La diferencia entre 2018 y 2025 en la relación entre Estados Unidos y México es notable y refleja un cambio profundo en la manera en que el entonces presidente Donald Trump ha manejado su diplomacia hacia nuestro país. En 2018, durante su primer periodo, Trump se tomó un momento para felicitar públicamente a los “amigos mexicanos” por el 208 aniversario de la Independencia de México.
Sus palabras, aunque breves y en la plataforma que entonces era Twitter, transmitieron un gesto de cordialidad: “Felicidades a todos nuestros amigos mexicanos en el Día de la Independencia. Haremos grandes cosas juntos”.
En ese entonces, Enrique Peña Nieto aún era presidente, aunque la transición hacia la administración de Andrés Manuel López Obrador estaba en curso. La felicitación, aunque simbólica, mostraba un mínimo de respeto y atención a la tradición diplomática entre ambas naciones.
Sin embargo, siete años después, en 2025, la situación ha cambiado radicalmente. Trump, en esta segunda fase de su gobierno, optó por omitir cualquier felicitación hacia México en el marco del aniversario de nuestra independencia. Este silencio no es trivial, porque refleja un patrón de antidiplomacia y desdén hacia las normas internacionales de respeto y cortesía que suelen marcar las relaciones bilaterales.
Más preocupante aún es el contenido del mensaje que sí decidió emitir a través de un comunicado que sitúa a México entre los 23 países con mayor producción de drogas, un enfoque que lejos de ser neutral o analítico, tiene un tono amenazante.
Aunque el comunicado intenta suavizar su mensaje, señalando que la inclusión en la lista no depende exclusivamente de los esfuerzos del país en la lucha contra el narcotráfico, sino de “la combinación de factores geográficos, comerciales y económicos que permiten el tránsito o producción de drogas y precursores químicos”, el efecto político y simbólico es claro, debido a que se trata de una declaración que, intencional o no, estigmatiza a México y sus instituciones. La fecha elegida, justo el día de la Independencia, intensifica la afrenta, mostrando una insensibilidad diplomática que contrasta fuertemente con el gesto de 2018.
Este endurecimiento de la política de Trump no puede desligarse de su retórica general hacia México, marcada en los últimos años por un racismo abierto y por una estrategia que, bajo la apariencia de lucha contra el narcotráfico, cuestiona la soberanía y la dignidad del país vecino. La paradoja es evidente: mientras Trump incrementa la hostilidad y el desprecio hacia los mexicanos, su actitud provoca, al mismo tiempo, un reforzamiento del espíritu soberano entre la ciudadanía.
La reacción masiva durante el Grito de Independencia encabezado por Claudia Sheinbaum evidencia que la población percibe estas agresiones como un estímulo para reafirmar su identidad y autonomía, respondiendo con un fervor que supera el de años anteriores.
En definitiva, la comparación entre 2018 y 2025 esto evidencia un retroceso en términos de diplomacia estadounidense, y deja al descubierto un patrón de conducta política basado en la intimidación y el desprecio, que busca menos la cooperación y más la imposición de una narrativa unilateral.
Frente a un México gobernado por una presidenta que ha mostrado firmeza en la defensa de la soberanía, la actitud de Trump se percibe como una estrategia desfasada y contraproducente, que en lugar de debilitar a los mexicanos, fortalece su sentido de unidad y orgullo nacional. La historia reciente nos recuerda que la verdadera fuerza de un país no se mide por la aprobación extranjera, sino por la resistencia y la determinación con la que su pueblo responde a la adversidad.