Mónica Blumen es una de las cineastas más relevantes de la frontera en este momento; su obra ha sido seleccionada en festivales de cine en Francia, España, Chile y todo México.
Adicta a la academia, a los posgrados y doctorados, de tremendo estilo rockero y tatuajes, la cineasta juarense visitó el estudio de Poetripiados para hablar de su premiado documental 13,500 volts, que este 2025 cumple su décimo aniversario.
¿Qué es una cineasta? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de una cineasta?
Esa pregunta nunca es fácil, porque va cambiando conforme vas creciendo. Ahorita, para mí, ser cineasta es interesarte por lo que le sucede a la humanidad y saber cómo contarlo a través de imagen y sonido.
¿Y la tecnología moderna ha cambiado en algo este concepto de ser cineasta?
Totalmente.
¿En qué lo ha cambiado?
Antes, en el cine, predominaba el hombre porque el hombre siempre ha sido físicamente más fuerte que una mujer. Y las cámaras y todo el equipo técnico y la tramoya, pues no las manipulaban mujeres. Era un equipo de hombres el que podía cargar y mover esas cosas pesadísimas. Y conforme empiezan a hacerse los aparatos más compactos y livianos, las mujeres pueden también manipular ese tipo de equipos. Aparte está todo el movimiento feminista, en donde es necesario alzar la voz, y si le sumas esa otra parte técnica en donde ahora ya no necesites depender de un hombre que te pueda traer las luces o mover la cámara, sino que tú, como mujer, ya puedes hablar y decir cosas y también grabar con cualquier dispositivo, pues eso ya cambió mucho el sentido del cine, literalmente hablando.

¿Cualquier aparato para grabar, como un celular, por ejemplo, te puede convertir en cineasta?
Mi tesis es que ahora todo el mundo piensa que con cualquier cámara puedes hacer cine, y yo pienso que no. Primero hay que conocer el lenguaje audiovisual, un plano siempre significa algo, es cómo leer, cuando ves una película estás leyendo, pero estás leyendo en un formato diferente a un libro. Entonces, si tú tienes un conocimiento sobre el lenguaje audiovisual, vas a saber exactamente cómo escribir para la pantalla. Y estos aparatos que simplifican todo porque graban y graban hasta en 4K y con una muy buena estética y calidad, no significa que estés capacitado para contar una historia.

Entras en el mapa de los cineastas del país por tu premiado documental 13,500 volts. ¿Cómo te nace la idea de hacer un documental sobre este terrible accidente que sufre Alejandro Valtierra?
Bueno, la idea de este documental llegó a mí gracias a mi mamá. Un día vino y me dijo que hicieron una reunión en casa de una amiga y que a esa reunión fue Evelyn, que era la pareja de Keru (Alejandro Valtierra), y me cuenta mi mamá que Evelyn llegó con su novio en silla de ruedas y que tenía el cabello muy largo, que era rockero y que se había electrocutado. Entonces, cuando me empezó a contar la historia, entre todos esos detalles que me dio, lo único que sobresalió para mí fue que me dijo que tocaba en una banda que se llamaba Motocacas. A mí el nombre me hizo clic, me hizo ruido y dije: ¿Motocacas? ¿Dónde lo he escuchado? Porque yo, desde que era menor de edad, me metía a los bares con identificaciones falsas porque siempre he sido muy fan del rock, y desde los 15 años andaba en los bares del centro, en la Juárez, con puros rockeros y tipos tatuados. Y me gustaba un chingo ese ambiente, iba mucho a los toquines y ya había escuchado alguna vez el nombre de Motocacas. Entonces lo que hago es comenzar a buscar en Internet sobre este accidente y salieron muchas noticias de que un rockero se había electrocutado en el techo del bar Olé, que ahorita ya ni existe, y que había sufrido una descarga de un voltaje muy alto. Me interesó la historia porque yo siempre he tenido un fetiche con el tema de la muerte. Le tengo tanto miedo a ese tema que las cosas que tienen que ver con la muerte o experiencias cercanas a ella, siempre me atrapan.

