En un acto que combinó melodrama, victimización y oportunismo político, Alejandro “Alito” Moreno salió a las calles para proclamarse perseguido político después de ser denunciado penalmente por agredir al presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña.
Con una convicción casi shakesperiana, el dirigente del PRI aseguró que él no golpeó primero —aunque los videos muestran otra historia— y pidió protección del Estado, como si fuera periodista en riesgo y no político con historial de escándalos.
Arropado por legisladores que le gritaron “¡no estás solo!”, Alito cambió el traje por jeans y camisa roja para unirse a una marcha que supuestamente defendía al campo, pero terminó siendo su mitin personal.
Entre discursos de “no a la dictadura” y acusaciones contra Sheinbaum y Morena, Moreno volvió a la misma receta: gritar fraude, llorar persecución y presentarse como mártir. Lo que no aclaró es si también pedirá seguridad para protegerse de su propio historial.