Es asombroso cómo, en la era moderna, la política sigue siendo un juego de favores, facturas y tributos a la impunidad. Pero si hay algo que distingue al gobierno de Maru Campos, es su capacidad para diseñar un espectáculo de lo más teatral, donde exfuncionarios cuestionados y con un pasado turbio no solo logran mantenerse en el escenario, sino que son premiados con cargos públicos de importancia, como si el servicio público fuera un lugar reservado para quienes mejor manejan las relaciones públicas y no el mérito académico ni el profesionalismo.
El caso más emblemático de esta farsa es el de Cristopher James Barousse, un hombre señalado como cómplices de la red de corrupción del exgobernador César Duarte. Uno pensaría que, al enfrentarse a una acusación tan grave por recibir dinero de manera ilícita en la famosa “nómina secreta” de Duarte, Barousse estaría disfrutando de su retiro en algún rincón oscuro de la política.
Pero no, él no solo se queda en la escena pública, se alza como el flamante rector de la Universidad Politécnica de Chihuahua (UPCH) desde el pasado 12 de febrero, con el beneplácito de la gobernadora y su séquito de colaboradores.
Este nombramiento, que no tiene más sustancia que el pago de favores políticos a Duarte, es un claro reflejo de la nula preocupación por la ética en la toma de decisiones. La propuesta de Barousse fue rechazada por la mayoría de los miembros de la Junta Directiva de la UPCH, quienes argumentaron que el aspirante no cumplía con los requisitos básicos de elegibilidad, que no tenía un currículum académico adecuado ni la experiencia necesaria para liderar una institución educativa de tal magnitud. Pero claro, en la política, las leyes y los requisitos son solo obstáculos a sortear, no principios a seguir.
El hecho de que Barousse no cuente ni con un título de maestría en un área relacionada con la academia, sino que se haya “formado” en prisión, solo añade un toque de ironía a este relato que bien podría ser una tragicomedia, digna de haber aparecido en un capítulo de los famosos libros del escritor mexicano José Agustín.
En el colmo de la desfachatez, la mandataria estatal no solo desoyó las recomendaciones de los expertos, sino que también ignoró la intervención de los representantes federales, quienes cuestionaron abiertamente la legalidad del proceso. Pero como todo buen político, la gobernadora prefirió saldar cuentas con quienes le han sido leales a lo largo del tiempo, sin importar el daño a la credibilidad institucional.
¿Qué importa si se respeta la normatividad o si se coloca a un hombre sin formación académica en un puesto de tanto impacto? Al final de cuentas, el mensaje es claro: el compadrazgo y la lealtad política son más valiosos que los principios.
Pero no es solo Barousse el afortunado en este circo de la impunidad. Otro exfuncionario que recibe un premio a su complicidad política es Omar Bazán, quien fue nombrado en diciembre de 2024 director del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) del estado de Chihuahua. Como todo buen político, Bazán ha sabido tejer su carrera con hilos de servilismo, desde su paso por el PRI hasta su papel de diputado federal y legislador local, siempre con la carta de su lealtad a los intereses de quienes han gobernado el estado.
A pesar de que Bazán tiene una formación académica cuestionable, con títulos como una licenciatura en Derecho Burocrático y una maestría en Litigación Oral, lo cierto es que su verdadera habilidad radica en sus conexiones dentro del PRI y en su incansable esfuerzo por mantener a flote el legado de César Duarte. Y para coronar su ascenso, ha recibido, como es costumbre en estos círculos, dos doctorados honoris causa, esos títulos honoríficos que no necesitan de mucho más que unas buenas relaciones con los círculos de poder.
La gobernadora Maru Campos, al igual que con Barousse, premió a Bazán no por sus méritos académicos o profesionales, sino por sus favores políticos y su fidelidad a los intereses que mantienen el statu quo en Chihuahua. Este nombramiento, al igual que el de Barousse, es la evidencia palpable de cómo, en el sistema político actual, la educación y el bienestar público son solo palabras vacías cuando se trata de sostener a los mismos actores de siempre en sus posiciones de poder.
Oportunismo cínico
Así que, entre Barousse, Bazán, y otros personajes que siguen circulando por las instituciones educativas del estado, no cabe duda de que la política en Chihuahua es una eterna danza de favores y complicidades. Los panistas y los priistas, tan diferentes en sus discursos, tan similares en sus prácticas, son las dos caras de la misma moneda, es decir, un partido que promete el cambio, pero que solo ofrece más de lo mismo; un partido que se dice limpio, pero que sigue manteniendo a los mismos personajes cuestionados en puestos de importancia.
Al final, lo que queda claro es que las instituciones educativas de Chihuahua no están siendo gestionadas por expertos comprometidos con la formación de las nuevas generaciones, sino por aquellos que se ganan sus puestos con favores políticos y un historial de corrupción. ¿Acaso esto no es lo que hemos venido viendo en los últimos años? No importa si eres un exfuncionario vinculado a casos de corrupción, si tienes buenas relaciones con el poder, siempre habrá una silla esperando por ti.
Es, en definitiva, un circo en el que la educación se convierte en el telón de fondo para un espectáculo de desfachatez y conveniencias políticas. Afortunadamente, el público parece haber dejado de aplaudir hace mucho tiempo.