Desde el verano de 2020, cuando fungía como delegado de la Secretaría de Bienestar, Juan Carlos Loera empezó a mostrar las costuras de un temperamento que se debatía entre la serenidad impostada y la impaciencia apenas contenida. Fue en el municipio de Ojinaga, Chihuahua, durante una manifestación de agricultores que exigían justicia hídrica, donde comenzó a perfilarse el personaje que muchos, entre risas y lamentos, comparan ahora con el Grinch, justo en esta temporada navideña.
La discusión giraba en torno al cierre de las compuertas de la presa El Granero, un acto que los agricultores rechazaban con la pasión de quienes ven el agua como sangre vital de la tierra. Loera, en un intento de apaciguar los ánimos, propuso continuar con la extracción, aunque en menor volumen. Pero las palabras cayeron como semillas en tierra yerma.
El conflicto escaló. Las protestas se transformaron en bloqueos ferroviarios y enfrentamientos en el cruce internacional Ojinaga-Presidio-Texas. En medio de aquel caos, un video se hizo viral: un agricultor, con la sinceridad que solo otorgan los callos en las manos, increpó a Loera por su aparente desconexión con las realidades del campo. La respuesta de Loera, un alegato sobre su infancia trabajadora, se percibió más como un berrinche de un niño malcriado que la respuesta del más alto funcionario federal en esa época.
El historial de Loera y sus malas relaciones, con personajes incluso de su mismo partido, va más allá esa anécdota. Durante su gestión como delegado, Loera no ha sido muy querido entre los guindas, que lo acusaron de desviar recursos destinados a programas sociales, según consta en el expediente 6750/2022, afectando a más de cuatro mil beneficiarios. Además, la FGR abrió en 2020 la carpeta de investigación FED/CHIH/JUA/0002255/2020, un eco judicial que sigue resonando en los pasillos de la memoria política.
Perder la gubernatura de Chihuahua en 2021 (ya había intentado también convertirse en presidente municipal y no lo logró) no fue suficiente para que apartara de la esfera pública. Regresó a su cargo en Bienestar, solo para renunciar en 2023 y competir por una senaduría que finalmente obtuvo. Cada movimiento político parecía gritar un único mensaje: Loera siempre regresa, aunque su llegada no sea celebrada y añorada por todos.
El episodio más reciente que reavivó la personalidad conflictiva, ocurrió con sus movimientos el proyecto del paso elevado Vicente Guerrero. Diseñado para aliviar el caos vial en Ciudad Juárez, este puente prometía una inversión de 420 millones de pesos. Pero Loera, aliado con activistas y comerciantes afectados por la obra, logró frenar el proyecto bajo el pretexto de preservar edificios históricos del siglo XVII. Aunque proclamó que contaba con el respaldo del INAH y la Secretaría de Cultura, estas instituciones han dejado a la ciudad en un limbo de especulaciones y sospechas.
El accidente ferroviario de septiembre de 2024, en el trayecto entre Ahumada y Juárez, donde murieron un bebé y varios migrantes resultaron heridos, subrayó la urgencia de modernizar la infraestructura de la región. El tren iba con varios vagones cargados de químicos, lo que hubiera causado una tragedia en caso de que el incidente hubiera sido en la zona Centro de la ciudad. Sin embargo, el puente elevado fue reemplazado por un proyecto subterráneo que, aunque potencialmente innovador, implica un retraso significativo en su ejecución. A ver hasta cuándo puede avanzar. El alcalde Cruz Pérez Cuéllar asegura que la inversión se mantendrá en la ciudad, pero muchos se preguntan si las maniobras de Loera realmente buscaban el bien común o, más bien, alimentar su ya consolidada imagen de saboteador.
El Grinch y Loera tienen más en común de lo que parece a simple vista. Ambos disfrutan siendo los aguafiestas oficiales: uno roba la Navidad y el otro se empeña en boicotear cualquier avance que beneficie a la sociedad. El Grinch mira con desdén a los Who’s de Villa Quién; el político, a los ciudadanos que claman por soluciones. Ambos tienen el corazón (o la voluntad) encogido, incapaces de mirar más allá de sus propios intereses o revanchismos políticos, incluso cuando estos perjudican a los ciudadanos.