El motociclismo es una actividad que suele ser atractiva para un amplio número de personas; frecuentemente genera una especie de fascinación y no es de extrañar que la cantidad de motociclistas aumente sistemáticamente.
Las motocicletas ofrecen gran versatilidad en su uso, sus funciones varían y se conjugan; por ejemplo, desde ser una herramienta de trabajo, un medio de trasporte local hasta un recurso para viajar. Entre las diferentes opciones de uso, la práctica del motociclismo se distingue por ser adoptada como un estilo de vida; es decir, es una experiencia que llega a determinar la propia visión de lo que es vivir, por lo tanto, es posible que haya tantos estilos como practicantes. En el motociclismo no hay parámetros rígidos que (de)limiten esta actividad, ni a quien la practica, quizá eso sea parte de la fascinación que de ella se desprende.
En otras palabras, la experiencia del motociclismo tiene un significado diferente y particular para cada persona que la lleva a cabo. También hay una evocación, me atrevo a decir que universal, que las mujeres y hombres motociclistas asocian al hecho de andar en moto, me refiero a la idea de libertad. Cuando se pregunta a las y los motociclistas por qué les gusta andar en moto, la respuesta, más o menos común, tiene que ver con la idea de libertad; así, libertad en general, la cual deja de ser una abstracción para convertirse en un hecho muy concreto, según el particular contexto de cada uno.
Esta evocación de la libertad se refiere, sobre todo, a una sensación generalmente no arraigada a un concepto específico. Sin embargo, al practicar una actividad asociada a la libertad, se otorga un elemento extra de valoración social a las personas motociclistas; esta valoración no sólo se otorga entre quienes integran la comunidad motociclista, sino incluso desde fuera de ella.
Si la sensación de libertad (como un aspecto humano fundamental) es central en la práctica del motociclismo, surgen variadas preguntas a partir de ello: ¿Quiénes tienen acceso a dicha práctica? ¿Es una actividad exclusiva para algunas personas? ¿Por qué la mayoría abrumadora de motociclistas son hombres? ¿Qué determina que una actividad fascinante sea practicada sólo por unas cuántas mujeres?
En México, por fortuna, ha aumentado la cantidad de mujeres que “andan en moto”; esto es un cambio reciente. Sin embargo, la proporción entre hombres y mujeres está muy desequilibrada. De igual modo, no existen estadísticas sobre el número de motociclistas desagregado por sexo; conocer el sexo de las personas propietarias tendría un sesgo mayúsculo, ya que es muy común que las motocicletas no estén registradas a nombre de las mujeres (como pasa con otras propiedades: tierra, inmuebles y automóviles). Del número de mujeres motociclistas, sólo se tiene una referencia indirecta a partir de su participación en espacios bikers, como en su momento lo fueron los foros virtuales y, en la actualidad, las redes sociales y los eventos masivos. Con esas referencias, aunque limitadas, se hace evidente que, de los últimos 25 años a la fecha, las mujeres han aumentado su presencia en el motociclismo y, aunque parecieran muchas, cuando se ponen en relación con el número de hombres, la proporción es evidentemente menor, y ésta disminuye aún más al comparar las grandes ciudades con urbes más pequeñas, pueblos, comunidades y zonas rurales.
Recapitulando, en una actividad como el motociclismo, que evoca un sentido de libertad, al que suelen aspirar la mayoría de las personas, ¿por qué lo practican tan pocas mujeres? La respuesta está en la falta de igualdad entre mujeres y hombres: no hay igualdad social, no hay igualdad económica, no hay igualdad en el ejercicio de derechos.
En el discurso de los derechos humanos, la igualdad es un principio que pretende evitar que las diferencias en las condiciones humanas se conviertan en injusticias. En este mismo marco, la igualdad no se refiere a que las personas son o deben ser iguales entre ellas, sino a que todas tienen, o deberían tener, iguales derechos e iguales oportunidades para el ejercicio de estos.
A la fecha, las diferencias entre personas (y grupos de personas) siguen siendo origen de graves y profundas injusticias y desigualdades; destaca en este sentido las desigualdades entre mujeres y hombres (desigualdad de género). En el marco de los sistemas patriarcal y capitalista, que definen el orden mundial, ninguna praxis humana representativa se escapa de reproducir desigualdades entre mujeres y hombres, y el mundo del motociclismo tampoco escapa a esta dinámica.
Las mujeres y hombres tienen diferentes pero muy claras exigencias sociales que les determina su vida, incluso antes de su nacimiento (roles de género). Estas exigencias diferenciadas, según el sexo de las personas, entre muchos otros elementos, generan desigualdad en todos los ámbitos de la vida humana.
