En el caso de Abraham Chinchillas, transeúnte como sustantivo define a un individuo en una situación apenas transitoria –y, por lo demás, del todo deseable–, al igual que a un ser (a un ser humano en toda la extensión de la palabra…) con una vocación activa e incansable por el saber: ese ir, con pies y equipaje ligero, de un sitio o un tema a otro con sibarita curiosidad. Todo ello, gracias a la magia del lenguaje, hace que dicho sustantivo –por su apreciable y constatable sustancia y por su constante acumulación– termine, del mismo modo, adjetivando a su agente y destinatario, calificándolo de manera amplia, indefectible y poderosa, y también cualitativamente, por supuesto.
Por otra parte, el adjetivo solitario, que se anexa de manera caprichosa, si bien procedente, no puede sino desvelar otro comprensible y natural oxímoron: ¿cómo ha de estar solitario quien se acompaña de un libro y su infinito universo?, ¿cómo un atento espectador no sería al menos cómplice, si no es que complemento, del autor?, ¿cómo un agudo entrevistador e incansable charlista puede, antes, durante o después de ejercer su oficio, definirse como un ser solitario?, ¿cómo este ejercicio de la crítica, que es absolutamente social, puede presunta o momentáneamente expropiarse, así sea por un instante, al –por necesidad– compartirse mediante el ejercicio profesional del periodismo o de la locución?
Bueno, pues tales son las felices trampas a las que nos arrojan tanto el lenguaje mismo y su filología como la filosofía y sus derivaciones éticas y, evidentemente, estéticas, que se suscitan después de la lectura de este valioso libro.
El primer mérito de este volumen es que constituye una lectura deleitosa, gracias a una suelta escritura, producto del talento literario innato y del ejercicio de los varios oficios de Abraham, todos relacionados con el blandir y esgrimir de la pluma. Viene a ser, entonces, la nutriente compilación de un ya largo y apasionado trabajo reporteril y periodístico, pero también inmanentemente crítico y hasta ensayístico, que concomitantemente nos ofrece un retrato íntimo del autor, quien, directa o indirectamente, se describe con sus mayores cualidades: una mente abierta hacia lo cultural más cercano, lo propio, el país o el mundo todo, y un corazón generoso para compartir sus búsquedas, hallazgos, deslumbres, alegrías, gozos infinitos y tristezas, algunas de ellas asimismo colectivas y lamentabilísimas.
Todo ello, por lo demás, ilumina y matiza, sin ensombrecer del todo (de la manera más sacra y barroca posible), lo que viene a ser este amplio mural sentimental, cognoscitivo y reflexivo: su Transeúnte Solitario y su mundo interior.
Abre el volumen con una sección que, del mismo modo, define su vocación: “La bendita manía de preguntar” y, asimismo, con uno de los más atendibles textos: “La poesía es una isla: una isla con muchos puentes”, una entrevista a Torgeir Rebolledo Pedersen. Desde ahí, el trayecto se vuelve un agradable y amplio ascenso, sin renunciar, por momentos, a ser comprensiblemente sinuoso.
La voz activa (en los muy diversos sentidos del término), la voz activa de Abraham… activa recuerdos y resonancias de una muy variada galería de personajes de nuestra cultura, de esa tan cercana o tan lejana como la queramos asumir o reconocer (Sor Juana, Ramón López Velarde, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Ricardo Garibay, Gonzalo Martre, José Agustín, Julio Cortázar, Mario Benedetti, James Joyce, Umberto Eco, José Saramago, Paul Auster, Salman Rushdie, Mario Vargas Llosa…). Como se ve, escritores en su mayoría, pero también alude o interactúa con músicos, cantantes, pintores, dibujantes, cineastas, deportistas o bien simples protagonistas —para bien o para mal— del quehacer ciudadano. Cuando no, aprovechando las efemérides, se da el lujo de concertar incluso con personajes míticos de la historia nacional o universal (Ignacio Rodríguez Galván, Leonardo da Vinci o Napoleón Bonaparte, por ejemplo).
Obituario sacralizador, guía de lecturas y ruta de navegación para conocer, de primera mano, el acontecer reciente en la capital hidalguense, así como la vida y milagros de sus personajes ilustres o emblemáticos. De ahí pasa a los hidalguenses ilustres, y de ahí a los mexicanos universales, y de ahí a los universales categóricos. Citar los casi 500 nombres de personalidades diversas que integran este mosaico, dispuesto en los 118 textos recopilatorios de esta trayectoria, alargaría infinitamente esta reseña. Baste decir que todos y cada uno de ellos se consignan en el índice onomástico puesto al final.
