En un país donde la violencia se cuela hasta los rincones más ocultos y la verdad parece siempre en fuga, surge Morir al sur (Nitro-Press, 2022), una obra ganadora del concurso nacional Una vuelta de tuerca. Gabriel Velázquez Toledo nos arrastra a un escenario de crímenes silenciados y secretos de Estado. La novela explora la aterradora serie de asesinatos de homosexuales, una tragedia oculta en la que el número de víctimas crece en Chiapas de manera alarmante según distintos reportes: desde las once que el gobierno reconoció, hasta más de cincuenta documentadas por activistas locales. En paralelo, narra la movilización de pueblos originarios en San Cristóbal de Las Casas, quienes, en una manifestación feroz, destruyen la estatua de Diego de Mazariegos, conquistador y símbolo de opresión.
El protagonista es un periodista que inicia su viaje buscando titulares, pero termina enredado en una espiral de violencia y resistencia. Al encontrar dos cadáveres en un hotel, se adentra en un rompecabezas de muerte, corrupción y lucha social, en la que su propia vida se convierte en moneda de cambio.
La realidad de Chiapas, marcada por el tráfico de migrantes y la escalada de crimen organizado, alimenta la narrativa del autor, quien considera que la violencia actual es más que suficiente para tejer historias de literatura negra. Con una mirada cínica, el escritor muestra que la complicidad estatal y el poder de los caciques locales, herederos de las antiguas guardias blancas, continúan tejiendo una red de terror y opresión.
Para los lectores de novela negra, Morir al sur no es solo una historia de ficción; es un oscuro retrato de un país que sigue lidiando con sus propios demonios.
Poetripiados entrevistó al autor chiapaneco, quien ha sido becario del Fonca y del Pecda, además de haber recibido algunos premios.
1.-Tu novela Morir al sur ganó el concurso nacional Una vuelta de tuerca, una historia de crímenes de Estado que toca varios temas clave en nuestro país, como la corrupción política y militar, además de una serie de asesinatos en Chiapas. ¿Cuáles son los ejes principales de esta obra?
La novela aborda dos episodios que se dieron en Chiapas de forma paralela, el asesinato serial de homosexuales en la capital, mismos que sembraron el terror entre la sociedad (el gobierno habló en su momento de 11 asesinatos, pero Amnistía Internacional logró documentar más de 30 y una asociación de la comunidad LGBT local, cuyo líder fue asesinado también, arrojó luz sobre 50 muertes) y la concentración masiva (más de cuarenta mil personas) de pueblos originarios en San Cristóbal de Las Casas, en la que sería la celebración número 500 del descubrimiento de América. Aquel día, mediante la destrucción de la estatua del conquistador Diego de Mazariegos por una turba iracunda, se dio un primer aviso de que algo estaba cocinándose en las entrañas de estos pueblos. El protagonista es un periodista que cubre ambas noticias, involucrándose paulatina y circunstancialmente en lo que sucede cuando decide ahondar en la identidad de un par de cadáveres que encuentra en una habitación de hotel, buscando una nota para los encabezados. Pero lo que encuentra es la conexión de dichos personajes con la movilización que en los altos de Chiapas se está dando, provocando que, sin haberlo deseado, se encuentre en el epicentro mismo de los campamentos en donde el zapatismo se prepara para la guerra.
2.- México vive, desde 2008, un severo problema de violencia que parece no terminar; se ha agudizado en estados donde la delincuencia no estaba desbordada, como en Chiapas. ¿Qué material te arroja esa realidad social para crear literatura negra?
La realidad siempre supera a la ficción, es una frase trillada pero que explica la fuente de las historias que me gusta escribir. La larga tradición del uso de la fuerza como elemento persuasivo para someter a los pueblos a la voluntad de lo que se conoce como “La familia Chiapaneca”, nos ha llevado a un impasse en el que, para el colmo de males, nos hemos resignado a vivir. En Chiapas, estábamos acostumbrados a un cierto tipo de violencia que sucedía lejos de las ciudades. Ahora, vemos una escalada, pueblos enteros que tienen que migrar, ciudades fantasma en la frontera, tráileres llenos de migrantes que son transportados como reses, ajustes de cuentas cuyos resultados vemos en los estacionamientos de los centros comerciales, como si fueran trofeos pero que son mensajes, la evidente complicidad de un estado corrupto y omiso. En el cinismo de esta frase se resume todo: ¿Qué más puede pedir un escritor de novela negra?
