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¿Es hora de hablar? Nel mezzo del cammin di nostra vita

En última instancia, la pregunta sobre cuáles son las necesidades verdaderas o falsas sólo puede ser resuelta por los mismos individuos, pero sólo en última instancia; esto es, siempre y cuando tengan la libertad para dar su propia respuesta. Mientras se mantenga en la incapacidad de ser autónomos, mientras sean adoctrinados y manipulados (hasta en […]

¿Dónde carajos aprendimos a reprimir y a callar todo aquello que resulta repugnante?

Por Ramón Gilberto Gutiérrez Mora / 2 de julio de 2025

En última instancia, la pregunta sobre cuáles
son las necesidades verdaderas o falsas
sólo puede ser resuelta por los mismos individuos,
pero sólo en última instancia; esto es, siempre
y cuando tengan la libertad para dar su propia respuesta.
Mientras se mantenga en la incapacidad de ser
autónomos, mientras sean adoctrinados y manipulados
(hasta en sus mismos instintos), su respuesta a esta
pregunta no puede considerarse propia de ellos.

Herbert Marcuse.

A decir de muchos amigos, cuyo gusto musical encuentra coincidencia en las propuestas de Enrique Bunbury, este alcanzó la madurez de una visión filosófica y psicológica de sí mismo en el álbum Las consecuencias (2010). Es un viaje que desnuda el alma de un Enrique al llegar a la mitad del camino, lo que hace recordar aquel fantástico comienzo de la comedia dantesca Nel mezzo del cammin di nostra vita (1322).

Si bien muchos de los historiadores del poeta florentino aducen que “la mitad del camino” se refiere a la mitad de la vida —dado que el promedio de vida oscilaba en los setenta años por aquella época— y Dante escribe su comedia precisamente a los treinta y cinco años, descendiendo metafóricamente al infierno, Bunbury, a sus cuarenta y tres años de edad, presenta esta joya musical y literaria en la mitad del camino. Esto, considerando el aumento en el promedio de vida, que hoy día supera los ochenta años.

En este álbum existe una composición magnífica que da cuenta de aquella madurez de la que hablábamos: una letra impregnada de sabiduría, de cuestionamientos que solo pueden tener lugar cuando comienza la cuenta regresiva. Así, Enrique nos presenta Es hora de hablar (2010, Pista 8), con una composición literaria que invita a dejar de evitar todo aquello que hemos dejado de hacer, todo aquello que hemos dejado de preguntarnos y contestarnos; a una inmersión que nos haga al menos un poco más libres.

Es hora de hablar
De las quimeras de otra vida
De lo que no supimos expresar
Del trapecio que ante la nada oscila
De tragedias y triunfos que duran un segundo
de alterar el destino
y de la fábrica de hielo del olvido
.
(Bunbury, 2010, Pista 9)

Uno de los mayores descubrimientos del psicoanálisis en la obra freudiana estriba en referencia a las resistencias de la psique, una forma de disfrazar la realidad o lo real lacaniano bajo formas diversas.

La vida está compuesta de estos efímeros momentos, esos que buscan a toda costa ser indelebles, hacer una historia de momentos que jamás volverán a suceder. Así, al momento donde se vuelve a la vigilia después del estado onírico, la psique elimina (o al menos hace parecer que lo hace) los recuerdos del contenido del sueño. Y hay quienes dicen no soñar jamás. Esto, según Freud (1991), se deriva de las resistencias propias de la psique al contenido del sueño, ya que, la mayor de las veces, pudiese resultar traumático o contrario a la conciencia. Por ello es que tiende a sumirse en las aguas del Leteo.

Encontramos en esta majestuosa letra una concatenación inherente al legado literario impreso para la inmortalidad de Cien años de soledad, del fantástico y multilaureado escritor colombiano Gabriel García Márquez, cuya creación y posterior publicación le hizo merecedor del Nobel de Literatura, al recordar aquel pasaje de la fábrica de hielo llevada por los gitanos, aunado al olvido del tristemente célebre Macondo.

Es hora de hablar
De las cosas que no puedo arreglar
De que este humor no tiene que ver contigo
Que hace tiempo que nada acabar consigo
Que la fama es el opio del triunfador
Y más vale suerte que talento
Y me basta este momento como una revelación
.
(Bunbury, 2010, Pista 9)

Dentro de la libido narcisista, es común —y mucho más en nuestro México— que el hombre, formado en una sociedad machista y falocéntrica, sea incapaz de reconocerse no apto para tareas de “hombres”; siempre habrá, incluso, la excusa necesaria para justificar su falta de pericia o neofites en diversas lides. Por otro lado, la mujer generalmente aduce el cambio de comportamiento o estados de ánimo del varón a una natural desavenencia en el matrimonio, relación o noviazgo. Esto, que por costumbre se reproduce, tiende a universalizarse en las relaciones de pareja. Con tal de no mostrar la genuidad del hecho, tanto el hombre como la mujer tienden a disfrazar la verdad de mentira, lo cual cae en un espiral infinito, volviendo la verdad —y, por ende, la realidad de las cosas— inaccesibles.

