Hay episodios tristes en la historia de los hombres
Primero
las cunas
los sexos coleccionados
las flores que dejamos en el almacén
las desesperanzas
los tormentos
las cartas que nunca enviamos
las barreras entre ojos y cielos.
Luego
los tiempos de juego
los de perdón
los recuerdos de perros moribundos
los nombres que nunca nos amaron
los amores que nunca fueron.
También
la imagen que poseen
las estaciones
la ciudad repetida
las mentiras
los malestares
los extraños
los remedios
Después
las caras marchitas
las mudanzas
los cristales que susurran palabras
la reconciliación
los ojos sin luz.
Quizá
los suelos viejos de nuestros nombres en el camposanto.
***
Mi padre
—Papá, ¿cómo vuelan los aviones?
—Son pájaros de acero
—Papá, ¿por qué el cielo tiene nubes?
—Porque a Dios le guata llorar
—Papá, ¿cuánto dura el tiempo?
—Lo que digas las matemáticas
—Papá, tengo frío
—Dejará de llover y mañana saldrá el sol, duérmete junto a la lumbre
—Papá, viene una serpiente
—No es venenosa, tambien tiene frío.
***
Thara
Hay lugares que no sabemos de nombres
y desaparecen para mudarse con nuestra piel
y se llaman como nosotros y nos cuentas sus soledades.
Hemos nacido como las cucarachas.
Reproduciéndonos en la escoria del ombligo
despertamos asustados para volver a ser indefensos gusanos:
Le damos la espalda a olvido para reírnos de sus juegos repetitivos.
Hay días tristes que siempre lloran sus nombres,
cuando transcurren las estaciones por sus espacios,
el amanecer en sus cuerpos; la humedad
impregnada en sus cartas desde el océano.
Lejos de la historia jamás recibiremos los recuerdos
de las tierras lejanas o de los camos en batalla.
En los aposentos de lugares conocidos
reconozco tus manos haciendo papalotes:
en la madrugada viene una niña huérfana
y se duerme sobre mis pies.
Siempre pregunta lo mismo: ¿es hermoso ir río abajo?
Es una extraña, siempre ha sido una extraña.
Desde que sabe nuestros nombres, odia a la especie.
Hay cosas que nunca se sabe si van a suceder,
otras pasan sin dejar huella,
pero hay unas que se aparecen por la mañana
saboreando la orgía de estar vivos
hasta predecir nuestra muerte.
Hay pesares que se entierran en la arena
un día feliz, cuando aprendamos el abecededario.
Hace calor, un perro viene y se orina en el poste.
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Bertha Cenobio Victoria nació en La Paz, Santiago Tilantongo, región mixteca oaxaqueña, en 1972. Es abogada por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Ha sido defensora pública y actualmente trabaja en el Registro Civil de su estado. Sus poemas se han publicado en las revistas Cantera Verde (ciudad de Oaxaca, México), La Avispa (Mar de Plata, Argentina) y en el periódico de arte y cultura Ciclo Literario. Ha participado en el Encuentro internacional de escritores de la revista Cantera Verde. Domina los idiomas español, mixteco e inglés.