Santiago Becerril es un fotógrafo y periodista acostumbrado a andar en lugares inhóspitos, plagados de calor, humedad, mosquitos, serpientes y otros depredadores mayores que viven en los pantanos. Acompaña y fotografía a madres que han entregado su vida a la búsqueda de sus hijos desaparecidos, quemando matorrales costeros, cortando caña brava que por años camufló el acceso a fosas clandestinas y donde los zopilotes revolotean en espirales de corrientes de aire a la espera de alimento. Registra también sus manifestaciones frente a la casa de gobierno exigiendo a los funcionarios que investiguen y den resultados.
Santiago trabaja en un periódico de Veracruz. Le toca cubrir la nota política, reportear en la calle y beber en el Santana, refugio etílico de él y sus colegas. El poco tiempo libre que le queda lo dedica a cuidar a su madre, una mujer obsesiva con la limpieza que poco a poco ha ido perdiendo los momentos de lucidez en su vida. Por las noches, Santiago mira su celular, esperando recibir alguna respuesta a los mensajes que le manda a Daniela, su ex a quien le prometió que dejaría de molestarla para que hiciera su vida.
Una tarde recibe la llamada de Amanda González, su antigua maestra, quien lo cita en los portales para pedirle ayuda en una investigación que lleva tiempo trabajando. Amanda no confía en nadie más que en él, pues desde que le dio clases en la facultad reconoció en Santiago una virtud que la mayoría de sus colegas no tiene: integridad. Amanda ha trabajado en una línea de investigación que involucra a los círculos de poder más altos en el estado. Ha conseguido pruebas y testimonios de que muchos de los jóvenes desaparecidos pasaron por instituciones del gobierno estatal. Para llevar la investigación a buen término necesita de la ayuda de su ex alumno.
Santiago se debate entre colaborar con su mentora o permanecer fuera de la investigación, pues sabe que es un tema delicado que involucra al secretario de seguridad, y es un secreto a voces que dicho secretario tiene conexiones con el crimen organizado. Sabe que es una investigación muy peligrosa y que tiene conexiones implícitas con el narcotráfico y grupos de delincuencia organizada.
Antes de tomar una decisión, le realidad se le adelanta y recibe una llamada donde le informan que encontraron a Amanda muerta en su casa con muestras de violencia. A partir de este momento, Santiago decide tomar cartas en el asunto y retoma la investigación de su mentora para serle fiel a la amistad y a su memoria. Esto implica que Santiago acuda las fuentes e informantes de Amanda para tratar de desmadejar el nudo de una historia de abusos que se oculta entre las sombras. Santiago desconfía de todos, y tiene que echar mano de la única persona en quien confía: Daniela. Esto le genera un gran conflicto, pues sabe que tenerla cerca implica un riesgo para ella, pero Daniela al reencontrarse con él decide que quiere estar cerca, aunque no tiene claro a ciencia cierta qué es lo que Santiago quiere descubrir.
En un tono de investigación periodística, construido a varias voces y con recursos narrativos como el de la entrevista, la nota y el monólogo interior, Magali Velasco nos sumerge en una realidad triste y dolorosa que nos toca: la desaparición forzada. Cocodrilos retrata un momento histórico preciso pasado por la visión de una narradora que mezcla la ficción con hechos identificables en su estado natal. Esta novela ha sido merecedora de una mención honorífica en concurso de novela Ventosa-Arrufat y Fundación Elena Poniatowska, así como del prestigiado reconocimiento de escritores para escritores del Premio Filiberto, que reconoce a la mejor novela negra publicada en el país.

