Hay un abismo entre la música, que nada significa, y la escritura, a la que le resulta muy difícil escribir libre de significado. Algunos magos del lenguaje logran escapar de la gravedad del significado estricto… he leído a Tomaž Šalamun y he pensado, vaya, por un momento se ha zafado, Tomaž, como Houdini, de las cadenas de una trampa auto-impuesta. Pero para la mayoría de nosotros no hay esa opción. El lenguaje es un invento de carácter utilitario y sus reglas son duras. Los poetas dicen que en sus manos el lenguaje es más líquido y que pueden hacerlo tomar la forma que sea. Vale, supongamos que es verdad. No niego que haya magos. Pero al final las palabras, por mucho que se deformen, siguen trabajando en la mente hacia el significado. Sigue la mente buscándolas significar. Siguen las palabras queriendo decir algo (y si en el fondo no hay nada detrás del significado, eso es ya otro problema). Pregunto yo, si algunos poetas quieren trabajar fuera del significado ¿por qué no mejor hacer música? O mejor aún, ruido puro, que no pretende, como la música, articular un lenguaje interno universal que haga sentir siempre las mismas emociones y los mismos efectos.
Lo cierto, al menos, es que escribir de música es inútil, y aun más inútil es escribir sobre ruido. No obstante, cientos de personas lo intentan todos los días.
The Sound of Raspberry, de Tatsuya Yoshida y Martín Escalante.
Comienza wordless vocals con ruido porque es ruido esto, pero también es música, y no sabría yo definir bien esa frontera. Martín es el sax monster y Tatsuya es la batería polimorfa. Hay también fraseos atonales hechos con instrumentos electrónicos que pelean y fornican con el saxofón como nobles salvajes haciendo rutas en la jungla de una composición “sin centro” como la pintura de Pollock en la portada de Coleman– de joven me gustaba hacer mapas que pretendían trazar la ruta de un concepto y los hábitos imbéciles nos acompañan toda la vida, se podría decir incluso que nuestros hábitos nos entierran.

Debo decir que los tracks de este disco no se dejan separar como lo harían las piezas de algún otro disco donde hay melodía, armonía, tema, coro, verso, cabeza, aquí no hay eso, hay improvisación continua y meteórica que requiere fuerza del practicante, fuerza en los pulmones, fuerza en manos brazos y piernas, fuerza en el alma y en el escucha también, se pide fuerza, como cuando sales por cigarros a media ventisca y piensas “tal vez no debí haber salido” pero ya estoy afuera, cruzar la ventisca es una experiencia extrema y si salgo intacto le voy a sacar algo de euforia, igual a esto, que no es tan peligroso como salir a fumar cuando hay huracán pero igual es extremo, es para oídos que piden castigo y ventisca porque ahí hay belleza, convulsiva y horrenda, pero igual hay belleza, y lo que los terapéutas llaman catarsis y los brujos exorcismo.
Entonces, todas las piezas son la misma pieza aunque ninguna se repite, es como el río aquel del filósofo griego, el mismo siempre y nunca el mismo cuando metes el dedito a checar si el agua está a gusto para meter el cuerpo– porque hay que meter el cuerpo entero en esta música, no solo es para los oídos ni tampoco, como dicen en la escuela, “para la edificación de la mente”, sino más bien música para meter el culo en ella y sentirla en la médula, es casi acéfala, como la revista de Bataille, que no es mala idea, leer esa revista, oyendo este disco.
Hay nombres muy simpáticos, por cierto, en este disco… pretty little please machine e it ‘s time for the puppet show son solo dos ejemplos.
Y bueno, insisto, es inútil escribir de música y es mucho mejor simplemente hacer música o mejor, no hacer nada.
¿Recomiendo este disco?
Claro que sí. Es salvaje y buen amigo, the sound of raspberry, creo que lo necesitas, tal vez no sabes que lo necesitas, pero necesitas salir a la ventisca, meter la oreja al fuego y despierta ya, pringado, ya todo
se está muriendo.
————————————-
Eduardo Padilla (Vancouver, 1976) es autor de Zimbabwe (El Billar de Lucrecia), Minoica (escrito en colaboración con Ángel Ortuño, publicado por Bonobos), Mausoleo y áreas colindantes (La Rana), Blitz (filodecaballos), Un gran accidente (Bongo/3pies), Hotel Hastings (Cinosargo) y la antología Paladines de la Auto-Asfixia Erótica (Bongo Books). Su libro más reciente es Zwicky (Cinosargo).