El 26 de mayo de 2025, un nuevo ataque del ejército israelí contra una escuela en Rafah, Gaza, dejó al menos 52 personas muertas, de acuerdo con reportes de medios internacionales como Al Jazeera y la propia UNRWA. Entre los escombros de la escuela Fahmi Al-Jarjawi, que funcionaba como refugio para familias desplazadas, quedaron los restos de una tragedia que se repite con alarmante frecuencia en la Franja de Gaza desde octubre de 2023.
Desde que comenzó la ofensiva israelí en respuesta al ataque de Hamás del 7 de octubre, más de 36,000 palestinos han muerto, la mayoría civiles, según cifras de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA). El saldo, lejos de disminuir, se agrava con bombardeos como el de esta semana, en el que incluso se ha señalado el uso de fósforo blanco, prohibido por convenciones internacionales cuando se usa en zonas civiles.
En ese contexto, México ha mantenido una postura diplomática que prioriza el lenguaje técnico y evita señalar de manera directa al Estado de Israel por posibles crímenes de guerra. La presidenta Claudia Sheinbaum fue cuestionada en la Mañanera de este 27 de mayo sobre la posibilidad de romper relaciones diplomáticas con Israel, especialmente luego de que ataques previos afectaran a instalaciones de la UNRWA, donde se encontraban también trabajadores internacionales, entre ellos mexicanos. Su respuesta fue cautelosa: reafirmó el compromiso de México con la paz y reiteró que la postura oficial sería comunicada por la Cancillería.
A pesar de que México ha votado en favor del alto al fuego en diversas resoluciones de la Asamblea General de la ONU, no ha acompañado los llamados de países como Colombia, Bolivia o Sudáfrica para detener relaciones diplomáticas o comerciales con Israel. En contraste, el presidente colombiano Gustavo Petro ha acusado directamente a Israel de genocidio, mientras que Sudáfrica presentó una demanda ante la Corte Internacional de Justicia.
México ha preferido el camino de la neutralidad activa, una tradición priísta diplomática basada en la no intervención, que ha sido útil en muchos contextos. Sin embargo, cuando hay indicios documentados por organismos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional de ataques desproporcionados y uso sistemático de la fuerza contra civiles, la neutralidad comienza a parecer insuficiente. O incluso cómplice.
La presidenta Sheinbaum, quien ha sido firme en su respaldo a causas sociales internas, como la defensa del pueblo indígena y la igualdad de género, ha optado por una distancia cautelosa frente a la violencia en Gaza. Su postura ha generado críticas de sectores de derechos humanos y de comunidades internacionales que esperaban una voz más decidida de parte de un país históricamente solidario con los pueblos oprimidos.
El momento actual no permite ambigüedades. La Corte Internacional de Justicia ha emitido medidas provisionales solicitando a Israel detener su ofensiva en Rafah. La ONU ha condenado los ataques sistemáticos contra la población civil. Las imágenes que recorren el mundo muestran cadáveres de niños envueltos en mantas, hospitales colapsados y familias enteras enterradas bajo los escombros. Ante eso, la comunidad internacional empieza a exigir definiciones.
México debe decidir si mantendrá su línea de cautela diplomática o si asumirá una postura más firme en defensa del derecho internacional humanitario. La historia recordará, no solo a quienes dispararon, sino a quienes guardaron silencio.