3.- ¿De qué tamaño es el problema que vive Chiapas desde hace meses?
La respuesta de los caciques locales al conflicto armado de 1994 fue preparar a sus propias guardias blancas (vaya nombre, ¿no?). Entrenados por el Ejército, los sicarios trataron de mantener a los pueblos con las técnicas de intimidación que aprendieron en la famosa Escuela de las Américas y perfeccionaron en la extinta Dirección Nacional de Seguridad, es decir, secuestraban, torturaban y asesinaban a los líderes campesinos para persuadir a las bases de no continuar con las invasiones a las grandes haciendas. Después de Acteal, en el 97, se declara un cese de las actividades de estos grupos que tienen las armas y la formación militar, pero ya no un ingreso económico, así que las condiciones están dadas para dedicarse al negocio más próspero, el crimen organizado, que de alguna forma ya practicaban, además de que tenían sus propios cotos de poder regionales que les permitía actuar impunemente, sin contar las redes de corrupción que el mismo estado incentiva actualmente.
Cuando en octubre del 2018 grandes caravanas de migrantes empezaron a cruzar el río Usumacinta, en la frontera con Guatemala, estos grupos encontraron un negocio mucho más lucrativo que el tráfico de drogas y armas. Ahora, el tráfico de migrantes se disputa bajo las siglas de los cárteles más grandes del país, replicando las luchas por el poder que se daban en el norte y el bajío, con la marcada diferencia de que aquí no tenemos una capacidad de respuesta que desarticule a las bandas, antes bien las instituciones de seguridad parecen uno más de estos grupos que extorsionan y protegen delincuentes, dando la apariencia de que estamos esperando a que alguien gane y, por inercia, las cosas se solucionen. Esta guerra ha ahogado nuestra frágil economía, el tejido social está roto (es increíble que pueda seguirse rompiendo) y el fantasma del 94 ronda nuestras cabezas.
4.- ¿Cuáles son tus escritores preferidos en este género?
Soy un cliché, me gustan Paco Ignacio Taibo II, Élmer Mendoza, Luis Sepúlveda, Eduardo Antonio Parra, Martín Solares, Bernardo Esquinca, Bernardo Fernández, la colección Nitro Noir es una delicia (ahí encontré a Omar Delgado, Carlos Padilla, Kike Ferrari, Niko Ferraro), he disfrutado leer a John Connolly y a Michael Connelly, de Patricia Higthsmith he aprendido mucho sobre sostener el suspenso, Connan Doyle y Christie me regalaron lecturas muy entretenidas. Disfruto mucho los clásicos, Poe, Chandler, Thompson, Hammet, es que hasta Borges y Casares crearon a Bustos Domecq (eso me permite incluirlos en la lista, ¿no?). No me atrevo a tener una escritora o escritor favorito, pero si en los pasillos de una librería me encuentro ejemplares de cualquiera de ellos, sin duda se van a casa conmigo.
5.- ¿En qué estado se encuentra la literatura negra en México?
Creo que está en su mejor momento, la amplia producción y los espacios que las mismas editoriales han abierto, la creación de festivales y premios hablan de la recepción que el público le da. Creo que los seres humanos tenemos curiosidad por conocer nuestro lado oscuro, sus límites y fronteras. También veo que grandes escritoras y escritores se acercan al género porque es el que mejor se adapta para narrar ciertas historias, como le pasó a Cristina Rivera Garza con su último libro. El mito de que la literatura negra es un género menor se ha venido abajo. Afuera hay un mundo agresivo que ha tocado a prácticamente todas las familias mexicanas, de una u otra forma esta circunstancia nos acecha, es nuestra realidad y queremos conocerla a fondo.
6.- ¿Qué papel han jugado las escritoras en el desarrollo de este género en los últimos años?
Cuando leo a Ana María Maqueo, a Iris García Cuevas, a Tania Tinajero, a Makaria España o más atrás a Nelly Campobello con Cartucho, lo que encuentro es a escritoras que dominan muy bien la técnica, el lenguaje, sus historias son perturbadoras, abordadas de formas creativas. Acabo de leer a Fabiola Sánchez, La verdadera historia de la mujer lagarto, posee un sentido del humor ácido que me divirtió mucho. Los ambientes de Temporada de huracanes de Fernanda Melchor me parecieron sórdidos, muy bien logrados y El monstruo pentápodo de Liliana Blum, tiene una perspectiva escalofriante. Sin embargo, creo que la literatura, más allá de géneros, se debe apreciar por la maestría de la técnica y la riqueza de su trama, lejos de los fenómenos mediáticos, escritoras como Mariana Enríquez y María Fernanda Ampuero tienen una fuerza en sus escritos que las acercan a un canon en el que poco importa qué sexo tienes, sino más bien qué obra estás legando.
