La estrategia intensiva de vacunación contra el sarampión que actualmente despliega el Gobierno del Estado llega tarde, cuando el brote ya cobró vidas y se ha extendido a múltiples municipios. Lejos de una acción preventiva, lo que vemos es una respuesta apresurada que intenta contener una emergencia que pudo haberse evitado.
La semana pasada se confirmó la muerte de un niño de apenas dos años, originario de la comunidad Rarámuri en el municipio de Balleza, quien residía en el campo agrícola Nuevo Holanda, en Ojinaga. El menor murió a causa del sarampión, aunque también presentaba deshidratación y diarrea. Las autoridades aún no han confirmado si contaba con el esquema de vacunación. Su caso es una tragedia individual que refleja una omisión estructural: el abandono histórico de las infancias indígenas y jornaleras.
Hasta ahora, Chihuahua ha registrado oficialmente 9 muertes por sarampión y 3 mil 129 contagios, siendo Cuauhtémoc el municipio más afectado con mil 286 casos, seguido por Chihuahua capital con 584, Nuevo Casas Grandes con 190 y Ciudad Juárez con 90. La dimensión del brote revela que el virus no solo se ha propagado, sino que encontró en la desigualdad territorial y la baja cobertura de vacunación un terreno fértil.
Frente a este escenario, el gobierno estatal anunció que aplicará 487 mil dosis en 21 días mediante una estrategia intensiva que involucra a 95 brigadas compuestas por 354 personas. Se integraron elementos del Ejército Mexicano, el IMSS, el ISSSTE y brigadistas de doce estados del país, además del acompañamiento de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
El director del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia, Daniel Aceves Villagrán, celebró la coordinación entre autoridades y sostuvo que Chihuahua ha sido “ejemplo para otras entidades”. Pero el calificativo no resiste el contraste con los datos: un niño muerto, más de tres mil contagios, y comunidades enteras sin acceso previo a la vacunación.
La gobernadora Maru Campos instruyó que las brigadas lleguen también a campos agrícolas, donde viven jornaleros sin servicios médicos estables. El llamado a vacunar a niños de entre 1 y 9 años, incluso sin cartilla, llega ahora con carácter de urgencia. La duda persiste: ¿por qué no antes?
El despliegue actual puede ser eficiente, pero no borra la falla institucional de origen: la omisión de una campaña preventiva robusta y focalizada, particularmente en zonas rurales e indígenas. Hoy, Chihuahua corre contra el tiempo, no solo para contener un brote, sino para salvar vidas que no debieron estar en riesgo.