Escritora de piedra/ patea / la cabeza/ de escritora promesa/ Te dibujan/ te bloquean/ escritora pequeñita/ Futuro de palabras y derecho de nada/ Gravedad de apellidos/ en la falacia de una norma/ Se ponen detrás del edificio/ las instituciones/ En la oscuridad / se vislumbra la bomba/ Porque una para nombrarse poeta tiene que esquivar mejor y más rápido / Pero si te queman los dedos debes dar las gracias/ Y te dicen pequeñita/ Y te citan el currículum de los dinosaurios/ Gestos ceniza de inmutable tristeza/ Tu cabeza es un trofeo para los fantasmas del Olimpo/ Una gárgola y la edición francesa/ Qué chulas tenemos las piernas/ El toro blanco bajo Europa/ Fe de la buena/ Las estructuras de piedra sobre el terremoto de nuevos libros/ La competencia ensimismada en el baile de los sordos/ La buena noticia es que la poesía no le pertenece a nadie.
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Escribir sobre escribir. Pensar en el interior con los huesos traslucientes. Creer en la angelidad de una rutina. Levantar el sol. Fingir que llueve durante la ducha. Establecer una playlist con la vibra del nuevo proyecto. Hacer un café. O dos. O tres. Sentarse en el escritorio en calzones y corbata. Devenir la falsa domesticación de Clarice Lispector. Mantener el ánimo como de quien sabe lo que hace. Aunque en este caso es mejor que todo sea una mentira. La mejor de todas. Donde lloras y sigues viendo a los ojos. Crecer el canto que oyes rumbo al monte. Rodearte en el barco de vivos y muertos. No saber cuánto cobrar. Poner la mejor cara cuando te dicen que cobras bien caro. Ver llegar otro fin de mes sin que te paguen tu trabajo. Un texto publicado. Editar de madrugada. Evitar comer tan tarde. Recuerdas que no tienes seguro médico. La ruleta de varios trabajos que otres llaman trabajitos. Borrar e intentar. Como el monje al rezo. Borrar e intentar. Sentir de repente que no sirves para nada.
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Quiero dormir adentro de un billete y despertar como buchona.
Tener los chaneques más efectivos, esos que te consiguen transferencias bancarias.
Guardarlos en la boca sagrada de mis stilettos negros
hasta ser la referencia más bonita para todas mis amigas.
Una sonrisa que engloba el error de mi cabeza inflada
para pagar el interés acumulado de todas las crisis en México.
Sin comprobante de ingresos. Trabajo informal. Nunca exististe.
Elementos de construcción para otorgarle prestigio a las partes de tu cuerpo.
Las distancias disonantes entre las clases trabajadoras que nombró el estado.
La desigualdad más dramática entre el borde de lo que nombro yo y otro.
El futuro es factible si nos damos un beso de cuates,
la brecha imposible de lo que sigo percibiendo como mío.
Pero sabemos que esa ética va en contra de nuestros duendes.
Hay que enervar el espíritu a lo material siendo las propias raíces.
Oropéndola deseante por debajo del salario mínimo
expío migajas contra la verdad inventada por las estadísticas
y todos aquí trabajamos como si eso honrara el apellido,
mosca ciruela derrumbada por su mismo polvo
que objeta contra la fantasía de las absurdas clasificaciones sociales,
porque la etiqueta nombra y al nombrarme casi existo,
casi casi, como si eso me sumara puntos para mi crédito del ISSSTE.
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Ana Basilio (Poza Rica, Veracruz, México, 1992.) Estudió Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma Metropolitana y la licenciatura en Derecho en la Universidad Veracruzana. Es autora de cinco libros de poesía. Ha participado en distintos recitales, talleres y festivales dentro de la República Mexicana. Algunos de sus poemas pueden leerse en Vuela Palabra, Periódico de Poesía y Grafógrafxs. Actualmente es beneficiaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Veracruz, 2023-2024, en la disciplina de Letras. https://www.instagram.com/princesadelapio/