrolló su arte desde más joven fue el temor a la precariedad económica. “Eso de que el arte no deja dinero es cierto”, afirma con una sonrisa. Por ello estudió Ingeniería en Sistemas, una carrera que le brindó estabilidad económica, pero no llenó su necesidad de crear.
Reconoce que vivir del arte es complicado. Aunque genera ingresos, los primeros años suelen ser difíciles mientras se consolida una carrera artística. Las exposiciones le han dado cierta visibilidad y algunos ingresos, pero son los encargos posteriores los que realmente sostienen su actividad. En su experiencia, en Ciudad Juárez hay interés por la pintura, pero no tanto poder de compra. Sus principales compradores provienen del sur del país, de Estados Unidos —principalmente latinos— e incluso de Europa. Considera que fuera de México existe un mayor mercado, posiblemente por el nivel adquisitivo.
Pintar como escape y sanación
“El arte y la cultura son importantes para restablecer el tejido social”, asegura con convicción. Su obra busca transmitir paz y armonía. “Más que pintar algo actual, pienso que mi obra es más para dar tranquilidad”.
Especializada en el hiperrealismo, aunque con un amplio rango de estilos, Alvarado se siente especialmente cómoda pintando retratos de figura femenina, donde encuentra una forma de expresión interna. También trabaja con paisajes, bodegones y, más recientemente, se ha sumergido en el arte abstracto, disfrutando de la libertad de pintar de todo.

Pinta por las noches, cuando la calma le permite concentrarse.

“Siempre he sido nocturna”, confiesa. En esas horas silenciosas, una obra la ha acompañado durante años sin lograr completarla: “Es un cuadro de unas bailarinas de zamba. Quiero que tenga mucho color y movimiento y no lo he podido lograr. Lo guardo y lo saco una y otra vez”.
Esa obra inconclusa simboliza su antigua obsesión con la perfección. En otro tiempo, se empeñaba en que cada pieza fuera impecable, lo más parecida posible a las expresiones humanas. Ahora, dice entre risas, ha dejado atrás esa etapa. Tal vez porque la vista ya no le da para tanto; usa lentes y aun así batalla.

Hoy su prioridad ha cambiado. “Lo que más me interesa es que una pintura transmita algo. Que no esté vacía. Que te haga sentir. Hasta que no estoy a gusto con una obra, no la doy por terminada”.
Entre el duelo y la inspiración
Recientemente, el fallecimiento de su padre la detuvo en su camino creativo. Viajó a Torreón para acompañarlo en sus últimos días. “Sabía que tenía que trabajar en mi próxima exposición de septiembre, pero no podía avanzar”, comparte. Aunque se llevó lienzos para seguir creando, no logró pintar “ni una pincelada”.
Un legado artístico familiar
Susana proviene de una familia con sensibilidad artística. Su abuelo materno dibujaba, una tía paterna pintaba. Y ahora su hija continúa la tradición: “Ella pinta, dibuja, hace tatuajes y bodypaint. Es muy perfeccionista, muy realista, y no tomó clases especiales. A veces me ayuda con los encargos, sobre todo en detalles como la ropa”.

Con orgullo recuerda que, a los 17 años, su hija ganó un concurso nacional de bodypaint entre 500 jóvenes y fue a Estados Unidos a exponer su trabajo.
Próxima exposición
Alvarado expondrá su obra en septiembre en el Laberinto del Quinto Sol, ubicado en la calle de los Portales, frente al campo de golf del Campestre. La fecha exacta está por confirmarse, pero su mente ya está enfocada en completar las piezas que serán parte de esta nueva muestra.

Entre luces nocturnas, cuadros inacabados y memorias recientes, Susana Alvarado continúa buscando lo esencial en cada trazo: no la perfección, sino la emoción.
