Se puede respirar y ser piedra,
no todo lo vivo está entero
y sí, hay tanto de inerte en el vacío
detrás de dos pestañas que abanican cual Monarcas.
Ahora lo se después de tanto errar en eso de reconocer lo limpio:
lo sucio que se viste en blanco puro deslumbrante,
el beso del traidor que se sentía como un regalo,
los versos maquinados en la estéril mente de una amante
que cepilla sus dientes frente al reflejo convexo
que se forma en mis pupilas.
Ser visto y no mirado por la retina clara que en realidad era turbia,
macerada la ternura despertaba en mí sonrisas
provocadas por un ángel que en verdad era demonio.
Dormir entre tentáculos pensando que son plumas,
entregar el espíritu sublimado hacia la escarcha
que se forma en las ventanas y luego se derrite hasta ser charco.
Dibujé en el vaho adherido a los cristales,
con el índice apuntado hacia la nada,
el antifaz que esconde la mirada
de ese amor que mora en Roma,
con un ramo de Toloache bronco envenenado entre colmillos.
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Miguel Ángel Luna Vargas es poeta, cuentista y artista multidisciplinario, nacido en la Ciudad de México en 1977. Su obra literaria ha sido publicada en diversas antologías de editoriales mexicanas, colombianas y estadounidenses, así como en revistas literarias, tanto impresas como digitales.