En ambos supuestos, emana del instinto narcisista, el cual, al verse violentado (mostrado realmente cuál es), es inaceptable para la conciencia.

En cierta ocasión, un conocido traía una fragancia en su automóvil. Al cuestionarle si era de su agrado esa edición de la misma, contestó sin ambages que no; la usaba porque había sido un obsequio de su concubina, la cual habíase la regalado con mucho cariño, y, para no decepcionarla, la usaría hasta terminarla. Pero sentía incomodidad, incluso al olfato, de forma recurrente. Así caí a la cuenta de cómo, en dicha relación, mucho del diario vivir era enmascarado: ambos usaban un disfraz para agradar al otro, aunque fuera contrario a sus gustos.

Es dable remitirnos a la excelsa novela En busca del tiempo perdido, en aquel momento catártico del protagonista, cuando aduce: “¡Cada vez que pienso que he malgastado los mejores años de mi vida, que he deseado la muerte y he sentido el amor más grande de mi existencia, todo por una mujer que no me gustaba, que no era de mi tipo!” (2015, pág. 247).

Resulta conjeturable cómo estas líneas siguen teniendo una vigencia extraordinaria. Si vivir en una mentira es la constante, la probabilidad es sumamente alta de tener esta serie de epifanías. Por otra parte, podríamos aducir que la pulsión tanática, sentida tanto por hombres como mujeres (dado que habremos de coincidir que esta metáfora aplica para ambos géneros), no puede derivar de otra parte que no sea de la tan arraigada tradición eclesiástica, donde muchos de nosotros hemos suscrito este acuerdo verbal, y la cual dicta dogmáticamente: Hasta que la muerte los separe.

En 2018, el partido político del Movimiento Regeneración Nacional arrasó las elecciones federales y locales a lo largo y ancho del país. Así, personajes apenas conocidos en sus barrios, otros improvisados, como también ya algunos experimentados, se vieron intempestivamente envueltos en una burbuja de poder. Luego, aún antes de ser encumbrados, perdieron la percepción de las cosas. Lo mismo ha sucedido con inmensidad de personajes al llegarles fama o poder, desde un José José, un Diego Armando Maradona, hasta los célebres casos de Lindsay Lohan o Britney Spears, cuyo ascenso imprevisto les trajo funestas consecuencias.

Volviendo al caso del tsunami electoral del Movimiento Regeneración Nacional, personajes que jugaron a la simulación, ya sea por inexperiencia o por voluntad propia, por mero cinismo (dado que quizá ya habían sido seducidos por las pocas prebendas que gozaban), fueron iluminados y premiados por una labor que estribó más en la suerte que en el talento.

De muchas de estas cosas, que parecieran estar a la vista de todos, no somos conscientes hasta que, poco a poco, comenzamos a ver todos los disfraces que nos envuelven. Somos un fetiche hasta ese momento, cuando tiene espacio una epifanía: un cristal distinto nos hace observar aquello tan visible que, por lo general, terminaba invisibilizándose.

Esa revelación, cantada con la poderosa voz de Bunbury, recuerda y concuerda con la misma visión de Dante y su descenso a los círculos del infierno.

Es hora de hablar
De las voces de los hombres y su engaño
De la verdad como forma de violencia
Del dolor y de la inocencia
Del infinito entre tus brazos
Y de los límites de mi cuerpo
Y el regateo de mi ficción pura ficción
.
(Bunbury, 2010, Pista 9)

Bunbury descubre que no solo Enrique se oculta tras la silueta de Bunbury; así, las demás personas son personajes de ficción. Las voces son cargadas de mentiras, la amistad fenece días después de la borrachera o concluidos los estudios de aquellos amigos que juraron jamás separarse.

Por ello, la verdad se torna violencia, dada nuestra incapacidad a enfrentarnos a ella, a vivir en una mentira constante: desde el estribillo mañanero al contestar «muy bien», cuando quizá nuestro estado de ánimo o salud esté deteriorado; a reprimir todo aquello que quisiéramos gritar, pero al ser contrario a los dictados sociales, se reprime, recurrentemente se somatiza y ocasionalmente aparece de forma grotesca durante el estado etílico, en episodios histéricos o en las diferentes manifestaciones neuróticas.

¿Qué hubiese sucedido si aquel conocido le dijera a su concubina que la fragancia no era de su agrado?

Todo lo que digamos será especulación, pero lo cierto es que, al naturalizar este tipo de roles, de posturas, no hacemos sino legitimar la mentira bajo el hermoso manto de la verdad.

