«Uno de los mitos, más extendidos de la última época de los regímenes comunistas
de Europa del Este era que existía un departamento de la policía secreta
cuya función era (no reunir, sino) inventar y poner
en circulación chistes políticos contra el régimen y sus representantes,
pues eran conscientes de la positiva función estabilizadora de los chistes
(los chistes políticos le proporcionaban a la gente una manera fácil
y tolerable de desahogarse, de mitigar sus frustraciones)»
Slavoj Zizek
Es de explorado conocimiento que los viernes, en Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, los carriles de las arterias viales sufren un congestionamiento excesivo. Cuando te diriges a alguna reunión de amigos, a algún festejo o simplemente al hogar, es común llegar enfadado y tender a justificar el retraso en virtud de la neurosis citadina. Esto ha venido en alza en nuestra época, y con ello han surgido una serie de necesidades en las diversas profesiones. Ya no es necesario ser un trabajador de la salud mental o alguna otra profesión que tenga un desgaste significativo para requerir cierta dosis de lo que hoy en día se conoce como autocuidado.
Sin embargo, dado que esto es algo solo conocido en el área de la salud mental y muchas personas desconocen estas técnicas, se hace uso de métodos alternos ampliamente conocidos por nuestra cultura: a veces una cerveza bien fría, una canción muy querida, una palmada del buen amigo o una pequeña broma tienden a relajar el momento. Esto lo podemos adscribir a la capacidad de sublimación teorizada en el psicoanálisis: desviar la energía psíquica producida por el malestar hacia un suceso experimentado como goce.
Así podemos entender a las personas que, después de un día tortuoso, al llegar al hogar tienden a salir a caminar, sentarse en algún mullido diván a ver televisión, escuchar música o buscar relajarse. Estos momentos no siempre surten el efecto deseado. Ocasionalmente, su capacidad se ve limitada y no tiene la suficiente eficiencia para controlar la carga emocional, desembocando en algún episodio de histeria, cuya intensidad tampoco es medible ni cuantificable.
Analicemos lo expuesto por Lacan, citado por uno de sus legítimos herederos teóricos, Slavoj Žižek:
Por la noche, está usted en el teatro, piensa en sus cosas, en el bolígrafo que perdió ese día, en el cheque que habrá de firmar mañana; no es usted un espectador en el que poder confiar; pero de sus emociones se hará cargo un acertado recurso escénico. El coro se encarga: el hará el comentario emocional […] Lo que el coro diga es lo que conviene decir, ¡despistado!; y lo dice con aplomo, hasta con más humanidad. Despreocúpese, pues incluso si no siente nada, el Coro habrá sentido por usted. Además, ¿por qué no pensar que, en definitiva, en pequeñas dosis, usted podrá acabar sintiendo el efecto, aunque casi se la haya escapado esa emoción? (Zizek, 2008, págs. 115-116).
El sujeto ha tenido un día fatal, y el día siguiente no se vislumbra menos odioso. Sabe a cabalidad que en su experiencia teatral encontrará un equilibrio emocional, en el cual las energías psíquicas logran un balance adecuado. La persona se va relajando, sin preocuparse por el motivo de ese bienestar; esto tendría, en efecto, un resultado sublimatorio.
El esloveno Slavoj Žižek, en un contexto más contemporáneo, expone que incluso no hay necesidad de reírse y exteriorizarlo, pues la propia televisión se encarga de ello. En ella, se encuentra una exposición del gran Otro lacaniano: un sujeto que va más allá del sujeto. El gran Otro relaja la condición del sujeto exterior, sin necesidad de entenderlo racionalmente, lo hace desde el inconsciente.
En la última época, han cobrado notoriedad los chistes de Franco Escamilla y de otros comediantes que hacen el llamado stand up. Al parecer, no solo un sector bajo de la población los disfruta, sino que estos comediantes gozan de gran influencia en nuestro país. Su modo de exponer el humor hace que, ocasionalmente, el espectador solo esboce una gélida mueca de sonrisa; sin embargo, el efecto de relajación es mayor. Mis actitudes y exteriorizaciones sufren alteraciones radicales: del enfado paso, en cuestión de minutos, a la algarabía.
Bajo la lógica lacaniana, podemos entender, verbigracia, que el hecho de que Franco Escamilla ría estrepitosamente de sus propios chistes tiene el mismo efecto que si nosotros lo hiciéramos en nuestra propia exteriorización. Por otro lado, el humor de Escamilla, al igual que el de la gran mayoría de estos personajes, se dirige a la cotidianidad de la vida. Esto supone una identificación con momentos y circunstancias que no nos son del todo ajenos; al contrario, parecen emanados de nuestro diario vivir.
Bajo otra perspectiva, también podemos deducir que el sujeto que asiste al teatro exterioriza sus actitudes en función de la cultura en la que fue “educado”. Sabe que existe una menor posibilidad de un ataque histérico en un evento donde se convoca a un público numeroso. Inconscientemente, es conocedor de que la presencia de otros hombres y mujeres limitará exteriorizaciones contrarias a la cultura, las cuales se desprenden de su identidad superyoica.
