En Ciudad Juárez, basta una tormenta para poner en evidencia la realidad que el discurso oficial intenta maquillar. Cada temporada de lluvias desnuda los mismos errores, los mismos hoyos y la misma narrativa repetida por la Junta Municipal de Agua y Saneamiento (JMAS). Bajo la dirección de Sergio Nevárez Rodríguez, la paraestatal parece más concentrada en la publicidad institucional que en ofrecer soluciones reales.
Tras las últimas precipitaciones, la JMAS reportó haber detectado 30 socavones, de los cuales —según su propio informe— 13 fueron reparados. Sin embargo, los vecinos saben que eso significa apenas tapar el hoyo, no resolver el problema de fondo. La infraestructura tiene más de tres décadas de antigüedad y, pese a las constantes promesas de renovación, el drenaje y las líneas de agua siguen colapsando con cada aguacero.
Mientras el organismo presume inversiones por 125 millones de pesos y programas de bacheo que se extienden hasta el próximo año, la realidad en las colonias es otra: calles levantadas durante semanas, zanjas mal señalizadas y cuadrillas que desaparecen sin concluir los trabajos. En lugares como la colonia Ex Hipódromo o el sector Waterfill, los vecinos han tenido que improvisar sus propios señalamientos con cajas de cartón o cubetas para evitar accidentes.
La lluvia arrastra la narrativa de eficiencia que intenta sostener Nevárez. Las mismas escenas se repiten año tras año, mientras la JMAS anuncia planes ambiciosos, las lluvias llegan, los drenajes revientan y las calles se hunden. La diferencia es que ahora el activismo político del funcionario se nota más que su capacidad técnica.
Nevárez ha convertido las declaraciones públicas en su principal herramienta de gestión. Recurre a los medios para asegurar que no hay conflictos con el Municipio, que todo se hace en coordinación y que el problema es “compartido”. Eso no es cierto. Pero mientras defiende su causa con micrófono en mano, los trabajos siguen inconclusos y el malestar ciudadano crece.
La realidad es que la JMAS no ha logrado atender de raíz el deterioro del sistema hidráulico de Juárez. Los recursos se diluyen en acciones parciales, los programas de bacheo se convierten en promesas de temporada y las lluvias hacen el resto: exhiben una gestión más mediática que operativa.
La verdad es que la JMAS tapa baches con discursos y presume fugas reparadas que reaparecen con la primera lluvia. Mientras su director se defiende en redes, Juárez se deslava, entre promesas húmedas y calles que parecen campos minados por el abandono.
Tras las lluvias, Maru Campos aterrizó en Juárez con su sonrisa de campaña anticipada y un casco blanco bajo el brazo, para anunciar un nuevo proyecto de agua potable. Prometió “dignidad y justicia social”, aunque —según su propia filosofía panista— las obras enterradas no generan aplausos, solo votos cuando llegan las urnas. Con la mirada puesta en 2027, la mandataria se lanzó contra los programas sociales de la 4T, esos que tanto le incomodan por ser visibles, mientras ella prefiere los proyectos que se esconden bajo tierra… y bajo el presupuesto.
Aprovechó el viaje para darle un empujoncito a Nevárez, el director de la JMAS, quien entre tambaleos verbales intenta mantener a flote su imagen mientras las calles se desmoronan con la primera lluvia. Así, entre discursos, lodo y promesas, la gobernadora vino a recordarnos que en Chihuahua las obras no se miden por resultados, sino por tiempos electorales. Al final, todo fluye… menos la inversión necesaria para que Juárez cuente con drenaje pluvial.