Ah, Ricardo Monreal, el hombre que presume ser el emblema de la austeridad y la transparencia, mientras disfruta del lujo que su puesto le otorga con una notable destreza. Nadie lo diría, pero el exjefe de la Jucopo en el Senado y actual líder de la bancada de Morena en San Lázaro ha dejado claro que, en cuestiones de altura, no le basta con estar en su puesto. No, el buen Monreal prefiere estar literalmente en las alturas, viajando en helicóptero, como si se tratara de un noble de la época moderna. Y no es una crítica por lo superficial, sino una manifestación palpable de lo que significa abrazar los excesos del poder mientras se jura a los cuatro vientos que todo es por el bien del pueblo.
En los últimos días, Monreal ha estado en el ojo del huracán gracias a las acusaciones de corrupción y malos manejos dentro del Senado, cuando aún presidía dicha cámara. Que si los archivos no se gestionaban adecuadamente, que si los contratos de los elevadores, esos mismos elevadores que no elevaban a nadie sino a la inflación de los contratos públicos, fueron un despilfarro, y que si además los contratos tenían más sombra que el sol de Zacatecas, todo parece ser parte de un escenario donde la comedia y la tragedia se confunden.
El recorte de 123 millones de pesos al presupuesto del Senado para el 2025 ha sido el desencadenante de todo este drama, donde Adán Augusto López, actual presidente de la Junta de Coordinación Política, se ha convertido en el ‘héroe’ que denuncia los “negocitos añejos” y presenta pruebas de contratos fraudulentos que, según sus palabras, Monreal debería explicar. Sin embargo, el zacatecano, fiel a su estilo, ha salido al frente no a disculparse, sino a defenderse, asegurando que todo fue “transparente” y que las auditorías lo respaldan.
Lo curioso de esta defensiva es que, mientras Monreal apela a la “honestidad” de sus actos, el mismo Adán Augusto López le recuerda a la audiencia que, bajo su mandato, los contratos de servicios para el manejo de archivos del Senado y la gestión de elevadores costaban más de 150 millones de pesos, algo que no solo es una cifra inusitada, sino que, además, presenta claros indicios de ser un caso de corrupción institucionalizada. El ejemplo de los elevadores atrapando a senadores es solo la punta del iceberg; y aunque Monreal ha intentado quitarle el polvo con su discurso de que todo estaba bajo control, los evidentes “problemas técnicos” de la infraestructura dicen lo contrario. El colmo es que, con todo y las fallas, nunca se les ocurrió rescatar a los verdaderos involucrados: los ciudadanos que deberían estar recibiendo mejores servicios, no más dinero en las cuentas de empresas que ni siquiera existen en los archivos del Senado.
Claro, Monreal se defiende con su discurso de que todos los contratos fueron auditados y transparentados. ¡Cuánta sinceridad! Es como si el mismo Monreal se olvidara de mencionar que, bajo su mando, el Senado fue un ejemplo de discreción… en cuanto a gastos. Nadie niega que bajo su liderazgo se invirtió en auditorías, pero ¿quién audita realmente el sistema cuando la misma Cámara se dedica a aprobar contratos que de transparencia tienen lo mismo que una caja fuerte cerrada?
Y mientras todo esto ocurre, Monreal no se priva de mostrar su cara más “modesta” en las redes sociales. No es raro verlo en un helicóptero, ascendiendo literalmente a nuevos niveles de poder, mientras la austeridad se reduce a un simple eslogan. ¿Qué pensará la ciudadanía, cuando vean al hombre que se presenta como un paladín de la moral viajando por los cielos, haciendo que hasta el propio Dante Alighieri podría envidiar tal ascenso?
A todo esto, ¿qué hay de su respuesta a los señalamientos de Adán Augusto, que no se limitó a los contratos mal hechos? Monreal no se dejó intimidar por el recorte de presupuesto que ha supuesto una reducción para los senadores. En un video donde se mostró con las imágenes de las auditorías y documentos oficiales, afirmó que su gestión fue impecable. Es como cuando un chef presenta su platillo quemado y dice: “Lo hice con mucho cariño y esfuerzo”. Claro, Monreal hizo todo lo que estaba a su alcance para justificar la cantidad de recursos públicos destinados a elevar su estatus, no solo en las alturas físicas, sino también en las metas que jamás nos alcanzarán a los mortales comunes.
Lo cierto es que, en este duelo entre Adán Augusto y Monreal, los mexicanos siguen sin respuestas claras. ¿Qué tanto es cierto que el Senado necesita una profunda reforma en su estructura? La respuesta parece estar escrita en los contratos millonarios que los mismos senadores deben revisar con lupa, mientras los excesos continúan siendo un mal hábito al que pocos se resisten.
Así, Monreal continúa demostrando que, bajo el manto de la austeridad, es capaz de mantener una vida llena de excesos “fifís”, a costa de los recursos públicos. Y lo peor de todo es que, en su lucha por demostrar que no hubo irregularidades en su gestión, lo único que deja claro es que, cuando se habla de corrupción, la transformación aún tiene mucho que aprender.