¿Dónde carajos aprendimos a reprimir y a callar todo aquello que resulta repugnante?, ¿a disfrutar aquello que se presenta bajo la misteriosa forma de placer? Por ello, la verdad siempre aparece bajo la forma de violencia: nos sentimos violentados con aquel que tiene el valor de hablarnos de frente y lo tildamos de loco o enfermo mental; incluso lo tildamos de ser una mala influencia, de alguien que solo ve lo negativo. Preferimos las palabras piadosas de Cohelo o Bucay.

El músico argentino Gustavo Cerati, en una de sus últimas melodías escritas, señalaría también el carácter violento de la verdad: Tal vez lo más suicida sea decirte la verdad / preferí callar / A esta hora de la vida es lo mejor (2009). Sabe que manifestar de forma clara la óptica más genuina de las cosas conlleva aparejada una resistencia a lo traumático que resulta lo verosímil. Por ello, el argentino mejor omite, justificándose en el confort del diario vivir. Quizá por ello, Bunbury anteriormente señalaría la mentira como una bonita creación (2004, Pista 1); sin embargo, en ese crecer espiritual, en esa negación a la afirmación, posteriormente se retracta y ve otra arista: no en la mentira en sí, sino en la verdad como forma de violencia.

Es hora de hablar
De la culpa y la madre del castigo
De hacerse viejo entre tus enemigos
Del lento proceso de derrumbe
Y que nunca hablamos de lo que hay que hablar
De secuencias de presagios que se cumplen
.
(Bunbury, 2010, Pista 9)

Otra de las grandes categorías que conforman el legado freudiano es, sin lugar a dudas, el sentimiento de culpa (a pesar de existir ya ciertos atisbos de este en diversos tratados literarios, jurídicos y filosóficos). Freud hace una reconceptualización sin la cual, quizá, el psicoanálisis no hubiese logrado el prestigio que alcanzó en diversas partes del orbe. Esta categorización, hasta la fecha, no ha sufrido, a nuestro entender, ulteriores deformaciones. Esto se debe, en efecto, a que la culpa es la madre del castigo; es la conciencia superyóica quien someterá a los individuos a sus más funestos sucesos. Es parte consustancial del ente prohibidor de las conductas que no se apeguen a lo inscrito en su ideal de yo, y que, por ende, obedecen a la lógica dominante, a las imposiciones sociales, históricas o culturales de su formación como individuo.

Slavoj Zizek (2010) nos narra la forma en cómo la madre Teresa retrata en Calcuta una ciudad desfavorecida, pobre y sumamente necesitada, siendo que esta misma es un orbe prominente, a la altura de ciudades como Bombay, pero que, a merced de la culpa, los grandes hombres de negocios destinan cantidades exorbitantes de dinero a fin de lavar sus conciencias.

En una investigación de la cual supe de “oídas”, se determinaba cómo centros religiosos eran ya más rentables, incluso, que comercios etílicos o de carácter sexual. Este carácter punitivo intrínseco a la culpa determina en mucho la acción de los sujetos sujetados.

Esto no puede estar tan distante de lo cotidiano. En esos mismos días de 2018, uno de los lugares más emblemáticos del inicio del milenio en Ciudad Juárez, conocido como Vaqueras y Broncos, sitio cuya construcción colosal de 1,255.84 m² y 2,500 m² de estacionamiento se veía abarrotado la mayor parte de los días de la semana —donde el alcohol corría a raudales, donde las bajas pasiones encontraban un punto de comunión—, en él se presentaron artistas como la entonces exitosa agrupación Moenia, la cantante juvenil Belinda o el extinto ícono norteño Valentín Elizalde. Fue cerrado, y actualmente cuelga de su arquitectura una lona que rezaba: Próximamente Centro Cristiano CCT (2018).

Trabajos citados

Cerati, G. (2009). Tracción a sangre [Grabado por G. Cerati]. Buenos Aires, Argentina, Argentina.Alighieri, D. (1922). La divina Comedia. Buenos Aires: Centro cultural «Latiunt».
Bunbury, E. (2010). Las consecuencias [Grabado por E. Bunbury]. El puerto de Santa MAría, Cadiz, Andalucía, España.
Freud, S. (1991). La interpretación de los sueños. Buenos Aires: Amorrurtu editores.
Proust, M. (2015). En busca del tiempo perdido. Madrid, España: Alianza Editorial.
Puentelibre. (06 de Octubre de 2018). Obtenido de Puentelibre: http://puentelibre.mx/noticia/152899-vaqueras_y_broncos__manta_manta_anuncio_templo_cristiano_pronaf_plaza_de_las_americas/2
Zizek, S. (2010). El acoso de las fantasias . Buenos Aires: Siglo XXI.

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