En la tierra de los contribuyentes cumplidos, donde las facturas se pagan con puntualidad y el SAT vigila como un águila hambrienta, hay un hombre que se pasea con aires de intocable. Nos referimos, quizá usted lo sospeche, a Ricardo Salinas Pliego, elmultimillonario de verbo afilado y sonrisa cínica, que ha convertido el no pagar impuestos en un espectáculo público. Se indigna, tuitea, se burla y, por supuesto, lleva sus batallas a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como si fuera su arena personal de gladiadores.
Pero, oh, ironía de ironías, parece que en este circo judicial algunos jueces han decidido hacerla de domadores, impidiendo que la ministra Lenia Batres se atreva siquiera a emitir una opinión sobre el caso. La razón: el magnate la considera parcial. ¡Qué curioso! Parece que en su mundo solo los jueces que lo favorecen son imparciales y los que osan sugerir que debe pagar, son poco menos que enemigos del estado de derecho.
Batres, con toda la dignidad que le permite el cargo, abandonó la sesión dejando a la Corte sin quórum. Un acto de protesta o una jugada que desnudó lo que era un proceso hecho a la medida del empresario. Pero Salinas Pliego, hábil como zorro de finca ajena, ya había asegurado que la baraja estuviera a su favor. Ha movido piezas, ha susurrado en los oídos correctos y, como todo buen prestidigitador, ha logrado que la atención se desvíe del punto central: su deuda con el SAT.
El hombre al que nunca le ha temblado la mano para embargar electrodomésticos a los deudores de Elektra, ahora se indigna porque el gobierno quiere cobrarle más de 34 mil millones de pesos en impuestos. ¡Vaya paradoja! Mientras los ciudadanos de a pie reciben cartas de embargo por deudas de unos cuantos miles, él se pasea en sus lujosos yates convencido de que pagar impuestos es opcional para los de su especie.
Y, como buen maestro del arte de la distracción, ha llevado la batalla al terreno de lo político. En redes sociales se burla del gobierno de la 4T, lanza indirectas a la presidenta y se presenta como un héroe de la resistencia empresarial. Pero la realidad es menos épica, hay que subrayar eso. Se trata de un millonario que simplemente no quiere pagar lo que le corresponde. Y en su cruzada personal ha encontrado aliados en algunos ministros de la Corte que, por alguna extraña coincidencia, también se oponen a la reforma judicial. ¿Casualidad? Difícil de creer.
Lo cierto es que el tiempo juega en su contra. La elección judicial en julio podría cambiar el equilibrio de la Corte y, con ello, su blindaje legal. De ahí su urgencia por que los jueces actuales desechen cualquier sentencia que lo obligue a saldar su deuda con la nación. Porque, al final del día, la justicia mexicana puede tardar, pero cuando llega, a veces lo hace con la fuerza de un huracán.

Por ahora, Salinas Pliego sigue con su papel de mártir, con su discurso de empresario incomprendido y su equipo de abogados listos para torcer cualquier resquicio legal a su favor. Seguirá paseándose en su yate Lady Moura, que tiene un costó 125 millones de dólares y es uno de los más lujosos del mundo. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿Hasta cuándo podrá sostener la farsa? Porque en este país, hasta el más astuto de los jugadores termina enfrentándose a la cuenta que nunca quiso pagar.