El sabio que cree salvar su existencia siendo prudente
y «apolítico», no sabe sacar su lección, no puede
exigir el que se le tome en serio y el participar más
tarde en la reconstrucción efectiva de la sociedad.
Sus lamentaciones y su inquietud por la cultura no
son sino desahogos sin convicción, si no sabe reconocer
a través de los acontecimientos que son precisamente
su ciencia, su energía científica, que faltan a aquellos
en los que cifra sus esperanzas en el momento
de la catástrofe. Su apoliticismo es un elemento
de la fuerza de la reacción política y, al mismo tiempo,
de su propia ruina.
Wilhem Reich
En geopolítica, la ideología de Hollywood es conocida como poder suave. Su alcance es abismal. Dentro del materialismo histórico expuesto por el filósofo alemán Karl Marx, existe una universalización del pensamiento, digamos, el pensamiento dominante, hegemónico. Ante ello, siempre existe una minoría que tiende a ser resistencia, oposición. Esta se conoce como particularidad.
Es precisamente en la particularidad donde encontramos el film de Monsters, Inc., en su primera entrega, que duró mucho tiempo sin secuela, y para lo cual la secuela no logró el éxito de la primera, que hasta la fecha se mantiene en el gusto de personas de todas las edades. Esta cinta se encuentra entre otros tantos filmes que retan la lógica universal.
En la cinta a la que se hace referencia, una compañía produce energía para la ciudad a base de un elemento psíquico primordial: el miedo. A raíz del miedo, producen iluminación para su ciudad. El villano goza de poder y dinero, mientras los monstruos explotados hacen su día a día, en una genial alegoría de ser el miedo el elemento principal para mantener el status quo.
En 1941 vio la luz El miedo a la libertad, donde Erich Fromm narrará un sueño de un médico que quiso ser arquitecto y fue truncado por la autoridad del padre. En este documento, el psicoanalista pone como un elemento primordial el miedo, como un factor que vertebra al ser humano a fin de poder liberarse de muchos de los impuestos sociales, tanto de los que devienen de la autoridad de los familiares, como de todos aquellos invisibles que provienen de la cultura, llámese religión, escuela o aparatos punitivos del Estado, y que influyen de una forma constante en el actuar cotidiano de los seres humanos.
Para el adulto, resulta difícil entender que un niño se comporte como tal. El adulto reproduce todos sus miedos y fobias, y los transmite a los menores, principalmente de forma inconsciente.
Cuando un niño en edad preescolar tiene un accidente en su control de esfínteres, la inocencia del menor entiende esto como algo natural. Sin embargo, el adulto se encarga de convertir este accidente en una acción vergonzosa que construirá un tabú. Así, el adulto reproduce las represiones que le fueron infundidas en su propia infancia.
Cuando suceden estos acontecimientos, lo primero es tratar de esconder el hecho ante los demás, buscando en primera instancia limpiar y bañarse como sinónimo de borrar o eliminar esta falta. De esta manera, construimos lo que Freud señala como «resistencias que conocimos como vergüenza, asco y moral; una especie de huida instintiva frente a todo examen intelectual del problema sexual». Esto no solo aplica a la sexualidad, sino a todos los ámbitos de la vida diaria.
Para el menor, se construye un tabú que lo marcará por casi toda su vida. Verá como un acto vergonzoso los desechos del organismo, comenzará a esconderse y a percibirlo como algo inmoral. Así, construirá sus propias represiones. Algo que era completamente normal, como un accidente de control de esfínteres en la etapa preescolar, pasa a ser sinónimo de vergüenza e ignominia.
Lo mismo sucede cuando un menor siente goce al tocar cierta parte de su cuerpo. El adulto reproduce sus propias represiones y hace que este acto explorativo pase de ser un suceso natural del desarrollo a algo inmoral. Para el inconsciente del menor, esto hará que, en ulteriores ocasiones, se oculte para hacerlo.
Aunado a lo que Freud consignó como “pulsión del saber”, el menor buscará información en otras fuentes, dado que el adulto ya ha declarado que este hecho es inmoral y vergonzoso. Esto reprimirá su confianza para ver al adulto como una fuente natural de consulta. Es aquí cuando el adulto, en su genuina intención de educar, termina por imponer represiones a un niño.
Es cuando un proceso natural deja de serlo y se convierte en algo prohibido. Es cuando condenamos a un niño a dejar de ser niño para entonces querer convertirlo en un adulto a nuestra imagen y semejanza, con los mismos miedos, las mismas fobias, los mismos temores y reproduciendo las mismas represiones.
Así pues, se dan las génesis de los miedos con base en cuestiones culturales que varían en todo el orbe y de familia en familia. Sin embargo, dentro de lo que a nivel de neurociencias se conoce como la actividad de la amígdala, esta se encarga de la producción química de hormonas que generan la sensación que conocemos como miedo.
De esa manera podemos explicar cómo, en las relaciones sociales y económicas, se puede hacer uso de este elemento para mantener ciertas lógicas que imperan en la sociedad.