¿Y cómo te acercas a Keru, a Alejandro? Supongo que no fue fácil con la tragedia tan reciente.
Investigué con la amiga de mi mamá dónde podía contactar a la novia. Un día le marqué y le comenté: oye, me interesa hablar sobre la historia de tu novio. Me preguntó: ¿Eres del periódico? ¿Eres periodista? La neta ya estoy hasta el huevo, ya no quiero hablar con ningún periodista porque nada más vienen, me quitan tiempo y escriben puras pendejadas. Le dije que no: No, no, yo soy cineasta. De hecho, vengo recién tituladita de Guadalajara, porque estudié cine allá y me interesa la historia. Si quieres te llevo mi título (risas). Me respondió: Entonces tu sí, vente y tráete dos caguamas. Pues ya, llegué un día y empiezo a hablar con Evelyn y me empezó a contar: No, pues es que Keru traía el cabello larguísimo, estaba arreglando una instalación eléctrica en el techo del Olé y lo agarró un cable de alta tensión, lo prendió de la cabeza y le alcanzó a salir por una mano donde traía un cable que hizo tierra.

Claro, la corriente salió por donde pudo.
Él, cuando yo lo vi, a Keru, estaba todo vendado. Lo único que tenía descubierto era la cara y traía una traqueotomía. No hablaba, era muy reciente su accidente. Entonces llegué con sus caguamas y le dije: oye, me interesa tu historia y me gustaría contarla. Aparte, ya investigué y eres de la dinastía Valtierra, una familia de músicos muy reconocida en Juárez y a nivel nacional, varios de tus tíos llegaron hasta México y tocaron con gente muy importante. ¿Te gustaría que hiciéramos un documental sobre lo que te pasó? Y él le hizo señas a Evelyn, ella le entendía, era su intermediaria, y me dijo: Ah, dice que sí, que sí le interesa. Y así fue como yo llegué a esta historia.
Oye, un documental como el que produces, pues no es barato. ¿Cómo consigues el presupuesto suficiente para la producción de 13,500 volts?
Tuve un apoyo del FONCA, fui joven creadora del FONCA y, la verdad, es que esa película la hice como pude. Yo había invertido en una cámara y tenía un equipo bien básico para editar, una MacBook. Y empecé a filmar junto con Roberto Ramírez, que fue uno de los fotógrafos. Él es un muy buen fotógrafo y pienso que gracias a su conocimiento técnico logró que el corto se viera muy bien, está muy bien filmado. Pero, en realidad, no teníamos dinero para hacer esa película. Aparte, el FONCA va derramando el dinero mes con mes y bien poquito, como ocho mil pesos. Entonces lo hicimos como pudimos, y conforme llegaban los pagos empezamos a invertir en los sets donde fueron las entrevistas, también para comer todos los que íbamos en el equipo, y luego empecé a comprar micrófonos. Pero lo hicimos así, casi sin recursos, algo casero y fue mi primer documental. Es algo raro, porque lo veo hoy en día y digo: oye, pues sí se ve bien, no se ve tan primitivo como pensaría.

