En el suroriente de Ciudad Juárez, una escuela primaria fue recientemente escenario de una transformación silenciosa. No llegaron autoridades ni cámaras, pero sí un controlador de audio y una decena de niños que, por primera vez, vieron cómo con un par de botones era posible crear música. El facilitador de este pequeño milagro fue Rodolfo Ramos Castro, mejor conocido como Pájaro sin Alas, artista juarense cuya obra emergió entre los escombros sociales que dejó la guerra contra el narco.
A sus 32 años, Rodolfo es una de las voces más coherentes de la que alguna vez se llamó “Nueva Ola Fronteriza”, una corriente que surgió cuando la vida comenzaba a volver a la ciudad después de la crisis de violencia que la paralizó entre 2008 y 2011. “Lo más duro ya había pasado. Había silencio en las calles, pero también una necesidad urgente de expresión”, recuerda.
El nombre Pájaro sin Alas surgió de una escena que, como muchas otras, quedó flotando en su memoria. “Lo escuché de una mujer rarámuri que llamó así a una unidad del transporte público. Nunca lo volví a oír, pero me pareció una metáfora poderosa. Así decidí bautizar mi proyecto”.
El renacer desde las ruinas
Durante los primeros años de su proyecto, Rodolfo combinó los ritmos electrónicos con sonidos bailables y algo de experimentación. Sin buscarlo, su estilo se convirtió en símbolo de una nueva estética sonora que recogía la angustia, el deseo de vivir y la búsqueda de identidad de una ciudad marcada por la violencia. Así nació la etiqueta de Nueva Ola Fronteriza, que otras bandas adoptaron con entusiasmo.
Ese movimiento ha dado lugar a artículos de periodistas y catedráticos, como Servando Pineda, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
“Han pasado 14 años y mi música también ha cambiado. Ahora le llamo Música Fronteriza Contemporánea. Siempre he trabajado con samples y elementos del hip hop. Pero lo que hago ahora está más enfocado en lo emocional, en procesos personales como enamoramientos o rupturas. Aunque también intento hablar de lo social, desde la sociología que tanto me interesa”.
Rodolfo insiste en que el arte no es solo una forma de expresión, sino un camino hacia la reconstrucción individual y colectiva. “Vivimos en una ciudad donde el trabajo y la producción son la norma, y donde muchas veces no queda espacio para pensar en lo que uno siente. Eso agota el espíritu. Por eso el arte es tan importante, porque brinda otro horizonte, una vía de escape ante las conductas autodestructivas que vemos en la ciudad”.
En días recientes, Pájaro sin Alas decidió llevar su música a un espacio poco habitual: una primaria del suroriente. “Los niños quedaron encantados al ver cómo se hace música. Varios se interesaron genuinamente. Y para mí, esa experiencia fue más satisfactoria que tocar en un festival. Me interesa ser un facilitador del conocimiento, sobre todo para niñas y niños en situación vulnerable”.
Ese tipo de intervenciones, dice, son las que realmente transforman vidas. “Algunos de ellos van a buscar cómo seguir creando. Cuando eso pasa, el arte y la cultura cumplen su misión”.
Las raíces del vuelo
Rodolfo creció en el Fovissste Chamizal, donde su infancia estuvo marcada por los vecinos, las hermanas que lo cuidaban y la iglesia. “Ahí hubo un acercamiento místico que todavía está en mis letras. Y luego, en mi juventud, llegó la literatura con Vicente Huidobro, un autor al que siempre releo”.
La música llegó temprano. Primero con bandas de rock en la secundaria, luego con el descubrimiento de un compañero de prepa con un proyecto llamado Moctezuma que ya tocaba en ciudades como Tijuana y la capital del país. Ese vínculo lo acercó a la producción electrónica y fue el punto de partida de su viaje artístico más profundo.
Hoy, con varios tracks disponibles en SoundCloud y presentaciones en espacios autogestivos, Pájaro sin Alas vuelve a abrir brecha. “Estoy retomando las presentaciones en vivo. Espero que escuchen lo que hago, pero también que se acerquen a todo lo nuevo que está surgiendo en Juárez. Hay una efervescencia que me emociona”.
Y así, en medio de una ciudad que aún cicatriza sus heridas, el vuelo de este pájaro sin alas demuestra que el arte, aunque no detenga las balas, puede ayudar a imaginar un cielo distinto.