El problema de las desigualdades, muy especialmente la desigualdad de género es profundamente complejo, y todos los frentes para combatir dichas desigualdades son importantes y valiosos, de ahí que el mundo del motociclismo tiene un enorme espacio de oportunidad. Y es que entre la comunidad biker, resalta el sentido de “hermandad” entre sus integrantes, esta hermandad es motivo de orgullo y efectivamente se práctica de diferentes maneras, básicamente sobre el principio de siempre garantizar apoyo a todo hermano biker que lo necesite. ¿Y las hermanas? ¿Las mujeres?
¿Dónde está este sentido de solidaridad, cuando abundan en la comunidad las mujeres copilotas que son invitadas (o aceptadas) a andar en moto, sin el mínimo equipo de protección adecuado? De no ser obligatorio el uso del casco, ni eso se les proporcionaría. Abundan los casos de mujeres motociclistas a las que no les es permitido salir a “rodar” si no es con el novio o esposo; abundan los casos de otras violencias (física, sexual, económica, psicológica y/o patrimonial).
En la comunidad biker es común que no se diga o haga algo al respecto. Tampoco ocurre cuando, por ejemplo, en los eventos de motociclistas se incluye la exposición de los cuerpos de las mujeres como mercancías y se promueve el “comercio sexual”; cuando se exige cumplir con los roles de belleza a costa de la seguridad de la motociclista; cuando se suele tachar de putas a las mujeres copilotas porque no van con novio o marido; cuando a las mujeres se les da reconocimiento dentro de la comunidad sólo si acumulan una elevadísima cantidad de méritos mucho mayor a la requerida para cualquier hombre; cuando se promueve un trato muy diferenciado entre las mujeres pilotas y las mujeres copilotas casadas y/o con novio, respecto a las mujeres que gustan del motociclismo pero que, sin poder adquirir una moto, no tienen un hombre que les “garantice” un trato medianamente respetuoso.
Y fuera de la comunidad, abundan los ejemplos con los que se inhibe el deseo de las mujeres de andar en moto: “estás loca”, “eso no es para mujeres”, “eso es de lesbianas”, “no seas irresponsable pues tienes hijas/os”, “primero atiende a tu familia”, “a ver con qué te compras la moto”, “si ni trabajo tienes”, “las mujeres no saben manejar”, “mejor práctica algo que no sea peligroso”, “mejor cómprate una pistola” y un largo etcétera de actitudes prejuiciosas y discriminatorias que los hombres no escuchan cuando expresan el mismo deseo.
Hay mucho trabajo que hacer para que el motociclismo para darle acceso a todas las mujeres que lo desean, pero además que garantice condiciones de respeto dentro y fuera de la comunidad motociclista, ya sea como pilota o copilota. Destacan los motoclub´s o grupos de mujeres motociclistas, donde la mayoría promueven, de diferentes y creativas maneras, la inclusión de otras en el mundo del motociclismo; estos grupos de mujeres fueron, son y seguirán siendo muy importantes para quienes desean ser mujeres motociclistas.
Sin duda, hay hombres motociclistas que “apoyan” a sus novias, esposas, amigas o aquellas bikers que logran un alto prestigio al interior de la comunidad, pero eso está lejos de ser suficiente; ser solidario, ser congruente con la hermandad motociclista debería ir mucho más allá de las mujeres que se tienen al lado (aunque es un buen inicio) y, mejor aún, dirigir su atención a sí mismos, en lo individual y lo colectivo, para distinguir y hacerse conscientes de las prácticas machistas y violentas que existen y erradicarlas. ¿Por qué sonaría imposible o difícil de lograr, si se trata de “hermanas y hermanos bikers”?
Por eso es oportuno promover una transformación el en ámbito del motociclismo para eliminar las prácticas machistas y evocar realmente ese sentido de libertad que incluya el principio de igualdad entre mujeres y hombres. Ello sería un aporte invaluable en nuestra sociedad actual. Aquí hay una gran oportunidad, ojalá sea considerada.
Semblanza
Lisette González Juárez. Comunicóloga, motociclista y feminista. Promotora de los derechos humanos de las mujeres desde el sector social y gubernamental. Galardonada con la Medalla Omecíhuatl, otorgada por el Gobierno de la Ciudad de México por sus destacados aportes en la promoción de dichos derechos.

¿Por qué hay menos mujeres motociclistas?
Sobre el sentido de libertad y algunas desigualdades…