Siguiendo la enseñanza lacaniana, me atrevo a exponer que la relación dialéctica entre la persona y la letra-música de muchas canciones que apasionan a cada individuo en lo particular es también ambivalente (como lo sugiere el análisis relacionado con el epígrafe). Por un lado, puede manifestarse la multimencionada identificación, pero también puede tener un mero efecto sublimatorio, cuyas valías varían dependiendo del estado de ánimo de quien escucha. El caso en que, después de un día ominoso, oprobioso y estresante, alguien cante una canción en un jolgorio e imprima en ella intensidad puede derivarse del simple ejercicio de equilibrar las pulsiones, es decir, de sublimar.
Freud, en su construcción teórica de esta categoría, señala que la sublimación sigue siendo un proceso especial cuya iniciación puede ser incitada por el ideal, pero cuya ejecución es por entero independiente de tal incitación (1992, pág. 91). Esto lo podemos interpretar en el sentido de que la ejecución de la sublimación ocurre en función de las circunstancias presentadas. Si bien podemos aspirar a nuestro ideal yoico, la premura de equilibrar las energías psíquicas no puede esperar; de lo contrario, podríamos enfrentarnos a un ataque histérico o alguna otra manifestación de la neurosis.
De esta pequeña deducción, se puede dilucidar la interpretación dada por Erich Fromm:
Freud eligió el término sublimación para señalar esa extraña transformación que conduce de la represión a la conducta civilizada. Si el volumen de la represión es mayor que la capacidad de sublimación, los individuos se tornan neuróticos y entonces se precisó conceder una merma en la represión. (Fromm, 2005, pág. 30).
Un ejemplo más, si de aquello que ayuda a clarificar el momento de sublimar se trata. Es de explorado conocimiento que la clase política en nuestro país resulta cada vez más insoportable para el colectivo ciudadano; su desgaste pareciera ya no tener hacia dónde avanzar, y, sin embargo, el pueblo, lastimado y humillado, no logra accionar. Chomsky nos expone la paradoja de Hume:
El filósofo inglés David Hume señalo hace un par de siglos. En su teoría política señalaba la paradoja de que en cualquier sociedad la población se somete a los gobernantes, aunque la fuerza reside siempre en las manos de los gobernados. […] Los gobernantes solo pueden dirigir un país si controlan las opiniones, no importa de cuantos fusiles dispongan. (Chomsky, pág. 89).
Sigue existiendo un sometimiento por pasividad. Si bien la sociedad está harta, no utiliza la fuerza de la que está dotada. Discreparía con Chomsky en cuanto al control de las opiniones, dado que, con el auge de las redes sociales, los gobernantes difícilmente podrán lograr un control absoluto de estas. Incluso puedo asegurar que, cada vez más, se han deslegitimado las opiniones de los medios conocidos como oficialistas y de los periodistas adscritos a esta lógica. Creo que, hoy en día, el motivo por el cual el país se mantiene estático es atribuible más al efecto psicoanalítico de la sublimación. Ya no es, pues, el control de las opiniones, sino cómo el ciudadano controla sus impulsos y su energía psíquica para no estallar en una histeria colectiva.
Pondré tres ejemplos partiendo de mi lugar de residencia, exponiendo cómo el ciudadano logra sublimar sus pulsiones y mantener un equilibrio.
Recordemos que, hace ya algunos años, se eliminó el cobro de estacionamiento en los centros comerciales del municipio de Juárez. Estos cobros ilegítimos dañaban lastimosamente al ciudadano común y derivaron en una serie de inconformidades. Dado el avance de la tecnología, la gente logra equilibrar sus impulsos desfogándose en comentarios en la red, “mentando madres”, y lo más tangible: “haciendo memes”. Al hacer mofa del alcalde, el ciudadano siente haberse vengado del munícipe, su energía psíquica se equilibra y no estalla un alarido social. Ciertamente, ahora ya se logró eliminar ese cobro casi en su totalidad, pero el gran equilibrio psíquico, en su momento, se logró no en el plano de la realidad, sino mediante medios alternos.
En un segundo escenario, observamos cómo, en el estado de Chihuahua, los municipios ardían en violencia y, en su momento, cierto titular del Ejecutivo se dedicaba a correr y jugar golf (incluso algún ingenioso le dio el mote de “Gobernagolf”). La corrupción seguía siendo la constante, y no existía obra pública a un año de haber tomado el ejercicio del poder. El gobierno fue incapaz de mantener siquiera un equilibrio en las opiniones y se vio rebasado en este aspecto. Incluso existió una guerra abierta entre el gobierno y los medios de comunicación (el también llamado cuarto poder), pero lo visible es que la sociedad no estalló. Por un lado, el gobierno estatal realizaba un evento cultural de mediana categoría, prácticamente gratuito, que dejaba a los amantes del arte un sabor de equilibrio inconsciente. Sin embargo, el equilibrio mayor vuelve a ser la revancha ejercida por el ciudadano en las redes sociales. Si, por casualidad, se googlea el nombre del Ejecutivo estatal de ese tiempo acompañado de la palabra “memes”, se obtendrá una cifra alarmante de material humorístico, el cual, a mi parecer, es el principal elemento que otorga el equilibrio social en la entidad, a pesar de los aumentos de impuestos, la carencia de obra pública y la excesiva ostentación de los funcionarios.
Del tercer ejemplo a exponer, basta recordar cuando el expresidente Enrique Peña Nieto afirmó «menos» aludiendo a un número mayor, un ejercicio sublimatorio propio que quedó presente en la mente de todo el país, haciendo referencia a que cinco es menor que uno, cuyo artífice principal fue el mismo Ejecutivo federal.