¿Cuántos eran en el equipo?
Tres personas, Roberto Ramírez y mi hermano, que no sabe nada de sonido, pero que fue el sonidista (risas).
Oye, hay unas animaciones muy buenas dentro del documental…
Ah, claro.
¿Esas animaciones quién las realizó?
Esas animaciones fueron de último momento porque no tenía idea de cómo iba a realizar esa recreación, y las hizo Alejandra Ochoa, una gran animadora en 2D y 3D, y aparte diseñadora gráfica. No, no, es buenísima y es excelente en lo que hace. Alguien que me falta por nombrar y que es muy importante es Mayra Freyre, que fue directora de arte y que con ella tenemos esta estética muy peculiar que tiene el documental. Ella se integra después de que ya habíamos hecho algunas cosas, pero entonces fuimos cuatro en el equipo, y si contamos a Alejandra Ochoa, pues ya somos cinco las personas clave del documental.
¿Y cómo comienza a circular tanto este documental? Me refiero a que ha recibido premios, nominaciones y múltiples selecciones a prestigiosos festivales de cine.
Te platico un poco el contexto; este proyecto iba a ser un largometraje, una película. Cuando salgo seleccionada como becaria del FONCA y empiezo a ir a los encuentros, mi tutor, Felipe Haro, me dijo: aquí no vas a hacer una película, eres principiante, agarra la onda. Aquí vas a hacer, si mucho, un cortometraje, porque no es viable y tú estás aprendiendo, y no es congruente para mí, como tu tutor, que te permita que hagas una película. Entonces lo que hice fue hacer un cortometraje a huevo; fui cortándolo lo más que pude hasta que dije: ya no puedo cortar más la historia porque no se va a entender. Y cuando lo termino de editar, después de seis, siete meses de estar trabajando, me alejé como 2 semanas del proyecto y, cuando lo veo y me dan ganas de llorar, dije: ya quedó, ya lo terminé porque me hizo sentir algo. Entonces tuve el último encuentro de creadores y proyecté el cortometraje, y cuando termina la muestra, muchas personas se acercan a mí y me dicen: Oye, tú cortometraje me encantó, felicidades, está bien chingón. Y se acercaban otros tutores de otras especialidades y me decían: Mándalo a festivales, está muy bueno. Y lo empecé a contemplar y pues, efectivamente, lo empecé a mandar a festivales y quedó seleccionado. Me impresionó, yo no esperaba nada y de repente tuvo bastante recorrido y ganó algunos premios. Lo último es que fue nominado al Ariel.
El cortometraje ya cumple 10 años. ¿Por qué no has querido liberarlo en plataformas masivas como YouTube o Vimeo, por ejemplo?
Este corto nace de una manera bien rara, bien accidentada. Siempre dije: yo no voy a vender este corto a ninguna distribuidora. Y no lo voy a liberar hasta que tenga un largometraje. Y eso es lo que sigue una vez que ya tenga la película y que cumpla también su recorrido. Entonces liberaré el corto, pero no se lo venderé a ninguna distribuidora; lo subiré a YouTube, a Vimeo, y que pase lo que tenga que pasar.
En un mes viene un evento muy importante, me habías comentado. ¿Cuándo es exactamente y de qué se trata?
Mira, hay una fecha tentativa para el 5 de agosto, pero todavía no está confirmada. Va a ser una proyección simultánea entre cuatro o cinco ciudades, y es por el décimo aniversario del documental.
¿Cuáles son esas ciudades?
Se va a proyectar en Ciudad Juárez, en Guadalajara, en Los Cabos, en Irapuato y me parece que en Tijuana. No tengo todos los detalles, te los puedo pasar después, pero el evento lo está organizando una pequeña organización que se llama Hora Común, y que han estado gestionando eventos muy interesantes de música y culturales, ya tienen como unos dos o tres años y han hecho cosas diferentes, muy frescas, muy genuinas a todo lo que se hace aquí en Juárez. Entonces me interesó mucho colaborar con ellos en esta propuesta de proyección simultánea.
¿Cómo se puede ver tu documental? Por ejemplo, alguien que lea esta entrevista y le interese verlo.
Los últimos años lo he proyectado en el Cine Universitario, lo he presentado en el Museo de Arte de Ciudad Juárez, en el Telón de Arena. Me gusta mucho hacer una proyección anual, porque aparte siempre se llena, se satura y luego tengo que hacer como dos o tres funciones más porque va muchísima gente, incluso gente que lo quiere volver a ver y van dos o tres veces, y eso es lo que hacemos, siempre junto con Keru, que siempre está enterado de las proyecciones. Hay una página de Facebook de 13,500 volts donde la gente manda mensajes y los mantenemos enterados de estas proyecciones.
¿Hay más proyectos en los que estés trabajando actualmente?
Aparte de esta película pues soy programadora de Oculto Film Festival, estoy escribiendo un largometraje de ficción de Body Horror, hice el montaje también de otro largometraje hace poco, me quedé nada más en la primera etapa de un documental sobre un músico estadounidense que se llama Romayne Wheeler, que vive aquí, en la Sierra de Chihuahua, y que decidió dejar su vida en Viena como músico para venirse con los rarámuris; es un proyecto muy interesante. Por lo pronto todo eso que ya es demasiado. Demasiado, sí.