En una entrevista, el escritor José Agustín afirmó que para escribir escuchaba rock, música clásica y jazz: “Cuando tengo un libro bien agarrado, elijo cierta música que se empata con la sensibilidad de lo que estoy escribiendo. Por ejemplo, las partes finales de Se está haciendo tarde fueron escuchadas con Mahler y Bruckner. En cambio, toda la parte final de Dos horas de sol fue una noche muy larga en que oí todo Pink Floyd, desde el primer disco hasta el último”.
A propósito de lo anterior, en los últimos días me he dado a la tarea de revisar Dos horas de sol, y una de las cosas interesantes que he encontrado es que inicia citando “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”, ese bello poema hecho canción por Bob Dylan:
“Voy a regresar antes de que la lluvia caiga,
caminaré a las profundidades del bosque más negro y profundo
donde la gente es mucha y sus manos están vacías
donde las píldoras de veneno inundan sus aguas”.
El libro está repleto de referencias musicales a muy buenos grupos y cantantes de rock, lo que demuestra la variedad y el amplio conocimiento musical del autor de La tumba. Además, la historia cae como anillo al dedo para estos días en que las lluvias cubren con intensidad gran parte del territorio nacional.
La novela en cuestión trata la historia de Nigromante (Nigro), un desenfadado escritor chilango, y Tranquilo (Quiet One), su socio y jefe (medio gandalla y mal amigo), quienes viajan al puerto de Acapulco para hacer un reportaje para La Ventana Indiscreta, la revista que dirigen en la capital del país, sin imaginar que les caerá una tormenta que afectará su trabajo, su vida, y sólo les permitirá dos horas de sol.
De igual modo, es un libro en el que el autor manifiesta de manera directa sus preocupaciones ambientalistas, en este caso por la devastación que amenazaba al puerto de Acapulco.
El primer disco que se menciona en la novela es Seventeen Seconds, del grupo The Cure. Esto sucede cuando los dos amigos emprenden el viaje con destino al puerto de Acapulco en un potente Phantom rojo, propiedad de Tranquilo. Nigro introduce el disco en el equipo de audio de la supernave. Después escuchan a The Feelies, a Peter Murphy y a The Waterboys (The Fisherman’s Blues). El viaje hacia Acapulco apenas comienza, viajan de noche, y la relación entre ambos personajes es aún de camaradería. Es en ese momento de la novela en que Tranquilo pretexta mucho cansancio y hace uso de ¡tabletas de Retalín!, lo que hace ver su fuerte conflicto con las drogas. Se escucha de fondo The Serpent’s Egg de Dead Can Dance. El viaje por carretera transcurre sin novedad. Ya empieza a clarear y se empiezan a ver las palmeras y el mar. Son las siete de la mañana. Amanece.
Pero entonces estalla la tormenta, intensa, impertérrita, y con truenos que se alzan por sobre el estrépito del aguacero. Nigro y Tranquilo logran llegar al hotel Villa Vera, donde terminan de instalarse mientras escuchan Stationary Traveller del grupo Camel. Las nubes cubren todo el cielo, el viento arrecia, el mar se está picando; pocos minutos después llueve fuertísimo, ráfagas latigueantes del aguacero se estrellan contra las ventanas.
Y es en esa parte cuando sobreviene el primer desencuentro entre ambos personajes. El irreverente Nigromante descubre casualmente, entre las pertenencias de su amigo, una cinta porno en la que este aparece, lo cual desata la ira de Tranquilo, quien sorprende al intruso en su cuarto. Le reclama haber tomado sus cosas sin su permiso, lo insulta, le dice que es un individuo acomplejado y finalmente lo corre de la habitación.
Un poco desanimado, pero sin llegar a cortarse las venas, Nigro se refugia en su habitación para leer la biografía de Aleister Crowley, a la vez que escucha The Beast Inside de los Inspiral Carpets; Soul Mining de The The; Automatic de The Jesus and Mary Chain; Before and After Science de Brian Eno y Flesh and Blood de Roxy Music.
El mal tiempo en el puerto arrecia, lo que dificulta la realización del reportaje, motivo de la visita. A pesar de esto, Nigromante y Quiet One realizan algunas entrevistas y visitan algunos sitios. Tranquilo está de un humor infernal, su tono de voz se endurece cuando se dirige a Nigro. Algo se ha roto entre los dos amigos y socios.
Sin embargo, todo lo anterior no impide que ambos contacten y liguen con dos bellas turistas estadounidenses (Livia y Phoebe), con quienes recorren las calles del puerto en medio de una lluvia que no cesa. En esta parte de la historia, los cuatro se encuentran en el carro de Tranquilo. Las dos gringas al principio parecen no agarrar la onda; están silenciosas, tensas. Entonces a Nigro se le ocurre poner The Sounds of Silence de Simon y Garfunkel. Para los cuatro, la melodía llega como un bálsamo, logra deshacer los nudos emocionales y al poco tiempo la atmósfera en el auto es cálida, aunque un poco triste.
Otro grupo que se menciona en el libro es The Doors. Esto sucede cuando Nigro y Tranquilo son invitados a cenar en la casa del doctor Ignacio Acaso, un ambientalista de buena ley que defiende al puerto de Acapulco de los efectos de la urbanización. Están en una estancia espaciosa con cuadros y pósters enmarcados en las paredes, en el momento en que se escucha Break on Through del grupo californiano. Las Puertas, dice Nigro, al igual que Hendrix, Janis Joplin y Pink Floyd, siempre han gustado a todas las generaciones.
En esa misma reunión, a la que asisten acompañados de Livia y Phoebe, escuchan el álbum Rayo X de David Lindley, lo cual deja estupefacto a Nigro. «¡No es posible que tú tengas ese disco!», le dice a Acasio, «¡es chingonométrico!». Hablan con entusiasmo de Ry Cooder, Little Village, John Hiatt y Michael Nyman (The Draughtsman’s Contract). El ambiente es festivo. Al final, todos se dan un pase de marihuana.
Otras canciones que se mencionan en el libro y que ambientan perfectamente la historia narrada por José Agustín son Silver and Gold de U2; UV Ray de The Jesus and Mary Chain; Rocka Rolla de Judas Priest; Vision Thing de The Sisters of Mercy y The Passenger de Siouxsie and the Banshees. Estas últimas se escuchan cuando Nigro y Tranquilo recorren la zona roja de Acapulco, en donde, para variar, no deja de llover.
Dos horas de sol es una novela divertida y rebelde, como es característico en la obra de José Agustín. En cada página del libro, hay un interesante juego con el lenguaje, lo que evita que sea aburrida. Sin embargo, también hay profundidad y una fuerte reflexión interna, ya que se trata de la novela de un viaje, pero también de la búsqueda de uno mismo (chéquese la reflexión de Nigro casi al final de la novela, no tiene desperdicio).
Para los lectores de las buenas novelas y para los que gustan de la música, en estos días de intensas lluvias, queda perfecto profundizar en la obra del maestro José Agustín a través de Dos horas de sol. Quien la lea, no se va a arrepentir.