Ciudad Juárez vivió un fin de semana cargado de contrastes. En el diamante de beisbol, una hazaña deportiva rompía un silencio de 25 años, y en la arena política, un desfile de personajes ofrecía un espectáculo más propio de la sátira que de la seriedad institucional.
Contra todo pronóstico, los aborígenes se llevaron el sexto juego del viernes en Chihuahua capital. En ese partido, a los chihuahuitas les salió el lado tramposo: el pitcher de Dorados, Gabriel Ponce, fue expulsado en la cuarta entrada al ser sorprendido con una barra de brea escondida en la manga de su uniforme. La brea está prohibida porque les da un mejor agarre a la pelota.
Pero el sábado los astros se alinearon para los juarenses que mostraron orgullo desde la primera entrada, mientras Pérez Cuéllar celebraba con ánimo desbordado y Bonilla intentaba mantener la sonrisa congelada de siempre. Indios fue mejor en todo y ahora los jugadores de Dorados no pudieron usar brea para ganarle a Juárez.
El out 27, y con él el campeonato, fue celebrado por los fronterizos con gritos que resonaron en toda la ciudad. Cientos acudieron a la Plaza de la Mexicanidad a festejar, algunos con unas cervezas encima, pero siempre comportándose a la altura. Mientras eso sucedía aquí, en la capital, Pérez Cuéllar levantaba el trofeo rodeado de los jugadores, y todo era fiesta. Sin embargo, a unos cuantos metros, Bonilla mostraba la cara más larga que una sandía.
De repente apareció el fiscal estatal, César Jáuregui, ante la ausencia de la gobernadora María Eugenia Campos. Lo que a todos les pareció extraño fue que diera su discurso con el jersey de Dorados, olvidando, quizá, que en realidad es aborigen fronterizo. Luego vinieron palabras vacías, alabando a Juárez (con el jersey bien puesto, eso sí). A muchos políticos se les olvida todo lo que esta frontera les ha dado y se olvidan de ella; ejemplos sobran, siendo los más visibles Barrio, Corral y María Eugenia.
Veamos por dónde pasó don César antes de ser fiscal: en 1994, con el primer gobierno panista en Chihuahua, encabezado por Francisco Barrio, fue subdirector de Gobernación; después, director de Gobierno en el Ayuntamiento de Juárez, en 1995; luego secretario del Ayuntamiento de Juárez del 2000 al 2001. Más adelante, cuando el PAN casi desapareció de Juárez, fue diputado estatal en dos ocasiones y secretario del ayuntamiento en Delicias y Chihuahua.
¡Qué mal se vio el fiscal estatal con el jersey de Dorados! Recordemos que en política, la forma es fondo y eso quiso decir muchas cosas. Nunca lo olvidaremos.
Mientras tanto, en Juárez, se preparaba otro escenario político. El domingo, en el recién inaugurado Estadio 8 de Diciembre, Cruz Pérez Cuéllar rindió su Primer Informe de Gobierno de esta segunda administración. Ante miles de ciudadanos, el alcalde, que fue acompañado por Ricardo Monreal y otros personajes importantes de Morena, habló de avances, proyectos y compromisos, mientras la ausencia de la gobernadora dejaba una silla vacía que ya se volvió costumbre. La estrategia de Campos parece ser clara: ignorar a Juárez mientras se dedica a fortalecer sus alianzas en la capital.
Lo curioso, y hasta tragicómico, fue ver quién asistió en su representación: Sergio Nevárez, director de la Junta Municipal de Agua y Saneamiento. Sí, el mismo que debería estar resolviendo fugas y la ineficiencia histórica del organismo, pero en cambio, decidió tomar el micrófono para dar un discurso en el que habló más de supuestos logros del gobierno estatal. Como si los juarenses fueran ingenuos, se aventó a presumir avances en el BRT y mejoras en el agua, dos de los temas más cuestionados en la ciudad. Fue, en esencia, un acto de autopromoción descarado, un monólogo fuera de lugar que rayó en lo grotesco.
Nevárez parecía olvidar que estaba en representación de la gobernadora, no en un mitin de su oficina. Y claro, el efecto fue contrario: en vez de reforzar la presencia del gobierno estatal, dejó en evidencia la desconexión total de la administración de Campos con la frontera. No hubo sensibilidad, ni diplomacia, ni siquiera cortesía política. Solo un funcionario que creyó que podía robar cámara en un evento que no le correspondía.
Así, entre el fiscal juarense con corazón chihuahuita, y el director de la JMAS metido a orador improvisado, Juárez presenció dos postales que sintetizan la pobreza política del estado. Funcionarios más preocupados por la pose que por el fondo, más interesados en figurar que en resolver.
El fin de semana dejó dos enseñanzas. Una, que la pasión y el esfuerzo colectivo sí pueden dar frutos —como lo demostraron los Indios con su campeonato—, y otra, que la clase política estatal sigue anclada en la simulación. Al final, el recuerdo de Jáuregui con el jersey de Dorados y el discurso de Nevárez en el Informe quedarán como ejemplos de que a veces la política es más tragicómica que cualquier caricatura.
Bien lo dijo Carlos Monsiváis: la doctrina principal de la derecha es la hipocresía. Y en Chihuahua, esa máxima parece ser regla de oro.