De retorno al análisis primordial de este escrito, podemos comulgar en que la proyección fílmica es una constante lucha entre la hegemonía y la particularidad, lo que recuerda el texto del psicoanalista freudmarxista Wilhelm Reich dentro de su obra Psicología de masas del fascismo: “Lo que es necesario explicar no es que el hambriento robe o que el explotado se declare en huelga, sino por qué la mayoría de los hambrientos no roban y por qué la mayoría de los explotados no van a la huelga”.
Así, un par de desequilibrados deciden nadar contra corriente. No es para nada fortuito que el apellido de uno de los protagonistas, Mike, sea al parecer de origen ruso, lo que, de alguna manera, nos recuerda los sucesos históricos y a quienes han mantenido también cierta cultura que los hace ser parte de la particularidad a nivel global.
Según el psicoanálisis tradicional, no es hasta que la persona sabe y enfrenta sus miedos cuando estos desaparecen y dejan de influir. Es decir, hasta que la persona sabe, pero, sobre todo, cree en el análisis hasta donde él mismo llegó. De esta manera, podemos entender cómo los protagonistas logran actuar contrario a la lógica: han decidido enfrentar sus propios miedos y dejar de infundir miedo para mantener la lógica.
Analicemos estas deducciones del libro Arquitectura política del miedo (2015), recopilado por Flabián Nievas:
«La estrategia de fracturar a la sociedad, de insularizarla y dejarla como archipiélago humano desde la política que trata de imponer el nuevo Estado Policial en América Latina no es tan descabellada, porque puede rendirles frutos tempranos a los apetitos de los empresarios y políticos sometidos al gran capital. Si el aislamiento prolongado conlleva a la pérdida concomitante de seguridad personal y reducción de las capacidades afectivas, entonces provoca en la sociedad la sensación de autismo social, nadie se interesa por el otro y afloran las estrategias de sobrevivencia personales o individuales, alejándose de toda posibilidad de ejecutar alguna acción colectiva. Lo otro que puede sumarse es el atrofiamiento de las capacidades de concentración, memoria y vigilancia”.
El miedo es concebido en la política como la percepción de amenaza, real o imaginaria, vinculada con la idea de un orden. Para ello, dispone de ciertos medios de comunicación conocidos como oficialistas. La realidad es aumentada para que, de manera inconsciente, el ciudadano asimile una realidad material mucho peor de lo que puede ser.
El miedo, al devenir de un sentimiento de ansiedad y paranoia, merma las capacidades de los individuos, lo que conlleva una constante sintomatología en los sujetos, limita su capacidad cognitiva y la forma en cómo poder organizarse. Solo admite lo necesario para estar a salvo. Pierde esa parte del instinto gregario, reduciéndose a la unidad. Nadie le inspira ya confianza; incluso en soledad, se siente amenazado.
El miedo acorrala, amenaza. Es un mecanismo efectivo para mantener la quietud permanente, la inmovilidad social y la desatención a los asuntos colectivos.
Según Kornfeld (1990), el miedo puede provocar conductas específicas que pueden ser descritas como procesos adaptativos frente a algo que se anticipa como un desastre o como una catástrofe personal inminente e imprevisiva. Por lo que la especulación al tema es inherente a un cambio de actitud y de conducirse.
Guarda similitud con algo tan habitual como cuando acudimos al cajero automático: antes de que te retires con tu efectivo, el cajero te recuerda que puedes ser víctima de algún atraco y que ellos, en su infinita compasión hacia ti, han decidido venderte un seguro para que tu efectivo esté a salvo por la mínima cantidad de menos de tres pesos diarios.
Este mecanismo significa cantidades exorbitantes de dinero. Es el costo que deben pagar aquellos a quienes dicen proteger. Fue el miedo, el elemento psicológico que sigue haciendo millonarios a un ínfimo porcentaje de la población.
La cinta termina con la apuesta más relevante de Marx: la toma de los medios de producción por parte de los trabajadores, instaurando la dictadura del proletariado. Una película que, sin duda, puede leerse y verse más allá de un simple cambio de perspectiva, ya que da pie a una reflexión más profunda. Para los más jóvenes, puede representar esa emancipación inconsciente del yugo familiar o de las lógicas que prevalecen en su entorno. La forma en que estos monstruos triunfan les permite saborear una victoria simbólica, lo que genera una identificación con los personajes. El psicoanalista Bruno Bettelheim nos ilustró al señalar que no es necesario que el sujeto haga conscientes sus miedos o represiones; estas pueden ser superadas sin necesidad de conciencia, tal como se gestaron en el inconsciente.
Bajo esta perspectiva, cabe preguntarse: ¿por qué el film es tan querido por los niños? Para los infantes, los dueños de la verdad y el poder residen en los padres, en el saint-homme psicoanalítico. A través de los procesos de identificación, los menores logran derrocar la dictadura familiar. Existen, por tanto, una serie de elementos ideológicos que invitan a un análisis de mayores proporciones.