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Morena crece, el PRIAN se desvanece

Mientras Morena se prepara para su sexta sesión ordinaria del Consejo Nacional el próximo 4 de mayo, y sus dirigentes afinan acuerdos que buscan erradicar el nepotismo y dar forma ética a su conducta interna, del otro lado del paisaje político, el PRIAN se difumina, como esas fotografías descoloridas que apenas conservan el brillo de […]

Cae la coalición siniestra armada por el empresario Claudio X. González

Por Fernanda Dorantes / 23 de abril de 2025

Mientras Morena se prepara para su sexta sesión ordinaria del Consejo Nacional el próximo 4 de mayo, y sus dirigentes afinan acuerdos que buscan erradicar el nepotismo y dar forma ética a su conducta interna, del otro lado del paisaje político, el PRIAN se difumina, como esas fotografías descoloridas que apenas conservan el brillo de lo que alguna vez fueron.

Morena, ese partido-movimiento parido por la furia contenida de los olvidados, camina todavía con los pies en la tierra, no como quien arrastra cadenas, sino como quien recuerda que la raíz de la victoria está en el pueblo. Y mientras los dirigentes priistas y panistas se pierden en oficinas alfombradas donde el polvo de los expedientes cubre también las conciencias, en las plazas, en las calles polvorientas, en los mercados, Morena se afana en un esfuerzo titánico por crecer desde abajo: afiliando, escuchando, ampliando. Lo hace con humildad, sí, pero también con la fuerza de quien sabe que su destino no está en las cúpulas, sino en la mano de los millones que votaron por Claudia Sheinbaum en 2024.

Fue el 11 de febrero cuando Morena lanzó su campaña “Somos millones. Súmate a Morena”, una frase que tiene la cadencia del canto colectivo. Se propusieron afiliar a diez millones de personas, el 38% de quienes respaldaron su proyecto. En apenas quince días, un millón respondió al llamado. No hubo promesas vacías ni spots huecos, sino brigadas, reuniones comunitarias, y sobre todo, un convencimiento íntimo de que la política también puede ser amor por el otro.

En cambio, el PRIAN se desangra en su propio desconcierto. El PRI, otrora imbatible, ya no puede reconocerse en el espejo de la historia. En 2018, todavía reunía 7.6 millones de votos; hoy apenas rebasa los cinco millones. Sus militantes, desorientados, asisten al lento desmantelamiento de una maquinaria que solo entiende de imposiciones. En 2019, después de su peor derrota, creyeron que el remedio era la tecnocracia sin alma, la candidatura de un hombre sin militancia. Pero el país, ya cansado de simulaciones, les respondió con indiferencia.

El PAN tampoco canta victoria. De 9.9 millones de votos en 2018, ha descendido a 9.6 millones en 2024. Una merma modesta, si se mira con los ojos de la aritmética, pero escandalosa desde la perspectiva de quien ha perdido la brújula ética y ha dejado de convocar a los jóvenes, a los pueblos, a las causas. Y el PRD… ya ni existe. Lo que fue rebeldía es ahora melancolía.

La coalición PRI-PAN-PRD, armada con más cálculo que pasión por el empresario Claudio X. González, ha demostrado que sumar desesperados no da por resultado un proyecto. Los votantes lo percibieron. Sus campañas, rígidas y sin alma, se estrellaron contra una realidad que exige más que pactos cupulares. Y mientras ellos caen, Morena crece no solo en votos, sino en conciencia, en disciplina interna, en ética pública. No es perfecto, pero se atreve a cambiar desde adentro.

La sesión del 4 de mayo no será solo un acto burocrático, según los líderes guindas, será un acto de continuidad y renovación. En un gesto que recuerda a los antiguos pactos comunitarios de las culturas originarias, Morena discutirá lineamientos éticos, prohibiciones al nepotismo, y reafirmará que ningún cargo puede estar por encima del pueblo. Luisa María Alcalde, ha dicho que todo se alinea con la reforma impulsada por Sheinbaum. Y es que hay en este gobierno una idea persistente: la política no es herencia, sino servicio.

Mientras en Chihuahua se ventilan escándalos de figuras como Andrea Chávez, y la presidenta reprueba públicamente la corrupción disfrazada de ayuda médica, el mensaje es claro. Morena no rehúye sus errores; los expone y los corrige. Porque entiende que un partido no sobrevive solo con votos, sino con integridad.

Así, como si el destino se tejiera con manos invisibles pero firmes, el árbol de Morena florece. En sus ramas anidan los sueños de millones. No es un árbol perfecto, pero da sombra, frutos, cobijo. Y mientras tanto, en los pasillos vacíos del PRI y del PAN, se escuchan los ecos de un tiempo ido, cuando la política era privilegio de pocos y el pueblo solo figuraba en discursos huecos.

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