7.- ¿Cuál debería ser el papel de un escritor para ayudar a restablecer el tejido social en sus comunidades?
Creo que lo más importante del arte en general es que despierta nuestras conciencias, nos permite acercarnos a puntos de vista distintos, nos obliga a pensar y todo esto es importante a la hora de reflexionar, de plantear un problema y crear soluciones. No es que la respuesta esté en una novela o en una pintura, el ejercicio mental al que obliga es lo que nos acerca a la resolución de los conflictos y a la generación de empatía. En particular, la narrativa nos obliga a estar en los zapatos del personaje, nos conecta con él y con el otro que lo ha leído, que ha tenido la misma sensación, lo que produce un vaso comunicante.
8.- Cuéntanos un poco sobre cómo funciona tu proceso creativo a la hora de escribir.
Me gusta reunir fragmentos, ideas que voy apuntando en una libreta. Cuando escribí Morir al sur, la primera idea fue el arribo de los zapatistas el 31 de diciembre al parque central de San Cristóbal. ¿Cómo llegaron? y, en especial ¿quién dio cuenta de ese momento? Las ideas se acumulan y hacen sinapsis, se mezclan en el inconsciente y de a poco se van dibujando escenas, personajes, lugares que me gusta profundizar, entregándolos a una estructura que se moldea con pinceladas. A los personajes los doto de un pasado, con traumas que los obligan a reaccionar a las circunstancias que voy planteando. Lo primero que hago entonces es un esquema, aunque al final no se respete porque los personajes han desarrollado una personalidad y reaccionan de formas diversas. Me gustan las libretas, el primer borrador siempre lo hago a mano, para que cuando lo pase a la computadora tenga un segundo borrador sobre el cual trabajar. Creo que escribir es reescribir. Lo siguiente es leer la obra, corregir todo aquello que no se cuadra en la historia a nivel macro, rolarlo con algunos amigos que son buenos lectores, con otros escritores, llevarlo a algún taller para someterlo a escrutinio y pasar a lo micro, la reescritura de palabras, frases, guardar en un cajón la historia para que unos meses después vuelva y sigamos dándole, hasta estar satisfecho.
9.- ¿Cómo fueron tus inicios en la literatura? ¿Cuál fue el primer libro que te marcó?
Mi inicio fue una infancia lectora, el libro Román Elé de Nersys Felipe, una escritora cubana, fue el primer libro que releí hasta reventarlo. Siempre he amado la lectura, estudié literatura porque era lo único que me gustaba, leí como un poseso durante la carrera. Creo que eso me llevó a intentar escribir, con el tiempo encontré a un maestro, José Martínez Torres, que era escritor y me enseñó que para escribir debía dominar el lenguaje, la técnica y en especial, tener disciplina. También me enseñó que la literatura es acción y la acción está en los verbos, algo muy básico pero que me ayudó a entender cómo se construían las historias. Todavía lo escucho en mi cabeza cuando escribo.
10.- ¿Estás escribiendo alguna nueva obra? ¿Cuáles son tus planes a futuro en las letras?
Terminé la segunda parte de Morir al sur, que en realidad es una trilogía, aquí abordo los primeros meses del conflicto zapatista en Chiapas, la batalla de Ocosingo y lo que sucede con el asesino serial. Me estoy documentando para la tercera parte, cuando tres años después las guardias blancas atacaron Acteal. También tengo una historia que coquetea con la Weird Fiction, pero que se mantiene en el universo de la novela negra, todo a partir de la simbiosis religiosa que existe en Chiapas y los crímenes producto de la guerra que tenemos (en plural, como sociedad) contra el crimen organizado. Estoy consciente de que es un largo camino, las posibilidades de publicar están en el centro del país y se dan a cuenta gotas, pero lo veo con buen ánimo tras la aceptación que llegó a tener la primera novela, así que nos haremos de paciencia para el periplo que viene.