A tan solo un día de que concluya el plazo dado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para la pausa en la aplicación de aranceles a productos mexicanos, la incertidumbre sobre la decisión final persiste.
En este contexto, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo llamó a la calma y la paciencia ante el comportamiento impredecible del gobierno estadounidense, un consejo que, aunque sabio, refleja la creciente frustración de los países que se ven constantemente afectados por el accionar unilátero de la potencia norteamericana.
Mañana, se espera que el gobierno de Trump decida si pondrá en marcha los aranceles de hasta el 25% que había anunciado previamente. Esta amenaza se basa en la alegación de que México no ha hecho lo suficiente para frenar el tráfico de fentanilo y la migración irregular hacia Estados Unidos.
Sin embargo, lo que parece una justificación para una nueva sanción económica contra México es, en realidad, otro episodio de una política exterior que se ha caracterizado por la intimidación y el control en lugar de la cooperación y el respeto mutuo.
México ha demostrado, a través de sus propias estadísticas, que está haciendo esfuerzos significativos para combatir el tráfico de fentanilo. Claudia Sheinbaum mostró datos del gobierno de Estados Unidos que revelan una reducción del 49.94% en las incautaciones de fentanilo entre octubre y enero.
Esto refleja el compromiso de México en la lucha contra el narcotráfico y pone en duda la validez de las acusaciones de Washington. Además, la mandataria mexicana destacó que 17 de los 29 detenidos por delincuencia organizada y enviados a Estados Unidos fueron arrestados durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, refutando la idea errónea de que la política de «abrazos, no balazos» representa impunidad.
Lo que está en juego no solo es una cuestión comercial entre dos países vecinos, sino una dinámica más amplia de injerencismo que Estados Unidos ha ejercido durante décadas en diversas partes del mundo.
Desde intervenciones militares en países del Medio Oriente hasta sanciones económicas contra naciones soberanas como Irán, Venezuela y Cuba, la política exterior de Estados Unidos ha sido históricamente una herramienta de control global. En muchos casos, la nación estadounidense ha utilizado su poder económico y militar para imponer decisiones que afectan la soberanía de otros países, sin tener en cuenta sus intereses legítimos.
Este comportamiento imperialista no es algo nuevo; es una característica intrínseca a la política estadounidense. México ha sido víctima de este intervencionismo durante décadas, siendo su economía altamente dependiente del comercio con Estados Unidos a través del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), lo que ha limitado la capacidad de México para diversificar sus relaciones comerciales.
La imposición de aranceles como medida de presión económica es solo un ejemplo más de cómo Washington intenta dictar las reglas del juego a nivel global, afectando a países con menos poder político o económico.
En este sentido, la presidenta Sheinbaum ha señalado la importancia de mantener la serenidad y paciencia, recordando que México está preparado para afrontar cualquier decisión que tome el gobierno estadounidense. No obstante, es innegable que la situación expone la vulnerabilidad de México y de otros países de la región ante el poder de una nación que, en lugar de promover el respeto mutuo y la cooperación, ha optado por imponer su voluntad sobre otros.
En respuesta a las amenazas de aranceles, Sheinbaum ha dejado claro que México tiene un plan A, B y C para afrontar cualquier medida que se anuncie mañana. Con firmeza, la mandataria ha resaltado que la unidad en México es clave para enfrentar la adversidad, e incluso ha expresado la posibilidad de una comunicación directa con el presidente Donald Trump si la situación lo requiere. Sin embargo, lo más importante es que el gobierno mexicano ha dejado claro que no se someterá a la presión de Estados Unidos. De aplicarse los aranceles, México tomará sus propias decisiones.
Esta actitud de resistencia es fundamental para garantizar la soberanía del país. A pesar de las amenazas de sanciones y aranceles, México debe reafirmar su autonomía y buscar nuevos caminos para fortalecer su economía sin depender exclusivamente de los intereses de Estados Unidos.
La búsqueda de nuevos socios comerciales en Asia, Europa y América Latina debe convertirse en una prioridad, ya que la dependencia de un solo país puede resultar peligrosa, especialmente cuando ese país tiene la capacidad de aplicar políticas económicas unilaterales que afecten a toda una nación.
El intervencionismo de Estados Unidos no es solo un desafío para México; es una cuestión global. El orden internacional que ha sido liderado por la potencia estadounidense durante más de un siglo está en crisis.
Cada vez más países están cuestionando el papel hegemónico de Estados Unidos y buscando formas de independencia económica y política. El creciente descontento con la imposición de sanciones y aranceles, y la participación de Washington en conflictos militares, está impulsando a muchas naciones a reconsiderar sus relaciones con la superpotencia.