Con el adecuado toque de erudición, pero alejados de la petulancia, la mayor parte de los textos se aderezan, además, con el recurso de la autobiografía, que da cuenta de un crecimiento intelectual y un ingenio natural para malabarear con el lenguaje y mantener, al menos entretenido o expectante, si no es que francamente divertido, al lector. Otros, además, son ciertamente crónicas, o meras fabulaciones o reflexiones sobre lo veraz o cercanamente vivido (o asumido), o la conmoción ante las muchas e inolvidables tragedias que, de una u otra manera, nos tocan (y “nos tocan” también en ambos sentidos de esta expresión).
Reconocer gustos y afinidades por grandes y talentosos creadores, y ante todo por sus creaciones; ampliar nuestra muy vasta galería de personajes y personalidades; rectificar o ratificar filas y fobias; contrastar nuestros trayectos vitales; disertar sobre lo verdaderamente importante del existir… son otros importantes propósitos de este transeúnte, quien, como también buen editor, editorialista o hasta pugilista, cabecea con atinados subtítulos bien los apartados del libro o algunos de sus pasajes, ello con frases como: “Vestigios de la memoria”, “El fósforo y el bosque”; o, así también: “100 años de Gabriel Vargas: los martillazos de la historieta”, “De enanos negros y gigantes verdes” (crónica futbolística), “El antiguo arte de con-versar”, “La crítica literaria: esa celebración”, “El dis(u)eño de López Tovar” o “Cuando el Rius suena, humor lleva”, entre otros tantos de los textos más atractivos.
Por lo demás, asiduo rescatador, amoroso sembrador y siempre entusiasta generador y hasta perfilador de lo hidalguense (su ser y su esencia), si se nos permite jugar tal y como al colega Chinchillas, sin duda, le encanta, hemos de decir que este su Libro, su personal “garbanzo de a libra” y que es, de algún modo, el culmen de su trayectoria, o al menos la más alta celebración de ella, se alza como un verdadero Aleph flotando sobre el mar de pastes pachuqueños, como un faro que, desde su plaza mayor y su reloj inglés, vuélvese del mismo modo espejo del buen ser y del buen quehacer periodístico, cultural, literario y artístico, al que será un gusto volver recurrentemente para celebrar los goces de lo trascendente o —de manera más simple— lo humana, muy amistosa y felizmente compartido.

–Abraham Chinchillas, Transeúnte solitario
(Crestomatía periodística), México, Albatros Press, 2024.–

Semblanza:
Abraham Chinchillas. Escritor, traductor, editor, periodista, fotógrafo, locutor de radio y TV, y promotor cultural. Nació en la Ciudad de México en 1974, pero desde 1992 cambió su residencia a la ciudad de Pachuca. Ha colaborado, como poeta y periodista, en diferentes medios impresos y electrónicos en México, España, Argentina, Chile, Colombia, Panamá y Bélgica. Sus textos literarios han sido incluidos en una docena de antologías estatales, nacionales e internacionales. Es autor de los poemarios Perro que huye (2004), Tráeme la noche, haikus (2006), Zoología indescifrable (2009), Nítido (poesía y fotografía, 2012), Diatribas (2013) y Sólo un poco aquí (2015). Es autor también del libro de narrativa La lluvia probablemente y otros relatos hiperbreves (2008) y de la plaqueta Aforismos para caer de la bicicleta (2011).
Fue Subdirector de la Red Estatal de Radio, de 2000 a 2007 y ganó el Premio Estatal de Periodismo Fundación Latinoamericana 2003, en el género de Entrevista Cultural. Ha sido tres veces Becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, en la categoría de Creadores con trayectoria. En España fue incluido en el Diccionario Internacional de Arte y Literatura 2007, y en la ciudad de Puebla recibió la distinción al Mérito Artístico “XELHUA” 2012. Su columna La hoja y la mirada aparece en la sección de cultura del periódico El Sol de Hidalgo, y produce y conduce la revista radiofónica Bibliófono. Desde 2007 genera el blog cultural Transeúnte Solitario, el cual recibió, también en España, el premio bloguero Dardo 2009. Dirige asimismo la editorial independiente alb@tros PRESS.